David Santiago Tovilla
"Bebiendo de esta sangre de tortuga, yazgo en el suriano lienzo de rendición que es la hamaca. Deseo voltear y ver aún solitaria la playa lechosa, los amarajes de la garza tan diáfanos, que superen de tajo la precaria línea del azul mestizo. Que yo me dé cuenta de que no estás" apunta Roberto Rico en su libro Reloj de Malvarena que fue presentado por Elva Macías, Ernesto Lumbreras, Socorro Trejo y Jesús Morales Bermúdez, en las instalaciones del Instituto Chiapaneco de Cultura (ICHC).
Roberto Rico Chong es originario
de Cintalapa, Chiapas y estudió la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad
Autónoma de México (UNAM). Reloj de Malvarena es su primer libro publicado
por la UNAM, en la colección "El ala del tigre", que reúne parte de los textos que
ha publicado en revistas y suplementos literarios entre los que destaca Sábado
del diario Uno más Uno.
El poeta habla en exclusiva para Por
Esto!:
“Reloj de Malvarena se fue
gestando lentamente en un promedio de cinco o seis años. La idea del título
proviene precisamente de esa decantación, del trabajo lento, paciente. Aunque
debo decir que nunca me propuse escribir un libro, me hice a la idea hasta que
tuve material suficiente".
—¿Cómo fue ese proceso?
— Me ayudó la estructura de las tres secciones
que lo conforman, porque pude incluir los textos temáticamente. Hay tres preocupaciones
distintas: La primera, titulada “Linaje de Ceiba" son los poemas más
recientes en donde se refleja la preocupación por temas propios del entorno de
la infancia. Es una visión más personal, prefigurada a través de la nostalgia.
La segunda, "Reloj de
Malvarena", son viñetas, poemas que recrean atmósferas cotidianas, aunque
vistas con cierta mirada objetiva y cargada de imágenes visuales.
La tercera, "Carpeta
votiva" es una recopilación de poemas hechos a partir de homenajes o acercamientos
con pintores, músicos u otros artistas con los que he sentido cierta identificación.
—¿A qué alude el título del texto?
—Malvarena es una palabra compuesta que se
refiere al color malva de la arena así como a la mujer que ha estado cerca de
mí durante los
últimos siete años y por ello mismo, estuvo presente en este libro.
—Háblanos de tu trabajo poético ¿de dónde vienes? ¿qué eres? ¿qué
pretendes?
—En el libro se puede apreciar cierta evolución
hacia un lenguaje más sencillo, más elemental, pero buscando una mayor
subjetividad que me permita llegar a lo que todo poeta aspira: tener una expresión
personal.
En poesía es difícil establecer si
se está evolucionando o estancando, pero persisto en la búsqueda de la
identificación entre lo que he sido y soy. Pretendo un camino personal en
cuanto individuo.
—¿Hay un nutriente específico para tu creación?
—El sustrato más rico de lo que he estado
escribiendo son precisamente las vivencias
que después de un tiempo y a la distancia me han servido para ver con otros ojos el mundo en el que
crecí, mezclado con lecturas e información que adquirí al estudiar mi carrera;
también el trato con otros
poetas jóvenes y con inquietudes similares fueron conduciendo a lecturas en principio
un tanto caóticas pero que de todas maneras
sirven, porque involuntariamente uno va encontrándose con las voces de otros
poetas.
— Ya que mencionas a los otros ¿Quiénes
consideras que contribuyeron a tu formación?
—Fundamentalmente Carlos Pellicer y en alguna
medida todos los
poetas del grupo Contemporáneos, la lectura de Octavio Paz, Jaime
Sabines y de los más cercanos: Raúl Garduño y José Carlos Becerra. Ellos
han sido los más importantes, a quienes sigo descubriendo y redescubriendo. El
descubrimiento de la poesía es interminable según las distintas etapas en que
uno se acerca a ella.
—Aparte de las temáticas ya expuestas en Reloj
de Malvarena ¿qué otras preocupaciones te acosan?
—Me interesaría explorar hacia las
preocupaciones individuales en una sociedad cambiante como en la que estamos.
Preocupa el derrumbe de muchas
utopías, el desencanto de muchas concepciones de grupo, las aspiraciones
sociales que vivió una generación, las cuales se han visto empujadas a un
individualismo que hasta el momento no se sabe qué tan benéfico o perjudicial
será.
Estamos viviendo en un mundo
donde se vive en busca de respuestas inmediatas, pero también de corto alcance.
—La sociedad como indicas ha cambiado, pero ¿se
ha modificado su relación con los poetas y éstos han transgredido el lugar que siempre han ocupado?
—Creo que la actitud de la sociedad hacia el
poeta no ha cambiado sustancialmente. Lo que ha cambiado es la visión del poeta
hacia la sociedad. Ahora se ha asumido una postura no de resignación entre una
aparente segregación, sino de una humildad. Se ha entendido que somos personas
que trabajan con la palabra y nada más. Se ha superado también esa
consideración del poeta con mayúsculas que resultaría anacrónica actualmente.
—¿A que llamas poeta con mayúsculas?
—A esos pretendidos seres extraordinarios y únicos,
que se caracterizaban por un hermetismo que no sólo partía de la incomprensión
de la sociedad al poeta sino parte del mismo mito. Aunque habría que preguntarse si
el poeta quería realmente ser comprendido.
—¿Esa incomprensión sería por ejemplo la causa
del poco consumo de libros de poesía?
—No solo la poesía sino el arte en general
siempre ha buscado interlocutores dotados con la sensibilidad mínima para comprender
al artista y es un esfuerzo cuya única recompensa es espiritual; entonces, siempre
va a ser difícil que haya una correspondencia total entre el poeta y los
lectores que sí los buscan.
Uno escribe para comunicarse con
los demás y creo que no importa tanto la cantidad de personas que compren un
libro como la satisfacción de suponer que pudo haber tocado en el sentimiento o
en la inteligencia a alguien.
*Publicado en el diario regional Por
Esto!
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