DAVID SANTIAGO TOVILLA
DIARIO POPULAR ES!
En 1960, Eraclio Zepeda, Juan Bañuelos, Jaime Labastida y Jaime Augusto Shelley publicaron en el Fondo de Cultura Económica un volumen colectivo de poesÃa titulado La espiga amotinada. Se les conocerÃa, a partir de entonces, como Los espigos.
Jaime Augusto Shelley,
quien después de aquella experiencia ha publicado: Hierofante, Himno
a la impaciencia, Por definición, Victoria, El abuso del
poder, La gran revolución, Girasol de urgencias y Horas ciegas.
—¿Cómo ocurre la
presencia de Jaime Augusto Shelley en Chiapas?
—Vine
huyendo de la Ciudad de México porque no la soportaba. Sus relaciones me
parecÃan impuras, equivocadas
y corruptas en 1958 —imagÃnese ahora—. Buscaba un espacio cercano
a la naturaleza, a las formas reales de comunicación, desgraciadamente no los
encontré. No, en San Cristóbal de las Casas. Eraclio (Zepeda) y yo venÃamos con
un pensamiento muy avanzado y esa ciudad estaba terriblemente atrasada.
Entonces, evidentemente entramos en conflicto con los poderes, no con la población.
—¿Sólo con los poderes?
En uno de los tirajes de la colección lecturas mexicanas se compara a La
Espiga con la polémica suscitada años atrás entre estridentistas y contemporáneos...
—Eso
es una tonterÃa. La diferencia es que los contemporáneos eran elitistas
europeizantes y los estridentistas buscaban una forma directa, popular de comunicación
con la gente. Nosotros no fuimos ni uno ni otros. De alguna manera, somos herederos
de las dos corrientes.
Afortunadamente tenemos
un desarrollo de conocimiento que no se limita a la europea. Tenemos otras
fuentes y tratamos de romper con el elitismo sin necesidad de caer en las formas
populares.
Entonces, no fue en ese sentido. Nuestra problemática
en San Cristóbal se da porque es una ciudad de iglesia, con el predominio
extremo de la iglesia católica, que no era avanzada o moderna sino
completamente colonial. Además, existÃa una estructura de clase y de casta que nos irritaba
mucho. Nosotros estuvimos muy inquietos por la explotación que sufrÃan los
indÃgenas. Esto causó problemas, aun cuando no participábamos de manera relevante:
decÃamos lo que nos parecÃa mal.
Éramos muy jóvenes y no aceptábamos el mundo como
estaba constituido. Es la generación que hará las huelgas de apoyo a los
ferrocarrileros, la que finalmente va a producir el movimiento estudiantil de
1968. DecÃamos: no queremos una forma social inmóvil, estática, estratificada.
—Y conjugaron ética con estética...
—SÃ. Eran inseparables en
absoluto. Desarrollándola sobre la base de perder todo.
—Ya que comenta esto, Paul Borgeson Jr.
dice que la historia y la poesÃa de La Espiga reflejan la creciente
fragmentación de las estéticas y la disolución de las generaciones y movimientos
literarios. ¿Fue asÃ?
—No entiendo qué quiso
decir. Borgeson es un estudioso norteamericano, viene dos veces a México, habla
un tiempo con cada uno de nosotros y saca conclusiones. Es muy importante para
una persona con la metodologÃa norteamericana sacar definiciones, conclusiones
y propuestas porque si no, su libro no tiene peso.
Se me hace totalmente inmediatista suponer que con eso
se acaba una época. Es un paso en el largo proceso de desarrollo de la poesÃa.
Entonces, no podemos hablar de cuestiones terminales: «La Espiga fue asÃ
y se acabó» como fenómeno.
La Espiga
en sà misma no es un fenómeno, son cinco personas que coinciden en un momento dado y
de manera accidental. No se tuvo ninguna intención para reunirse y hacer el
libro. Fue una propuesta de alguien fuera de nosotros para hacer el texto.
Hubo reacciones en contra. Lo cual no nos interesó
mucho; estábamos aquÃ, en Chiapas, escribiendo, pero en México tuvo gran
impacto porque era la primera vez que jóvenes publicaban en el Fondo de Cultura
Económica.
Opacamos el libro que acababa de publicar Octavio Paz:
Libertad bajo palabra. Paz se enfureció y lanzó todos los perros que
tenÃa a su servicio a atacamos de la manera más grotesca. Una de las crÃticas muy
estúpidas, porque no leyeron el libro, decÃa que tenÃamos la misma voz. Y éramos poetas estajanovistas.
Es decir, el comportamiento de Octavio Paz no es de
ahora, sino de siempre. SÃ, desde entonces él no soportaba un asombra, le da
pánico. Cualquier presencia que se le acercara como Jaime Sabines o EfraÃn
Huerta, la trataba de destruir. No soportó la presencia de Carlos Fuentes. Paz
se rodeó de mediocres para que le hagan coro. Se repite exactamente la
estructura piramidal del poder polÃtico: no hay más que uno. Todos los
secretarios deben ser pendejos, grises. Una declaración brillante es el fin de
la carrera de alguien. Siempre debe rezarse «como dice el señor presidente»
debe en este caso repetirse «como dice Octavio Paz».
—¿Cuál debe ser la actitud frente a ello?
—Por lo pronto, empezar a
pensarlo y darse cuenta de que es un proceso de manipulación exitoso durante los
últimos cuarenta o setenta años, no siendo Octavio Paz el inventor sino desde el porfirismo.
Un sistema de delegar funciones, parcelas de poder, para tener el control.
—¿Cuál considera debe ser la relación del intelectual con el poder?
—De infinito desprecio.
Son seres lamentables. El que ha llegado al poder lo ha hecho con medios
oscuros y siempre sobre la base de complicidades, entregando la integridad de
otros.
El poder siempre ha sido despreciable. En México no
podemos decir nada porque el papá Estado siempre ha sido el proveedor de los
medios para el arte. No es una razón en lo mÃnimo generosa sino porque lo
utiliza. Si se quiere usar a un artista importante se apoyan a diez o veinte
para que uno de ellos sea manipulable.
El Tratado de Libre Comercio (TLC) se va a hacer, en
mucho, gracias al Premio Nobel de Literatura y a Miss Universo, porque todo se
genera en la oficina de Kissinger como un modelo de difusión de México en un momento
coyuntural que la imagen del paÃs estaba muy deteriorada. Quién sabe cuánto costó,
pero tuvo su costo.
—Ya que menciona el TLC, hay voces que
indican su afectación a la cultura nacional. El presidente Carlos Salinas ha
reiterado que no…
—Si cultura se circunscribe a libros y exposiciones,
los otros paÃses sacarán provecho. Lo primero que podemos ver es una cantidad
considerable de empresas norteamericanas instalándose en el ramo editorial. Van
a tomar el mercado, pero no les interesa mucho porque el mercado es pobre, en cambio tienen
una punta de lanza para América Latina.
—Y la cultura en sentido más amplio?
La cultura no se toca por esa vÃa, se afecta cuando
estamos manejando modelos oligárquicos, imperialista en la televisión y en los
comportamientos de la sociedad.
La clase oligárquica mexicana ya no quiere serlo, anda
imitando modelos y la gente imita a los modelos oligárquicos nacionales. AllÃ
sà existe un problema importante: no queremos ser pintores, artistas, un profesor
importante en la Universidad. Queremos ser millonarios y obtener recursos en la
bolsa de valores. Nos ha dominado a través del capitalismo.
¿Por qué hemos logrado mantener tanto tiempo una
identidad y un carácter? ¿Por qué nuestro arte era muy fuerte: Jorge Negrete,
Pedro Infante, JoaquÃn Pardavé, etcétera? Nuestra forma de difusión popular era
el cine y éste representaba el carácter mexicano. Ahora resulta que nuestro
arte es una mala copia de los norteamericanos. Estamos reproduciendo el modelo
yanqui. Esto es grave.
—Shelley ¿Quisiera agregar algo en torno a
La Espiga?
La Espiga Amotinada no existe. Fueron cinco poetas de
una generación que se unieron para hacer una propuesta, una plataforma común a
la que estoy seguro, se puede adherir José Emilio Pacheco. A nosotros se
adhieren pintores, coreógrafos.
Reitero, por un accidente fuimos la punta de lanza, la
forma de expresión de una parte de nuestra generación que no era reaccionaria.
—¿Tiene vigencia poética la propuesta
colectiva de La Espiga Amotinada? ¿Existe interés en su reedición?
—Supongo que sigue vigente. Ha habido varios intentos
para reeditarse, pero no se
ha hecho por contradicciones nuestras. Jaime Labastida
dice que debe publicarse en el Fondo de Cultura Económica o no. ExistÃa el
interés de una Universidad en publicarlo, también —al parecer— la SecretarÃa de
Educación Pública pensaba hacerlo. Pero nunca hubo acuerdo. Yo dije que, si el
fondo dejó pasar 30 años sin reeditar el texto, que se chingue. Entonces, no se
ha reeditado por esa razón: henos estado en desacuerdo.
Por su valor poético finalmente todos hemos reeditado
nuestra parte de ese poemario en otros libros, es un documento de época.
—¿Qué hace, en la actualidad, Jaime Augusto
Shelley?
—Desde 1985 empecé a escribir un libro que ha tenido muchas
transformaciones porque lo inicié antes del sismo de la ciudad de México que me
afectó mucho. Dejé de escribir un tiempo. Después, me di cuenta de que el tono
del libro habÃa cambiado, obligándome a repensarlo. Cambió de perspectiva, pero
está varado sobre un poema largo llamado "Ciudades", que le da su
carácter.
—¿Es el tÃtulo del poema y también del
texto en conjunto?
—No, el libro se llama Patria Prometida.
—¿Cómo son vistas las ciudades?
—Es una revisión de las ciudades en las que he estado.
Al final del siglo nos damos cuenta de que la ciudad es un inmenso error, que
concebidas en el siglo XIX ya no responden a las necesidades actuales y mucho
menos del futuro.
Es muy posible que esas ciudades desaparezcan. Trato
de ver origen, desarrollo y muerte de las ciudades como conceptos.
—DecÃa que ha trabajado por siete años en el
libro. Hay quienes plantean que el poema debe sufrir modificaciones
sustanciales posteriores al momento de su creación…
—Uno nunca debe tocar la esencia del poema, jamás. Lo
que sà es claro es la existencia de omisiones, errores de apresuramiento;
palabras que se dejan, aunque no convenzan, para no perder el impulso.
Uno tiene que respetar la intencionalidad del texto. Un
escrito tiene su propio carácter. Hay que aprender a respetarlo. Ese poema se
puede corregir rápidamente o se puede tardar mucho. Patria Prometida se ha
tardado no por la corrección de los poemas, estoy corrigiendo la visión total.
Yo no trabajo poemas, concibo libros.
—También se sabe de su estancia en varias
ciudades. Esto la de una perspectiva del quehacer tanto en la provincia como en
el centro…
—El centro ya no existe. Pero sucede que un poeta si
publica en su lugar de origen tiene que entrar en relación de complicidad de
contradicción con el poder, ese es el problema.. Mientras no podamos superar
este aspecto antidemocrático de nuestra vida, vamos a estar en un infiernillo
permanente.
Si soy poeta chiapaneco deberÃa vivir en Sonora. Si
fuera sonorense vivirÃa en Tabasco. Solamente a través de este alejamiento de
mis problemáticas regionales puedo desarrollarme. Creo que favorecerÃa la
movilidad social.
—Por estos dÃas se revalora la actividad y la
estructura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes ¿Qué piensa de ese
organismo?
No existe. Es una oficina de manipulación, incluso es
ilegal: le robó todas las funciones al Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA). También quitan la subsecretarÃa de cultura y forman un aparato mucho
más flexible pero que no responde a ninguna disposición de los poderes. Es
directamente una oficina del presidente que se dedica a manipular a la inteligencia. No importa quien esté al frente: cumplirá esa
función.
—¿Los Consejos Estatales, desde su
perspectiva, tienen el mismo carácter?
—Por supuesto. La diferencia estarÃa en que, en algún
consejo estatal, haya alguien muy honesto para poder hacer un trabajo digno,
pero será un grano de azúcar en una azucarera.
Puede servir, pero de origen está corrompido. En lugar
del CNCA tendrÃa que haberse pensado un proyecto polÃtico cultural y aplicarlo
a través del INBA, delegando sus funciones a los estados como
institucionalidades.
Sucede que no se quiere tener una polÃtica cultural porque
implica compromisos. Chiapas podrÃa demandarle al gobierno federal ediciones de
libros, conciertos, exposiciones, becas, infraestructura; en cambio puede
hacerse a modo de dádivas. Llegando al otro sexenio, como no tiene funciones
jurÃdicas de ningún tipo se le desaparece y no hay nada: ni CNCA ni INBA. La
gente no protesta porque casi todos son cómplices.
—Finalmente, en un artÃculo publicado en
la revista Cultura Sur, Eduardo Casar dice que en Chiapas ha visto una
mayor soberanÃa poética ¿Puede darse ésta?
—Más bien es aislamiento, pero suena bonito. Como
todo, tiene varias vertientes. Por una parte, el aislamiento propicia cierta
continuidad de una poética regional; el lado negativo es que esa poética
regional sigue siendo un poco atrasada con respecto al desarrollo mundial.
Eso serÃa grosso modo, haciendo caso omiso de
los casos particulares.
Publicado en dos partes, los dÃas 11 y 12 de abril de
1992.
Conexiones