DAVID SANTIAGO TOVILLA
DIARIO POPULAR ES!
Roberto Sosa es considerado en el medio literario como
uno de los poetas más notables en la región centroamericana. Es autor de libros
que han merecido el reconocimiento internacional como: Un mundo para todos dividido,
Premio Casa de las Américas, 1971; Los pobres, Premio Adonais 1968 en
España; Mar interior (1967), Premio Juan Ramón Molina. Ha publicado
también Caligramas en 1959, Muros en 1966 y Breve estudio
sobre la poesía y su creación, en 1969. En 172 recibió el Premio Nacional
de Literatura Ramón Roca y en 1975 el Premio Ramón Anaya Amador.
—En su intervención en la mesa de
literatura, del Encuentro de Intelectuales de Chiapas y Centroamérica, señalaba
el predominio de la cultura de la muerte y de la burocracia en Honduras, ¿Puede
precisar cómo se da cada una de ellas?
—Más bien aludía la cultura de la muerte y a la cultura
de la corrupción. Dije que ambas culturas tienen un punto de unión en alguna
parte y una le sirve de apoyo a la otra: la persona que no se corrompe, muere.
La cultura de la muerte está abonada por datos
estadísticos. En este momento, hay una gran ola de criminalidades hasta el
grado de que la gente no sale a determinadas horas. Además de los asaltos,
robos, todos ellos de carácter violento. Hace poco, una madre llamó por
teléfono a una estación radiofónica y pidió que por favor sólo robaran, pero no
mataran.
Pero la muerte viene de otros sitios, hay muertes
planificadas, computarizadas. En el pasado cercano existió algo denominado 316
un organismo paramilitar encargado de matar gente. Tenemos una buena cantidad
de desaparecidos.
El derrumbe de los países socialistas y la eliminación
del liderazgo soviético no ha mellado de ninguna manera esa infraestructura de
la muerte planificada.
—¿Qué hace al respecto el sector
progresista de la sociedad?
La izquierda en Honduras siempre ha estado mediatizada.
Nunca ha tenido una función coherente con sus principios teóricos y menos ahora
que han desaparecido muchas organizaciones. La gente está desorientada,
traumatizada por los cambios en los países del este.
Aún existen algunos grupos corno los chinchoneros
o el Frente Morazanista que tienen una actividad exótica, alguna
insurrección errante y sin una acción adecuada a las circunstancias.
En contraparte, hay una consolidación de los
organismos de derecha. No ha sido posible una respiración libertaria. La
Universidad misma está ocupada desde hace tiempo y las organizaciones de
izquierda en ese ámbito son manipuladas.
—¿Tienen alguna incidencia los
intelectuales?
—Se critica, pero casi
nunca en público, en privado. No trasciende a la noticia. El comunicado, una
manifestación en bloque no existe desafortunadamente.
—¿Qué causas particulares de Honduras pueden
señalarse para esta cultura de la violencia?
—La miseria que a veces se
transforma en sub-miseria. No tenemos fuentes de trabajo, no tenemos una
producción grande y sin ella nada existe. Los partidos políticos mayoritarios
tampoco han tenido un programa de rescate social. Es falsa la existencia de un
programa para ir cambiando realidades espantosas.
También existen con altos porcentajes: analfabetismo,
mortalidad infantil, en el campo no hay una reforma agraria científicamente
aplicada. La economía está en bancarrota, el país tiene una deuda externa en
ascenso. La devaluación es severa.
Los partidos políticos tradicionales no tienen participación
seria en el desarrollo del país. Ellos son los responsables verdaderos e
históricos del desastre. Los líderes y los gobiernos respectivos en sus
diferentes tiempos.
—La situación de inseguridad también
afecta a la literatura nacional, recientemente falleció la escritora Clementina
Suárez ¿Qué otras pérdidas se han registrado?
—La cultura de la muerte
en Honduras no es, por decirlo, como la de Guatemala. Allí Otto René Castillo
fue quemado vivo. En mi país se dan otras motivaciones. Ha habido una
destrucción muy interiorizada. Personajes de la alta burguesía se han inmolado.
Es decir, no han sido de tipo político, sino motivo de una angustia existencial
sin salidas posibles, ha sido un drama interior resuelto a través de la idea
del suicidio. Los grandes escritores han caído víctimas de esta cultura de la
muerte complementada con el suicidio lento a través del alcoholismo.
—¿A quienes puede mencionar?
—Marcos Carías Reyes,
Manuel Molina Vigil, Jorge Federico Travieso, José Antonio Domínguez, todos
ellos suicidados. Otros, muertos en circunstancias trágicas serían Jacobo
Cárcamo, Daniela Inés, Ramón Anaya, Claudio Barrera y Clementina Suárez, muerta
a los 90 años y sin motivo para la saña con que fue hecho, sin conocerse al
asesino porque ha habido ocultamiento
de información. Su muerte sigue siendo un misterio.
—¿Qué
directrices sigue la literatura hondureña en ese contexto?
—Desde el punto de vista
técnico se ubica en tres corrientes post-vanguardistas: la poesía conversacional,
la poesía testimonial, de denuncia y la poesía amorosa o erótica. Hay esfuerzos
serios para escribir poesía de manera permanente.
—¿Y en narrativa?
—La única persona que
podría mencionar por su trabajo es Jorge Medina. En Honduras no es muy
abundante la narrativa. No sucede como en otros lados. La poesía siempre ha
tenido un signo preponderante. Hay que mencionar el surgimiento de la crítica,
que ha sido una de las ausencias notorias. En cambio el nivel de la crítica
tiene calidad, la cual es necesaria por su contribución al esclarecimiento, la
sedimentación del trabajo artístico.
—¿Cómo ve la literatura de dimensión continental?
—En el país están frescas
las corrientes de los grandes maestros de la literatura hispanoamericana: Vallejo
(César) que sigue siendo una fuente de consulta necesaria y en estudio; Vicente
Huidobro, o de factura reciente como el argentino Juan Gelman, residido en
México. Existe una conquista cada vez mayor de lo que se puede llamar literatura
hispanoamericana, porque su existencia ha sido cuestionada por algunos.
Hay una literatura mexicana, peruana y en nuestras
parcelas centroamericanas la estamos elaborando, aunque existen formar
larvarias de una literatura hondureña. Estamos trabajando en ello. Somos países
jóvenes y tenemos conciencia de una carencia.
—¿Qué literatura tenemos en este fin de
siglo, con el marco sociopolítico que usted ha reiterado?
—Es temprano para
encontrar una respuesta artística a un fenómeno social de semejante envergadura.
En Honduras se ha iniciado —decía— una literatura de ocupación,
porque estamos ocupados por fuerzas norteamericanas. También se ha
experimentado con la literatura en torno a la guerrilla de los países del área.
De tal manera que tendrán que partirse para el curso de nuestra realidad
circundante, porque no puede pasar inadvertido.
Ha sido un suceso que, cuando surgió en 1917 — (con
la revolución bolchevique) dividió a los espacios literarios, filosóficos y
políticos en dos partes— su fenómeno generará una reacción.
En El Salvador, una campesina me contaba el mensaje
interpretado por ellos en el canto de un pájaro. Esa podría ser la respuesta,
el pájaro dice: «tras un tiempo viene otro tiempo».
El mismo Marx decía que la historia se repite alternadamente:
una vez como comedia y
otra como tragedia. No hay nada estable, recuérdese que dentro de 8 años
estaremos en el cambio de milenio, todavía restan países por precipitarse y potencias
que pueden desaparecer como tales.
—Retornemos a un asunto de reflexión en
este Encuentro: 1942-1992 ¿Qué nos dice esa fecha?
—Es de discusión, hasta en
el nombre ha habido polémica Algunos han opinado que una celebración sería como
festejar el pasado de España y su relación de dominio con los árabes. No se
trata de una celebración de los 500 años: hubieron cerca de 100 millones de muertos
y con probabilidad, el genocidio más grande en la historia de la humanidad; no
podemos hacer algo sobre un montón de sangre derramada.
Otra de las altas cimas de conquista cultural es el
idioma, que tiene un valor extraordinario por ser el español condicionado a nuestras
reacciones propias. Nuestra cultura debe elaborarse en forma permanente. El término
sería así, el aniversario de una conquista. No podría ser descubrimiento porque
éste fue recíproco, los españoles descubrieron a los naturales, pero ellos a
los otros.
—¿Qui hace actualmente
Roberto Sosa?
—Concluí recientemente una selección de poesía morazánica. Preparo un libro con entrevistas a escritores hondureños: Diálogo de sombras. Tengo la idea de seguir escribiendo poesía, estudiando. La escritura poética requiere una larga preparación.
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