Fotografía: Rogelio Cuéllar |
DAVID TOVILLA
DIARIO POPULAR ES!
Otro es el tiempo, de Claudia Hernández del Valle Arizpe es uno de los primeros títulos de la colección "Textos para abrir el milenio", de las ediciones del Instituto Chiapaneco de Cultura. Hace días, fue presentado por Alberto Rico, Gabriela Balderas, JesúsMorales Bermúdez y la autora, quién accede a conversar:
"El poemario Otro es el tiempo da continuidad a un trabajo publicado por la UNAM: Trama de arpegio. Los temas son los mismos, como en toda la gente que escribe poesía. Hay obsesiones, temas recurrentes. En mi caso: el tiempo y el pasado. Eso es algo muy femenino. Ya decía Miguel Ángel Asturias, que todas las mujeres vivimos en el pasado y cualquier intento de sacarlas de él es vano. No lo digo con gusto, es horroroso vivir anclado en el pasado. En mi trabajo, por ello, hay un deseo legítimo y sincero de desaprender de esa atadura. Otra de las ideas, es que el amor puede, si no ser la salvación, si ayudar a vivir".
—¿Qué representa para ti la poesía?
— La poesía es algo no práctico, pero sí indispensable. Hay quienes dicen que la poesía no tiene utilidad. Claro, no tiene que ver con el culto a lo funcional, a aquello que sirve de manera inmediata, pero es vital, porque es una expresión atemporal de necesidad, tanto para el poeta como para el lector.
—Asociada como una expresión vital, ¿una actitud?
—Ese ha sido uno de los grandes lastres, algo que ha truncado la carrera de algunos poetas. Esto, por pensar que la actitud de poeta rebasa al oficio mismo. Se quiere parecer poeta todo el tiempo, sostener la actitud. En mi caso, son puros cuentos: tengo una hija, trabajo, cuido un hermano enfermo, trabajo; una persona más que sobrevive y se atiende desde los dientes hasta la depresión. La actitud de poeta es para la juventud, pasados los treinta años, eso no funciona y se olvida.
—No me refería a lo que se ha señalado como "bohemia" o a la tendencia a priorizar la vida social cultural sobre la obra, sino a la actitud integral frente a la vida sustentada sobre una particular sensibilidad de los auténticos y trascendentes creadores.
—En ese sentido es obvio. La gente que escribe poesía es más contemplativa. El poeta tiene otra percepción del tiempo. El tiempo real se torna ficticio, imaginario. Si se puede hablar de una actitud más poética frente a la vida, tiene que ver con el entendimiento del tiempo y con el afán de cambiar todo. Alterar la realidad y el tiempo.
—El elemento temporal remite, por ejemplo, a las generaciones. ¿Cuál es la tuya y como ves su participación en la vida cultural?
—Es la de los poetas nacidos en los sesenta. Esta se encuentra dividida en dos corrientes: quienes piensan en la forma como lo más importante; y, aquellos que, por contrario, la consideran retórica, artificio y para ellos, lo más importante, es decir. Dicha separación empobrece a la poesía. No existe una idea con mayor inteligencia que asocie ambas posturas y elabore una poesía enriquecida. Eso es absurdo. Pero dentro de esa generación, hay gente valiosa como Roberto Rico y Ernesto Lumbreras.
Por otra parte, creo que la literatura mexicana actual, está recibiendo muchos aportes de las mujeres, independientemente de que se cuestionen los méritos de Ángeles Mastretta para vender muchos libros o de Laura Esquivel para vender doscientos mil ejemplares en Estados Unidos. La realidad es que las mujeres están escribiendo y publicando más que antes. En poesía y narrativa. No es bueno ni malo: es un fenómeno. Otro es que las mujeres se leen entre sí, los hombres todavía no se hacen a la idea de leer la producción femenina.
—Claudia, los adictos del suplemento Sábado de Uno más uno conocen algo que llama tu atención: la gastronomía. ¿Qué haces regularmente al margen de la poesía?
—Para vivir, escribo guiones. Por ahora con TV-UNAM. Siempre lo he hecho para televisión. Ahora, iniciaré un guion cinematográfico. Veremos. Hago más trabajo de índole periodística para un libro que causará bastante polémica por ser un tema álgido. Será un texto dónde se tratará el estado real del patrimonio cultural del país. Es algo producido por un grupo de periodistas culturales independientes. Entonces, combino la labor periodística con la escritura de poesía y la docencia:
Soy maestra de literatura mexicana; pronto daré dos materias: ''Literatura y Gastronomía'' y ''Gastronomía y Arte'', como parte de una nueva carrera, Allí entra lo del suplemento Sábado. Escribo sobre gastronomía no sobre cocina como me dicen algunos, porque es parte de la cultura. Quien diga no importarle lo que come está mintiendo. Además, tampoco temo que me califiquen de frívola, superficial o no feminista —que no lo soy. Es un tema que ha estado muy estigmatizado: la comida es para las mujeres, las brutas o para las poses: Martha Chapa y demás. La comida no es eso, tiene algo muy humano. Me divierte escribir sobre eso.
—Claudia, anteriormente diste una conferencia sobre Rubén Bonifaz Nuño...
—Es una influencia que hasta me asusta, pero tendré siempre. Hice mi tesis sobre su obra. Un trabajo que publicará la Universidad de Pittsburgh.
—¿Qué le debes a Bonifaz Nuño?
—Mucho. Es un poeta que supo conjuntar el más absoluto rigor, heredado de la tradición grecolatina, con nuestras voces populares, inclusive, la canción, el refrán. Es un hombre que logró fusionar lo que antes parecía inconcebible de unirse, y de ello resultara algo de valor. Por ejemplo, atreverse a sacar los sonetos ''Pulsera para Lucía Méndez '', le costó muy caro. Lo criticaron, pero fue una expresión de sabiduría
Rubén Bonifaz Nuño ha hecho escuela por el hondo conocimiento de la métrica y la retórica que ha sabido emplear para enriquecimiento de la lengua y del lenguaje poético. Hay un dominio absoluto de ciertos versos: el endecasílabo, el decasílabo, de la combinación de ciertos metros. Su sonido es alucinante. Además, ha incorporado algo fundamental: el amor y respeto a la tradición prehispánica.
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