DAVID SANTIAGO TOVILLA
DIARIO POPULAR ES!
El libro La Mate, de María de Lourdes Morales Grajales, es el número 17 de la serie literatura, editada por el Gobierno del Estado a través del Instituto Chiapaneco de Cultura. Conversamos con la autora:
—¿Qué puede decir del cuento como género?
—Creo que todos, cuando empezamos a escribir, tenemos
la pretensión de escribir novela. Eso explica el alargamiento de los textos.
Después, nos damos cuenta de que la capacidad de resumen es importante. Ya se
ha dicho mucho de la técnica del cuento: que la novela termina por decisión
autoral y el cuento por nocaut, como señalaba Julio Cortázar. El cuento
debe terminar por la necesidad del clima, de los personajes, no por decisión
autoral: aquí me gustó y termino. Escribir cuento es resumir en pocas
cuartillas una anécdota. Escribir novela es otra cosa. No creo hacerlo. Me
queda grande el espacio. Yo tengo la necesidad de abreviar, terminar pronto.
—¿Cuál es la estructura de los cuentos de La maté?
—Pasa algo curioso. Los primeros son muy largos. Los
más recientes son cortos. De una o dos cuartillas. Uno escribe y se engolosina
con las palabras, se llena de paja. Después viene la autocensura, la
disciplina. Pero eso se aprende con el ejercicio. Uno aprende a ser mesurado.
No envolverse en palabras gratuitas, repetitivas. Antes, escribía once o doce
cuartillas. Los he revisado actualmente y tienen muchas repeticiones. En los
trabajos recientes hay capacidad de síntesis. Es muy notorio.
—¿Puede abundar?
—Es un material guardado por años que no había
publicado por pudor. No consideraba madura la obra. La Maté se integra
por veinte cuentos. Se inicia con algo de 1970, cuando no perteneciera a un
taller. No tenía la disciplina de ahora, pero es cuando empecé a tomar en serio
la escritura. Termina con un cuento reciente. Sigue un orden cronológico. Se
nota en los pasos que he dado. Hay una consolidación del trabajo del escritor.
—¿Cuáles son los temas?
—Son vivencias: algunas obtenidas en mi trabajo
teatral. Encuentros con la muerte. El odio, el amor, la humillación. Humilló,
zarande, golpeó a los personajes, aunque no los degrado, ni los dejó indefensos.
Son personajes de la vida real, humanos. Personajes que se pueden encontrar en
cualquier parte. No hay exageración. Es acondicionar hechos a la literatura.
—¿Cómo humaniza a esos personajes?
—Decía: son muy reales. Yo jamás escribiría ciencia
ficción. Tengo urgencia por hablar de lo que me duele. Por ejemplo, el cuento
llamado “Crisálida”. habla de una mujer que emigra por la guerrilla en
Guatemala. ¿Qué salidas tiene? La prostitución, la muerte. Ese es un personaje
real. En otro, el protagonista es un concertista que llega a un lugar donde no
conocen la música. La reacción de la gente es de asombro y ve despertadas la sensibilidad
adormecida por la miseria.
—Prefiere titular el libro con otro cuento, "La
maté”, en el que se notan las implicaciones de sus incursiones en el teatro.
—Ese cuento es un acto de contrición. Tenía la necesidad
de sacar cosas que me carcomían el alma. Yo uso las serpientes como símbolos.
Las mato en mi cuento, pero mato en mí misma mucho de lo que obstruía la posibilidad
de dar a conocer mi trabajo, por eso la maté.
—¿Puede precisar el simbolismo de la serpiente?
—Los psicólogos dirían que es un trauma. Es posible.
Yo viví en una casa fuera de la ciudad al pie de un cerro. En época de lluvia,
las serpientes bajaban y andaban por la casa. vivíamos aterrorizados ante la
posibilidad de, al bajar de la cama, pisar una serpiente. Era un medio tropical:
Tonalá.
Arrastré ese terror durante mucho tiempo. Yo veía una
estampa en un libro y lo cerraba inmediatamente. Inclusive consulte
especialistas porque necesitaba superar ese problema. Me recomendaron tocarlas,
verlas en los zoológicos, pero no fue suficiente. Siempre he dicho que se pudre
lo que no sacamos. Con “La maté”, mató la serpiente que me acosó hasta hace
poco tiempo. Así como ese, hay otros cuentos en los que he vertido el veneno
que hacía daño. Son símbolos que he manejado. La serpiente es uno de ellos.
—¿Y los otros?
—Son cosas que me inquietan. Por ejemplo, el
movimiento por despenalizar el aborto. Me movió a narrar los puntos de vista
diferentes: la mujer religiosa que siente condenarse en el infierno por abortar;
y, quien, consciente de su realidad, decide hacerlo. Ya el lector dirá, no saco
conclusiones ni doy consejos. Expongo situaciones y los lectores dirán. No
enjuicio. Lo único que hay de moral en mí es mi apellido. No debe ser el papel
de un escritor ser moralista.
—Menciona dos asuntos que revelan una preocupación por
la situación de la mujer. ¿Una orientación feminista?
—Parto de mi realidad como mujer. Expongo la de otras
mujeres. Me hermano con ellas. Si en determinado momento tuviera la necesidad de
tomar una actitud, adoptaría la posición de defensa de los derechos de las
mujeres.
Si mi arma es escribir sobre las mujeres lo hago.
Repito, si se ofreciera la necesidad de tomar una posición más radical sería
una feminista radical.
—Para la literatura no hay géneros, pero no se puede
negar la incidencia de la pertenencia a uno de ellos para el desarrollo
profesional ¿Cuál es su experiencia?
—Es cierto. A veces, me he sentido rechazada por el
hecho de escribir. Se me decía "tú lees al final". Yo pertenecí a la
peña literaria Xinachtli, que no se si existe porque me retiré, donde
había compañeros que si discriminaban el trabajo de la mujer. Esa era una de las
razones por las que no me sentía a gusto. Quizá eso me llevó a guardar mis
cuentos. Me lesionó.
—¿Y en la actualidad?
—Creo que se le está dando su lugar a la escritora.
Hay pruebas de ello. Es menos la discriminación. No está totalmente erradicada,
pero hay más apertura. Es definitivo. Es más, la calidad de las compañeras
escritoras es mayor.
—¿Continúa con la escritura?
—Sí. El escritor no puede descansar, a menos que sea
un Juan Rulfo. Se tiene el compromiso de seguir escribiendo hasta tener una
obra consolidada y firme. Escribo con frecuencia en los pocos ratos libres que
tengo. Trabajo mucho.
—¿Cuáles son sus hábitos de escritura y lectura?
—Tengo poco tiempo para leer lamentablemente. Pero le
robo tiempo a mis horas de descanso. Tengo la mala costumbre de leer dos o tres
libros al mismo tiempo. En cuanto a escritura, me molesta mucho el ruido y no
tengo la posibilidad de aislarme. Escribo cuando puedo separarme de eso. Además,
no puede darme el lujo de tener hábitos porque soy de medio tiempo. Escribo
ideas en distintos lugares, para trabajarlas después.
—Una declaración final...
—La publicación de La maté es muy importante. Rompí
con muchos miedos: a decir cosas carentes de seriedad, a enfrentarme, a no ser
sincera. Trato de serlo. Mi libro está expuesto a la aceptación y al rechazo.
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