Fotografía: E.B. Sylvester |
DIARIO POPULAR ES!
"¡Pelos!" es actualmente una expresión anacrónica. El grito entusiasta, generalmente pronunciado por hombres excitados ante el baile de las muchachas, en los centros nocturnos, pertenece al pasado. Ahora no son necesarias las peticiones. Ellas permiten ver eso y hasta colocar sus genitales en el rostro de los clientes que se dejan.
Un grito connotativo para urgir al sexo. Una palabra con toda la fuerza de su gravedad; cargada de erotismo en una fase burda, lejos de la refinación de "vello" o de la suavidad de "cabello".Los pelos, sin embargo, están por todas partes. Instalados o no. Luciéndose hermosamente en alguien a quien el viento ondea la abundancia; o mostrándose en los giros de la sien. Ya sea rodando en los rincones de inmaculadas oficinas. Semi cubriendo la pichancha de cualquier coladera.
Una parte muy nuestra, independientemente del área de donde provenga. Los cabellos, como otros fetiches, están en la cotidianeidad, aunque no siempre asociados con sus vertientes conmovedoras. Una de las alternativas para acercarse a la apreciación de ese elemento es el libro de Luisa Futoransky, titulado precisamente Pelos. Uno de los títulos más difundidos por la Biblioteca Erótica de las ediciones "Temas de hoy".
Futoransky no deja nada fuera de su estudio. Leyendas con carácter mitológico en donde el cabello es una característica importante; costumbres; usos, relaciones, amigos y enemigos, personajes, etcétera. Por eso, en su recuento destaca la historia de Sansón y Dalila "la pareja más popular en ardides capilares"; la Cabellera de Berenice, que se creyó, en su tiempo, de una promesa a la diosa Afrodita se convirtió en una constelación; o bien, Medusa, quien ve convertida su admirable cabellera en serpiente por celos de Atenea.
Como se puede ver en un suplemento sabático de este diario, todos los hechos, objetos y fenómenos, son en esencia culturales. Futoransky hace lo propio con los pelos. Están presentes y particularizados en la literatura, desde el Cantar de los cantares, hasta la literatura contemporánea, Lamartine, Mallarmé, Maupassant, Keats, Vargas Llosa, García Márquez. Rossetti.
Retomemos la cita de Baudelaire, para quien -dice la autora- la cabellera se transforma en el vehículo que transporta al Oriente, al sueño y a todo lo soñado: "Déjame morder largamente tus trenzas negras y pesadas. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos, brillantes y rebeldes, creo devorar recuerdos"
Más reciente, R.H. Moreno Durán: "De arriba a abajo, el blasón me enseña las axilas y, contra el extendido furor depilatorio, me revela un denso y negrísimo vellón, empapado por una humedad perseverante, preludio de otras cenagosas sorpresas... en los lindes del pubis, el vello que vuelve a hacerse profuso y acogedor, por lo que los hábiles dedos o labios del amante deben constantemente abrirse paso para que el hallazgo prepare la comunión, es decir, el diálogo máximo... ''.
Fotografía: Jos Del Duca |
También hay hechos curiosos. Como hace dos días un cable comentara la existencia del museo de la mariguana en Suiza, Pelos consigna la exposición del Musco de Artes y Oficios de Basilea, hecha en 1990: “entre los atractivos turísticos de la exposición se presentó una prolija colección de pelos pubianos de fines del siglo pasado y comienzos de la Belle Epoque''.
No podían faltar los peluquines y las pelucas exigidos por la sociedad en siglos anteriores. Por una parte: las pulgas, piojos y ladillas que siguen al cabello; por otra: champoos, enjuagues, colorantes, jabones que con fines comerciales motivan, al "cuidado" de los pelos.
Esos que las modas actuales prefieren ver reducidos en cortes pequeños que finalizan en un navajazo, y que tardará para convencerlas de la voluptuosidad de la cabellera larga, el vello en las axilas y en las partes externas.
Bien por Pelos de Luisa Futoransky y más, por su inspiración real.
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