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Dos de septiembre. Día de muertos. Uno después del día
del presidente. Las crónicas hablan de esta más que de la otra festividad. En
ellas, el tapado tuvo fuerte presencia. No faltó tampoco en los diálogos de Bienvenido
Conde Drácula. Libreto adecuado consecutivamente por su autora, Dolores
Montoya, de acuerdo con los tiempos de presentación. Y más si son sucesión,
como se dice en uno de los diálogos.
La obra en el escenario concebido, de donde proviene
la mayoría del caló empleado: Chiapa de Corzo. Aquí Bienvenido Conde Drácula
refrenda el éxito que consiguió con los años. Repite la demanda que, dicen,
tuvo en la temporada 1993 en el Teatro de la Ciudad. Hecho aún no del todo
convincente para el medio local, pero superado por la persistencia y el empeño
de Lola.
La respuesta del público es importante. Localidades
agotadas en Tuxtla Gutiérrez para la celebración de las cien representaciones.
El exconvento de Santo Domingo lleno como escasas ocasiones. Pocas sillas,
gente de pie en la planta baja y en el primer piso.
Bienvenido Conde Drácula y su capacidad de convocatoria.
Un argumento sostenido en lo esencial. Siempre renovado. Con agregados que le
dan frescura y cotidianidad. Elementos identificables en la llamada cultura
popular. La regional, pero también aquella popularizada por la fuerza de los
medios de difusión, principalmente la televisión. Hoy es común el conocimiento
del número 911 para un rescate, aunque no se tenga teléfono celular. Detalle
con certeza consignado en labios de Drácula, protagonizado ahora por Eduardo
Javkin.
Es la obra que ya Eduardo Marcial Corzo destacara en
un Encuentro de Intelectuales: «Bienvenido Conde Drácula no hace otra
cosa que jugar con nuestros valores, la gran tradición oral es fuente de varios
relatos, los cuentos de misterio a fin de cuentas es el respeto a la muerte con
divinidad, el miedo a lo imponente; la obra citada usa la forma más práctica
para libramos del miedo que es la farsa, la risa descarnada por los personajes
es el escudo para cubrirnos de nuestras angustias».
Parodia, ironía que desembocan en la risa colectiva.
El chiapaneco enfrentado e irreverente ante sus propias leyendas: la mala
mujer, la tichanila, la tizigüa, el coco, el sombrerón, la llorona. Muertos
vivientes en otro mundo, pero enraizados en éste.
El lenguaje como instrumento psicosocial, según plantea Marcial
Corzo: «En el conflicto de la obra los espantos regionales se burlan del pobre
Conde Drácula con la satisfacción de estar conscientes que el personaje no
entiende lo que pasa a su alrededor y con esto liberan todo lo malo que en él
se encuentra. El personaje central, totalmente al descubierto es objeto de
escarnio, se ve claramente la venganza del pueblo en una violencia contenida
que brota de manera sutil en el lenguaje propio de los chiapanecos». De allí la
reivindicación de una de las brujas-personaje por hablar como queremos.
Infinidad de elementos que llevaron a las cien
representaciones a la obra de Dolores Montoya, lo cual, expresa: «Significa un
momento muy emotivo. Fuimos contando nuestras presentaciones iniciadas el 26
agosto de 1987. Recorrimos el estado una, dos o hasta tres veces. Sirvió porque
adaptamos aspectos de los lugares visitados. Investigábamos un día antes. Con
la inclusión había mayor aceptación. Hasta llegar al domingo pasado a las cien
representaciones.
«La placa fue develada por el público chiapaneco. Una
idea muy aplaudida. No puedo menospreciar a mis maestros: Luis Alaminos,
Gustavo Acuña, Chelis Solís. Si invitaba a uno quizá se sentiría otro. Y como
en Chiapas no estamos acostumbrados a develar una placa, decidí que lo hiciera
el público, es quien ha hecho posible eso».
—Doña Lola, no son los mismos personajes…
—No. En el programa de mano hago un reconocimiento a
quienes estuvieron conmigo. Se fueron, estudiaron, se casaron. Fue el caso de
Ceín Balcázar o Carlos Cruz Lara viven en México. Un magnífico Cuasimodo fue
Jorge Enrique Torija, quien también cambió de residencia. Lo bueno es que
siempre hay gente.
—¿Esto implica alguna dificultad, casi
volver a empezar?
—Sí, naturalmente. Todo implica dificultades. Tanto el
manejo de las brujas como de los principales actores. Si en esta ocasión no
actúo. Dejé de hacer el papel de la tizigüa porque quería ver la
obra. Después de seis años, por primera vez vi mi obra en el Teatro de la Ciudad.
—¿Seguirá representando a ese personaje?
—Sí, es mío. Pero será en otra temporada. Esta se
cierra el viernes. Nos despedimos porque haré un programa para el Instituto
Chiapaneco de Cultura. Un homenaje a Cri-Cri, que preparé a los niños para el
teatro. Iniciaremos el año con dos obras: El capitán Malinche y Romeo
y Julieta.
—Esta última ya tiene años preparándola
...
—Sucede que la trama me ha enredado. Es muy difícil
adaptar a Shakespeare. Como es chiapaneca debo cuidar que no se confunda con Bienvenido
Conde Drácula. Ya tengo varios intentos, no lo he logrado, pero voy a
seguir luchando.
—Entre sus compañeros teatristas ¿cómo es
recibido su estilo?
—No sé. Me han apoyado. Han acudido a las
presentaciones. No sé
i
algún día ellos hagan una obra al estilo chiapaneco; y entonces, la gente diga están
copiando a Lola, porque podría prestarse. Creo que hay muchos temas. A los
chiapanecos les gusta este teatro. Cómo nos expresamos.
—Siempre tiene en mente a "la
gente". ¿Qué piensa debe conseguir el teatro?
—Esa pregunta coincide con algo que platicábamos con
Coral Aguirre, una de las mejores maestras del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Ella dice no saber si es la crisis o los tiempos, pero ha visto que en México
no se ve el teatro clásico. Quieren ver cosas que les distraiga de los problemas
que tiene el país. Llevar el teatro a las masas es una buena respuesta Hay magníficas
obras que sólo son vistas por diez o quince personas. Coincido con esto. Es muy
difícil sacar al público de la televisión y que acuda a ver teatro. Eso lo ha
conseguido Bienvenido Conde Drácula. No sé si el día de mañana este
teatro caiga mal y regresemos a los clásicos. En teatro no hay nada escrito.
—Un término que llama la atención por su
constante uso es el de mampo (homosexual), en esta versión de su obra…
—Me di cuenta de esa redundancia. Pasa que es un
problema social. Los homosexuales están en pleno centro de la ciudad. El uso
abundante fue un error que no quise quitar. Todos los días es noticia en los
periódicos. El término mampo se aplica en distintas escenas de la obra.
Reconozco la redundancia.
—La pregunta tenía otra orientación. El
término, en ocasiones, es despectivo…
—No. Que tenga algo en contra de ellos, de ninguna
manera. No, respeto su vida.
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