“Las masas no asisten al teatro clásico”: Dolores Montoya


DAVID SANTIAGO TOVILLA

DIARIO POPULAR ES!

Dos de septiembre. Día de muertos. Uno después del día del presidente. Las crónicas hablan de esta más que de la otra festividad. En ellas, el tapado tuvo fuerte presencia. No faltó tampoco en los diálogos de Bienvenido Conde Drácula. Libreto adecuado consecutivamente por su autora, Dolores Montoya, de acuerdo con los tiempos de presentación. Y más si son sucesión, como se dice en uno de los diálogos.

 

La obra en el escenario concebido, de donde proviene la mayoría del caló empleado: Chiapa de Corzo. Aquí Bienvenido Conde Drácula refrenda el éxito que consiguió con los años. Repite la demanda que, dicen, tuvo en la temporada 1993 en el Teatro de la Ciudad. Hecho aún no del todo convincente para el medio local, pero superado por la persistencia y el empeño de Lola.

 

La respuesta del público es im­portante. Localidades agotadas en Tuxtla Gutiérrez para la celebración de las cien representaciones. El exconvento de Santo Domingo lleno como escasas ocasiones. Pocas sillas, gente de pie en la planta baja y en el primer piso.

 

Bienvenido Conde Drácula y su capacidad de convocatoria. Un argumento sostenido en lo esencial. Siempre renovado. Con agregados que le dan frescura y cotidianidad. Elementos identificables en la llamada cultura popular. La regional, pero también aquella popularizada por la fuerza de los medios de difusión, principalmente la televisión. Hoy es común el conocimiento del número 911 para un rescate, aunque no se tenga teléfono celular. Detalle con certeza consignado en labios de Drácula, protagonizado ahora por Eduardo Javkin.

 

Es la obra que ya Eduardo Marcial Corzo destacara en un Encuentro de Intelectuales: «Bienvenido Conde Drácula no hace otra cosa que jugar con nuestros valores, la gran tradición oral es fuente de varios relatos, los cuentos de misterio a fin de cuentas es el respeto a la muerte con divinidad, el miedo a lo imponente; la obra citada usa la forma más práctica para libramos del miedo que es la farsa, la risa descarnada por los personajes es el escudo para cubrirnos de nuestras angustias».

 

Parodia, ironía que desembocan en la risa colectiva. El chiapaneco enfrentado e irreverente ante sus propias leyendas: la mala mujer, la tichanila, la tizigüa, el coco, el sombrerón, la llorona. Muertos vivientes en otro mundo, pero enraizados en éste.

 

El lenguaje como instrumento psicosocial, según plantea Marcial Corzo: «En el conflicto de la obra los espantos regionales se burlan del pobre Conde Drácula con la satisfacción de estar conscientes que el personaje no entiende lo que pasa a su alrededor y con esto liberan todo lo malo que en él se encuentra. El personaje central, totalmente al descubierto es objeto de escarnio, se ve claramente la venganza del pueblo en una violencia contenida que brota de manera sutil en el lenguaje propio de los chiapanecos». De allí la reivindicación de una de las brujas-personaje por hablar como queremos.

 

Infinidad de elementos que llevaron a las cien representaciones a la obra de Dolores Montoya, lo cual, expresa: «Significa un momento muy emotivo. Fuimos contando nuestras presentaciones iniciadas el 26 agosto de 1987. Recorrimos el estado una, dos o hasta tres veces. Sirvió porque adaptamos aspectos de los lugares visitados. Investigábamos un día antes. Con la inclusión había mayor aceptación. Hasta llegar al domingo pasado a las cien representaciones.

 

«La placa fue develada por el público chiapaneco. Una idea muy aplaudida. No puedo menospreciar a mis maestros: Luis Alaminos, Gustavo Acuña, Chelis Solís. Si invitaba a uno quizá se sentiría otro. Y como en Chiapas no estamos acostumbrados a develar una placa, decidí que lo hiciera el público, es quien ha hecho posible eso».

 

—Doña Lola, no son los mismos personajes…

 

—No. En el programa de mano hago un reconocimiento a quienes estuvieron conmigo. Se fueron, estudiaron, se casaron. Fue el caso de Ceín Balcázar o Carlos Cruz Lara viven en México. Un magnífico Cuasimodo fue Jorge Enrique Torija, quien también cambió de residencia. Lo bueno es que siempre hay gente.

 

—¿Esto implica alguna dificultad, casi volver a empezar?

 

—Sí, naturalmente. Todo implica dificultades. Tanto el manejo de las brujas como de los principales actores. Si en esta ocasión no actúo. Dejé de hacer el papel de la tizigüa porque quería ver la obra. Después de seis años, por primera vez vi mi obra en el Teatro de la Ciudad.

 

—¿Seguirá representando a ese personaje?

 

—Sí, es mío. Pero será en otra temporada. Esta se cierra el viernes. Nos despedimos porque haré un programa para el Instituto Chiapaneco de Cultura. Un homenaje a Cri-Cri, que preparé a los niños para el teatro. Iniciaremos el año con dos obras: El capitán Malinche y Romeo y Julieta.

 

—Esta última ya tiene años preparándola ...

 

—Sucede que la trama me ha enredado. Es muy difícil adaptar a Shakespeare. Como es chiapaneca debo cuidar que no se confunda con Bienvenido Conde Drácula. Ya tengo varios intentos, no lo he logrado, pero voy a seguir luchando.

 

—Entre sus compañeros teatristas ¿cómo es recibido su estilo?

 

—No sé. Me han apoyado. Han acudido a las presentaciones. No sé i algún día ellos hagan una obra al estilo chiapaneco; y entonces, la gente diga están copiando a Lola, porque podría prestarse. Creo que hay muchos temas. A los chiapanecos les gusta este teatro. Cómo nos expresamos.

 

—Siempre tiene en mente a "la gente". ¿Qué piensa debe conseguir el teatro?

 

—Esa pregunta coincide con algo que platicábamos con Coral Aguirre, una de las mejores maestras del Instituto Nacional de Bellas Artes. Ella dice no saber si es la crisis o los tiempos, pero ha visto que en México no se ve el teatro clásico. Quieren ver cosas que les distraiga de los problemas que tiene el país. Llevar el teatro a las masas es una buena respuesta Hay magníficas obras que sólo son vistas por diez o quince personas. Coincido con esto. Es muy difícil sacar al público de la televisión y que acuda a ver teatro. Eso lo ha conseguido Bienvenido Conde Drácula. No sé si el día de mañana este teatro caiga mal y regresemos a los clásicos. En teatro no hay nada escrito.

 

—Un término que llama la atención por su constante uso es el de mampo (homosexual), en esta versión de su obra…

 

—Me di cuenta de esa redundancia. Pasa que es un problema social. Los homosexuales están en pleno centro de la ciudad. El uso abundante fue un error que no quise quitar. Todos los días es noticia en los periódicos. El término mampo se aplica en distintas escenas de la obra. Reconozco la redundancia.

 

—La pregunta tenía otra orientación. El término, en ocasiones, es despectivo…

 

—No. Que tenga algo en contra de ellos, de ninguna manera. No, respeto su vida.