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A Fernando Trueba se le recuerda por esa cinta difundida a través de la empresa Macondo Cinevideo: Sal gorda. En ella se ocupó de la España de los 80, haciendo eco de la ironía y el humor negro que parece ya caracterizan a1 cine español.
Ahora, en Belle Époque Trueba se ocupa del
contexto imperante en aquel país, un año antes de la proclama de la
"Segunda República", hecha en 1931. Momento de cuestionamiento a órdenes,
poderes e instituciones: la iglesia, el ejército y hasta el matrimonio, que son
señalados literalmente por sus implicaciones reaccionarias, en uno de los
diálogos de la cinta.
Belle époque
sigue la historia lineal acostumbrada, inclusive con un texto inicial que sitúa
muy bien el desarrollo de los acontecimientos: 1930. La anécdota gira en torno
a un soldado desertor, Femando, que conocerá casualmente a Manolo un viejo
solitario. Este recibe de sus cuatro atractivas hijas, cuando está por despedir
al joven, quien viajaría a Madrid, pero pretexta perder el ferrocarril para
quedarse y conocerlas.
E1 llamado del cuerpo que bien ha señalado el
director: “Hay esa cosa que espero que los seres humanos conservemos todavía de
los animales, en la que un olor, la cercanía de un cuerpo, un roce puede
significar algo". Esa mística del instante que ya se ha comentado en estas
páginas.
Femando será el atractivo de todas ellas y la película
registrará distintos momentos y conductas de ese predecible encuentro carnal.
Trueba no concluye el filme hasta no mostrar esos instantes, paralelos a la
presencia de los cambios sociales. Nunca muestra propiamente las escenas de milicia,
pero la evolución de los hechos está en el comentario de los protagonistas.
En frases, proclamadas por intelectuales como José
Ortega y Gasset, y extrañamiento por la falta de la firma de Miguel de Unamuno,
en uno de los casos. Son casos, pero también los personajes quienes construyen
esa época de largometraje.
De principio a fin, la información a donde se dirige
el interés de los guionistas se induce sin rodeos. No han pasado muchos minutos
después de los créditos cuando Belle époque ya está cuestionando la
disciplina militar. Por una parte, un desertor como héroe; por otra los
militares que lo encuentran y discuten sobre la procedente o no de su detención.
El de más rango, reveladoramente más convencido de la
inutilidad de la ortodoxia, citando pasajes en que las circunstancias han
cambiado y los militares actuando de acuerdo con ellas más que a criterios.
Esos que se repiten en los ejércitos del mundo como el respeto a las leyes de
la milicia. Supuestamente sustentados en el interés de la patria, concebida en
la entidad abstracta que corresponde a los poderosos determinar en qué términos
existe. Reglamento cuyo inflexible seguimiento no conduce más que a cometer
barbaridades como el asesinato. En el caso de la película de un familiar, el milico
cansado que decide soltar al joven.
Después, el sacerdote que sin hipocresías incursiona
en juegos y lugares mundanos. Ferviente admirador del pensamiento humanista, más
cercano al protestantismo que al catolicismo. Quien no usa los eufemismos
acostumbrados para disfrazar el lenguaje. Y además, participa en las
manifestaciones para la causa republicana.
Pero principalmente, las mujeres. Típicas de la hermosura
y los donaires de la mujer mediterránea: Violeta, Clara, Luz y Rocío, ésta
última protagonizada por Maribel Verdú, a quien habrá que seguir por los
atributos físico que expone en Belle époque.
Mujeres como ellas con quienes: siempre se pierde; se
les puede tocar el sexo, pero no el alma; se les conserva solamente en
sensaciones; se aprende a cantar; y, aparecen un día y desaparecen con él.
Frente a Fernando, del equipo de los hombres que son
una declaración permanente. Violeta de conductos lésbicas, obliga al muchacho a
vestirse de guapa sirvienta para el baile de carnaval. Situación en la que
tiene la primera relación sexual con un hombre, que en esas circunstancias no
lo es. Y con quien en una contraposición de papeles ha llevado a bailar
tango. Ella en el papel varonil, él en los pasos femeninos precisamente cuando
"el tango está contra la iglesia, lo prohibió, el Papa es infalible".
Conjunto de imágenes y conceptos que apuntan a las
connotaciones señaladas por Carlos Fuentes: "en el tango, la pareja cumple
un destino tanto individual como compartirlo, pero también se da cuenta de la imposibilidad
de controlarlo". Y a Violeta nadie la pretendió controlar; un padre comprensivo
que sabía de su conducta sexual y demuestra su sorpresa cuando el muchacho
confiesa su enamoramiento, debido al fugaz coito, y una madre que le recomienda
no casarse y buscar una joven comprensiva. El sexo en las actitudes más
naturales posibles.
Clara, joven viuda, para revelar más a aquello que
descalifican ilusoriamente cormo
perversiones que no lo son tanto y que abundan veladamente en la
película. Mujer que conduce a Fernando el sitio, a la orilla de río, en donde falleció
ahogado su esposo. Casi es la misma escena, porque el ínfimo amante igualmente
cae el agua. Algo de necrofilia. Para después de la salvación hacer el amor con
muy poca resistencia. Cero y van dos.
Rocío, por su parte, es novia de un torpe riquillo del
lugar. En busca del casamiento. No sabe si le quiere o le usa. Dice que sí y
no. El ese el hijo sobreprotegido o sobre poseído por la madre, esas
abominables defensoras de la tradición. Aquellas a las que él se dispone a
romper inclusive pasándose al bando de la república y renegando de la iglesia.
Que, como habrá oportunidad de ver, es circunstancial para conseguir a la muchacha.
Rocío no le da oportunidad de hacer el amor, una
noche, y él, echado, esta otra vez a favor del rey. Con una Rocío que, por
contrario, previamente ha cogido a Fernando. Por cierto, en una de las tomas
para la memoria erótica: las nalgas de Rocío movidas a consecuencia de su
llanto, cuando ella llora en su cama.
Y Luz, la más joven. La niña aún. Una Penélope Cruz
con dos años menos. Ya mujer anunciada, pero no tanto como en su papel
protagónico en Jamón jamón, el éxito cinematográfico de Bigas Luna, en
1993. Luz ficción o Penélope realidad es quien se acuesta con le desertor
finalmente, para comprobar su cariño: "si no me quiere podrás irte. Yo no
diré nada". La pareja que terminará casados por las leyes de la naturaleza
pues el día de la boda el sacerdote se ha suicidado.
Gran película que Fernando Trueba ha inscrito en la
cinematografía española. Merece verse.
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