De periodismo cultural, zapatismo y literatura con Benjamín Rocha


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Fotografía: Álvaro García

DIARIO POPULAR ES!

Benjamín Rocha es coordinador del diplomado en periodismo cultural de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Su trabajo ha estado relacionado con la edición. Actualmente con el Grupo Azabache que editó el destacado volumen de Las reinas del trópico. Ha hecho traducciones, de las que sobresale una novela de Rubem Fonseca:  Agosto publicada por Cal y Arena, en 1993. Escribe poesía.

 

—Benjamín. Ante la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se dice que, debía haber cambios de actitudes en el área de la creación, tanto en instituciones como los creadores mismos. ¿Qué opinas?

 

—Ante recientes, espero que haya cambiado la actitud de los intelectuales. Sobre todo, por el contexto en que se da: la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento de la Unión Soviética y los inminentes cambios en Cuba. Cuestiones que hacen surgir la problemática social presente desde siempre. Esta enfrenta al periodista cultural y a los intelectuales al hecho de que la cultura no sólo es la occidental o la del centro.

 

Hay otras raíces. Un México vivo. Que está despierto y constantemente desea ser escuchado. Pero no creo que sólo deben cambiar las actitudes de quienes ya hemos mencionado. Debe irse más allá. Modificar las actitudes. Impulsar un respeto hacia la pluralidad de personas. Tiene que haber no en la escritura, sino en la práctica, un respeto hacia todas las manifestaciones culturales que conforman el país. Es decir, que el periodista, un intelectual, debe saberse parte de una cultura rica con conocimiento real.

 

Uno de los grandes problemas ha sido el creer que sólo existe una vía cultural. Aunque la gente dedicada a la cultura no lo diga, lo practica de hecho. Los sucesos recientes presentan como una bofetada a la realidad del país los distintos estratos sociales en que estamos conformados. Es precisamente a ellos, a quienes hay que atender y ver. No sólo con recursos sino con el respeto de que su expresión cultural es tan válida como la de los mestizos.

 

El periodista cultural se carga a lo que viene de Europa, de Estados Unidos y del centro. Cuando hay un acercamiento al campo indígena, se piensa siempre en lo prehispánico, en la nota de color o en lugares comunes como el mosaico maravilloso, las culturas ancestrales. Los periodistas culturales conocen perfectamente las firmas francesas, estadounidenses o a los más recientes poetas mexicanos, aunque no sean tan buenos. Pero es ignorante en absoluto de lo que significa una pascola de los seris, de un pensamiento yaqui o una tradición lacandona. Se olvida de ellas. Se alejan de esa fuerza cuando el nuestro es un país mestizo. En los suplementos se ve siempre en lado occidental. Nunca el lado indígena. Los acontecimientos nos coloca en una expectativa para ver hacia esos lados. No por ellos. Los indígenas pueden y han vivido sin notas sobre ellos en los suplementos. Materiales que muchas veces son oportunistas. La función sería decirnos quiénes son, no tanto un asunto turístico, sino cómo comen, qué ven, qué piensan, como es su música, su literatura. Un poco lo que hizo Fernando Benítez en Los indios de México, como también lo han hecho otros viajeros.

 

—Un literato chiapaneco afirmaba que el empuje zapatista, su mística, claridad política y otros elementos que apuntan ya hacia una identidad van a incidir hasta en la forma de escribir. ¿Es posible?

 

—No creo que cambie la forma de escribir de los chiapanecos. Lo que tiene que existir es un cambio en la forma de pensar, de entender y respetar no al indígena: al mexicano. Respetar a los mexicanos que son como uno y que tienen tantos derechos y obligaciones como nosotros. La forma de escritura no importa tanto. Como sí sucede con las actitudes. Lo demás vendrá por añadidura. Porque muchas veces se piden cambios en el nivel de la escritura, pero eso es mera retórica. El acto de escribir es consecuencia de una actitud.

 

Hay gente que escribe poemas civiles o políticos, con buena retórica, pero sin ninguna base real. Hay poetas que hablan del pueblo, del sufrimiento de los indígenas, pero en sus actitudes son tan despectivos como aquel que les pone la bota encima. Es lo mismo ser escritor, bolero o pintor. El hecho no es la escritura o tomarlos como tema ahora, que es rentable. Sacar artículos o poemas y cobrarlos bien. Debemos asumir un respeto hacia los indígenas. Repito, en el sentido de que son tan mexicanos como uno. Basta ya de hablar de "comunidades indígenas" como si fueran de segunda.

 

Hay que decirlo con todas sus letras: muchas veces el escritor escribe por puro oportunismo. ¿Cuántos escritores que se dicen comprometidos con las causas no son capaces de darle la mano a gente miserable porque tienen miedo a mancharse el traje nuevecito?

 

—Se ha destacado el giro literario de algunos comunicados firmados por quien empieza a ser leyenda: el subcomandante Marcos. ¿Cómo relacionar movimiento zapatista y literatura?

—Eso es importante. Los comunicados han sido elaborados con cuidado y atención y, en algunos con momentos, con gran intensidad poética. Son obra de alguien culto, pero además con talento literario. Debemos recordar que, ante un estímulo muy fuerte, el escritor reacciona y emite una serie de palabras, oraciones, versos, narraciones que tratan de desahogar esa tensión. Se habla mucho del amor, por ejemplo.

Cuando el escritor sufre por el amor surgen las grandes fuerzas literarias que animan a la palabra. Gracias a la técnica se logra una expresión cuidada, intensa. Lo mismo sucede con la muerte, el odio, el resentimiento.

Los comunicados del subcomandante Marcos reflejan frente a la barahúnda un toque de serenidad, de pensamiento reposado, y en mucho, de sabiduría. Una sabiduría aprendida en los libros, pero encontrada en el trato cotidiano con gente que utiliza el lenguaje para comunicarse en su modo más puro y directo. Creo que en este caso se ve el cuidado. También, los comunicados hablan de una verdad, van más allá de la retórica. Allí radica su fuerza.

¿Explota el lado vital de la poesía?

Sí. Porque hay poetas en Chiapas que han explotado eso toda su vida. El multicitado Juan Sabines, Juan Bañuelos o Joaquín Vásquez Aguilar, quienes tienen la fuerza de la vida. Y que, cuando uno lee sus poemas encuentra no el juego de palabras, no la fuerza de una literatura libresca sino llegada y lanzada de la vida. Uno encuentra a poetas que viven la selva como una realidad. La cual está en los comunicados no con la precisión de un poeta profesional pero sí con la fuerza de alguien que usa la palabra para tratar de comunicar su angustia y sueños.

En esa dimensión, ¿qué función desempeña la literatura?

Ese ha sido uno de los grandes problemas de la literatura. Cuya función parte del hecho de que su principal materia es el lenguaje. Este es un producto social, hecho por todos a cada momento, por quienes saben y no escribir. La función social de la literatura es muy cercana a la de la lengua: comunicar. Si la de ésta es establecer comunicación para erigir una comunidad de hombres que pueden pensar de modo parecido para convivir, la labor de la poesía sería hablar por quienes no tienen voz.

Mallarmé decía que el poeta es la voz de la tribu. Pero no habló solamente de la poesía con tema político: la miseria, la injusticia. Me refiero igualmente a aquellos hombres y mujeres que se desgastan en una oficina y que nunca han tenido una aspiración mayor, que sólo han tenido un sueño en su vida y éste se ha roto, a quienes han tenido solamente a una mujer y. la han perdido.

Los poetas tenemos el destino de hablar por la gente. Dejar constancia de nuestro tiempo y época. No con el panfleto o la consigna tan llena de lugares comunes sino con buena literatura. La principal función del poeta es hacer que la lengua logre tensiones y se enriquezca cada vez más. Que las lenguas crezcan. Los grandes escritores han ido ampliando los límites de la lengua, para hacerla dúctil, flexible, maravillosa para poder expresar cosas que antes no se podía.

Gracias a Dante, Petrarca, Cervantes, Fray Luis de León o Alfonso X, tuvieron el italiano y el español la fuerza suficiente para generar obras. La obra de un escritor, aunque se lea por cientos de personas, enriquece la lengua. Esa función del escritor tarde o temprano baña a la lengua en su conjunto.

—Mencionabas inicialmente la necesidad de un cambio hacia una actitud respetuosa, ¿Qué sucede con el terreno de la literatura?

—Los escritores deben escribir bien. Evitar el lugar común, el oportunismo, las fórmulas gastadas. Muchas veces, ante hechos como los de Chiapas, empiezan a repetir consignas dadas por Pablo Neruda o Efraín Huerta, pero no aportan nada nuevo.

Creen que basta con denunciar hechos con fortalecer la literatura. En estos momentos, si el escritor quiere revelar su angustia, indignación o rabia, debe escribirlo. Con un lenguaje cuidado. Generar un poema digno y no un panfleto.

Un escritor debe tener la idea de producir poesía. No importa cuál sea el estímulo. Porque éste no va a dispensar un mal poema, que a la larga hace más daño que quedarse callado. Hay una gran cantidad de escritores que utilizan estos hechos para escribir poemas malísimos. Mejor debieran usar otra vía de comunicación: el periodismo, el ensayo, la carta, el telegrama, el desplegado.

El poema debe estar, ante todo, bien hecho. No aprovechar la situación para perpetrar un poema más o  menos mal escrito para encaramarse en una antología que seguramente se hará de los poemas al zapatismo. Pero no todo es bueno. Se ha generado mucha basura. Hay que tener cuidado.

—¿Cuál es el parámetro?

—Eso requiere un análisis más profundo, realizado por especialistas. Con ello no quiero decir académicos, lingüistas o filólogos. Hablo me alguien adiestrado en la poesía. Un lector de este tipo, cuando se enfrenta a la buena poesía lo siente como algo físico. Jorge Luis Borges decía: “la poesía buena es algo que casi se puede tocar”. Uno advierte cuando se enfrenta a un gran poema. Se percibe inmediatamente al escritor chabacano o a aquel que busca escribir un poema a Bibi Gaytán para que se lo publiquen en el suplemento cultural del diario Uno más uno. La buena poesía es algo que debe sentirse. No el hecho de estar en prosa o verso. Tampoco el uso de metáforas complicadas o no. Simplemente estar bien escrito. Cuando uno ha leído poesía durante mucho tiempo basta leer un sólo poema para darse cuenta de si se está no ante un poeta. Es cuestión de experiencias. Esta determinación debe estar en manos de gente honestísima.