DAVID SANTIAGO TOVILLA
Mi diario prohibido, de Christine Lipinska, si bien no es pionera del tema del lesbianismo, sí conmociona y exhibe mucho de la coerción que condiciona la sexualidad. Ya alguna vez se comentaba que es el eje de varias de las películas de las Muestras Internacionales de Cine. No puede ser de otra manera, mientras una porción del pensamiento social reflexivo se encamina a un esfuerzo por conocer mayores aspectos de las relaciones humanas y, en consecuencia, a elaborar una propuesta contemporánea.
Difícil cuando la concepción predominante tiene siglos
de existencia. Pero es un camino que se va construyendo y ·en el cual
participan literatos, mus1cos y, como vemos, cineastas.
Porque la cinta señala esos elementos que se conjugan,
determinan y suelen llevar a la adversidad: la negación, el escándalo social,
la persistente represión; agravadas en la medida que también se tiene confusión
sentimental y se repiten vicios como obsesiones, celos y suposiciones: el
pensar que el otro actúa de acuerdo a nuestras motivaciones. Priorizar los
términos de uno sobre los del otro, uno más de mil direcciones que puede tomar
una relación.
En Mi diario prohibido se ha preferido mostrar el lado dramático de una situación. Es una aldea europea después de la Segunda Guerra Mundial. La guerra en sí ha marcado de fatalidad esa zona. Pero fuera de incorporar el tema y sus secuelas a esa comunidad no se incrementan actitudes culturales distintas, más tolerantes y propositivas. Hacia la construcción de una sociedad menos opresora.
Por eso Virginia tiene que irse de allí. Virginia es
una chica de diecisiete años. Está descubriendo su sexualidad. Le toca hacerlo
inesperadamente con una compañera del colegio, Anne, quien sí tiene más
conciencia de sus preferencias y del efecto que siente hacia la otra.
Antes de la guerra, las dos convivieron con Jacques,
hermano de Anne y Maurice. Jóvenes que entre sí llegan a establecer afectos
mayores a la amistad. Ellos retornan a la aldea, después de permanecer fuera.
Las muchachas tienen descanso en la escuela. Maurice es llevado por la Cruz
Roja Francesa; estuvo en los campos de concentración. Jacques es un oficial.
Virginia y Anne empiezan su relación de forma natural.
Un día de revelaciones en "la cueva de la Resistencia... y de los amantes".
En el momento en co1npartir un secreto ya indicador de rigidez imperante en esa
comunidad. La madre de Anne prefirió denunciar al esposo disidente: "antes
viuda que divorciada". El predominio, de las instituciones familiares.
Virginia comparte la experiencia de su amor lésbico no
tanto por convencimiento. Bien dice Juan García Ponce: "no amamos lo que
queremos sino lo que podemos". Sus dudas y conocimiento de sus sensaciones
va apuntándolas en un diario secreto. Documento decisivo para las acciones
posteriores.
Son pequeños destellos cognoscentes en el nunca
totalmente conocible juego amoroso. Más pasión que amor, como son, en realidad,
muchos de los actos. El joven en recuperación, Maurice, casi posee a Virginia
en la plaza principal. El perdón y posterior acceso para tocar el cuerpo
extraordinario de la adolescente, le hace pensar que se han comprometido. Habla
de casamiento. Lo anuncia.
Los celos de Anne se manifiestan como no ha sucedido. Presiona
a Virginia para que confiese amar a alguien. Lee el diario que debía ser
íntimo. Pide cambiarle su nombre por el de un inexistente Paul para desmentir a
Maurice. Virginia no está convencida del procedimiento: "no es una
novela" para cambiarle por gusto. Empieza a percibir que "hay cosas
que no podría decirle a su amante".
Anne logra su propósito. Lleva consigo el diario. Se
lo lee al muchacho. Sólo que el empecinamiento por conocer la 'identidad de
Paul no es de él, sino de Jacques. Quien hostiga, chantajea a Virginia para que
se lo diga. No sucede. Él lee el diario prohibido en la plaza. Y la declaración
pública de Anne-Paul. Inicio de la catarsis. El padre la encierra. Sólo saldrá
de noche acompañada por él. Ella visita furtivamente a su amante, quien está
nuevamente en el colegio. Planean escapar.
Virginia deja una carta. Abordan el ferrocarril que va
a París. Las alcanzan. Las bajan.
La madre de Anne le informa la enviará a Inglaterra. La chica entra al baño.
Allí se suicida. Virginia está solamente en el entierro. Termina yéndose.
Los contrastes abundan. La vitalidad de la juventud,
en mucho inocencia y disponibilidad, frente a una sociedad conformada por
adultos y viejos. Se sugiere, con frustraciones como la del padre de Virginie,
abandonado por la esposa. Incapaz de actuar más que de acuerdo con las convenciones:
"los niños hablan cuando se les pide que hablen ... y no se les pide
porque no tienen de que hacerlo".
El ambiente no puede ser distinto. La cerrada aldea es
el universo. En su caso lo es su casa, su negocio. No concibe cómo Virginia
quiere ser escritora: "como si fuera un trabajo". Esa contraposición
es subrayada por un lenguaje duro aunque de gran literalidad: "¿ Qué es un amor
que destruye"?, "El poder del amor... el poder del deseo",
"Nada es más serio que la pasión".
Virginie lleva el estigma en su nombre, pero actúa en
contrario. Hasta pierde la virginidad y utiliza a Jacques para eso. Se venga de
él la noche anterior a la partida. Le dice, faltan días para su cumpleaños y no
quiere llegar virgen a esa fecha.
Ella necesita que le enseñen a crecer, no a vivir. La vida es un cúmulo de
posibilidades. Siempre el inicio, nunca el fin. La paradoja mayor. El padre
terminó. escribiendo el libro sobre aquella historia. Sobre la base de un
diario que fue prohibido y que sentenciaba: "Aquel verano, paz, amor y
muerte reinaba en la aldea".
Mi diario prohibido
es la reivindicación de la necesidad de desarrollar relaciones libres, menos
sujetas a normatividades sociales y a inseguridades individuales como la de
Anne. Para no cortar potencialidades como la de Virginie, inteligentísima
estudiante, perceptible y sensual adolescente.
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