Entrevista al escritor Benjamín Rocha

DAVID TOVILLA

Una conversación con el poeta Benjamín Rocha para hablar de erotismo y sociedad.

—Carlos Monsiváis dijo que el erotismo ha tomado carta de naturalización en nuestra sociedad ¿Coincides?…

—El erotismo siempre ha estado presente en la vida del ser humano. Cuando se habla de una carta de naturalización se hace referencia a una aceptación plena, no clandestina de esta fase de la cultura. Lo interesante es que, a partir de ciertos artículos, de la profusión de determinadas revistas que eran prohibidas o no se encontraban fácilmente en los expendios, el erotismo se ha empezado a ver como una actividad sana, normal, cotidiana.

Antes, las publicaciones eróticas debían buscarse sólo en algunos lugares. Había qué conocer dónde. Ahora, en efecto, hay naturalidad. Más que una carta es un reconocimiento de una realidad. Una carta de naturalización implica que algo nos era extraño y ahora es propio, pero el erotismo siempre ha estado entre nosotros, con todas las formas y variantes.

—Mencionas la difusión como elemento ¿Cuáles serían otras causas que han contribuido?

—Hay pulsiones, fuerzas que no se pueden reprimir por mucho tiempo. Una de ellas es el erotismo y sus manifestaciones, Hay algo no visualizado: en el momento en que una actividad puede ofrecer buenos dividendos sale de la clandestinidad, siempre y cuando no tenga problemas de tipo legal. ¿Qué quiero decir? Que el narcotráfico es ilícito, aunque deje cantidades millonarias, pero surge de un daño a la salud; en el caso del erotismo, la prohibición se sustenta en un prejuicio moral o religioso. Ver a un ser humano desnudo o comprarse una muñeca inflable o una vagina artificial no genera conductas violentas. La represión, en cambio, sí tiene efectos: matrimonios infelices, violaciones; puesto que para el erotismo el único cerrojo es moral, es fácil quebrantarlo.

Seré más específico. En México, revistas como Playboyy Penthouse, consideradas pornográficas por muchas personas, se conseguían en cincuenta pesos y en lugares específicos. Con el permiso de importación que estas publicaciones adquirieron se extendió su difusión y consumo. Los costos bajaron. Antes, las librerías de viejo hacían su agosto con dichas revistas. Hoy se pueden conseguir números atrasados en perfectas condiciones, y a precio accesible. Los distribuidores han visto en eso una veta que les deja dinero. Ante ello, el freno moral no tiene validez.

—Te refieres a la aceptación del erotismo en la vida pública mexicana ¿Tendrá una correspondencia en el plano internacional?

—La validez y aceptación del erotismo se dio a raíz de la llamada revolución sexual. Progresivamente se ha reivindicado esa libertad que permite ver, elegir. Porque se ha demostrado, con estadística, que —por mencionar algo— ver a un grupo haciendo el amor frente a las cámaras no es dañino realmente. Se ha abierto una gran posibilidad, en todo el mundo, de ver estos materiales. Capitales del erotismo y la pornografía como Ámsterdam, o como lo fue Estocolmo, manejan perversiones más complejas, complicadas; este hecho demuestra únicamente que la gente desea ver lo prohibido, pero una vez visto se aburre. El mercado de la pornografía en Europa no es tan boyante como en México o Latinoamérica, en estos días.

El análisis conduce a afirmar que el auge de la pornografía en el mundo era un deseo libertario, relacionado con el ansia de libertad política, religiosa y la voluntad de sacudirse el marasmo de la posguerra. La primera libertad fue sexual: el derecho de ver lo que uno quiera para excitarse. A fin de cuentas, la pornografía sólo puede tener como consecuencia grave un orgasmo o una eyaculación.

—Erotismo y pornografía. Hay quienes aún ponen ambos en discusión y descalifican al segundo. ¿De qué estaríamos hablando?

—La pornografía es una forma del erotismo. Este tiene una característica básica: la capa cultural en que los seres humanos asumen su sexualidad. Esa entidad es muy amplia: desde el más sutil, que puede ser un tobillo, un gesto o un perfume, hasta lo que parece más brutal: la pornografía. Sin embargo, pornografía y erotismo no se contraponen. Si al eros se da una categoría de forma cultural, y a la pornografía como una parte de él, ésta es una manera de recubrir los deseos sexuales.

            Debe señalarse que la pornografía tiene características específicas. Primero, y antes que todo, significa genitalidad. Pornografía que no la presenta no lo es. Lo sustancial es la muestra de los órganos sexuales en relación amorosa o en exhibición plena, descarada y maravillosamente obscena, pero es una forma del erotismo; repetitiva, poco rica, pero tan válida como cualquier otra.

            Una película pornográfica tiene un argumento mínimo, pero su intención no es presentar una profundización de las relaciones humanas, sino excitar a través del exhibicionismo; del trabajo de aquellos actores que se dejan ver por un mirón, un voyerista presente en la mayoría de los individuos. Nadie negará el alto grado de excitación que proporciona el espiar los actos sexuales de los otros a través de una ventana, el cerrojo de una puerta o de una cortina.

—En tanto hecho cultural, el erotismo tiene condicionantes sociales…

—Como manifestación cultural proviene de una educación. Esta es una repetición de modelos que parecen de prestigio. La adecuación de las formas culturales a la particular experiencia de cada uno es de las características más importantes de los humanos. Pero no sólo en el erotismo, muchos productos culturales son rechazados, aceptados o asimilados por cada individuo según su propia historia. Véase cómo un tipo de platillo, si no se apetece se adereza, se recompone. Con el erotismo sucede lo mismo. Hay una serie de elementos que se retoman y otros se rechazan. Cada uno recubre su instinto sexual con el erotismo, para poder asir su pulsión y hacerla más rica, asequible, gustosa. Cada uno adecua lo que le da la sociedad para poder generar una propuesta personal.

—¿Y en términos de estratificación social?

—Es como el caso de la lengua —en estricto sentido lingüístico. Cada uno tiene la lengua que necesita. Es su medio, una lengua funciona perfectamente. No habla mejor el rico que el pobre si ambos se comunican. Una forma de comunicación espléndida en un medio puede ser un fracaso en otro.

Creo que cada clase social genera su erotismo, pero no en cuanto a menores o mayores recursos. Cada estrato social lo elabora de acuerdo con su educación. Muchas veces existe una percepción —que no sé si sea muy cierta— de que el erotismo de otro estamento es más rico o sabroso. Piénsese en esas mujeres de alta sociedad que anhelan costarse con un albañil, quien les va a tratar con violencia, que les presentará sudores, secreciones; cuando con el marido viven un erotismo refinado y le da otro tratamiento.

También debe pensarse en esos albañiles que desean a una muchachita de sociedad porque es limpia, maravillosa y huele diferente. Una de las características del erotismo es la imaginación; como tal, genera muchos mitos. Erotismo sin mitos, imaginación o fantasía no existe. El erotismo de las distintas clases funciona para cada una de ellas. Lo importante, entonces, no es si existen diferentes erotismos sino qué tanto funciona y cuál es su grado de permeabilidad.

—Hablaste de clases sociales ¿Qué sucede con las civilizaciones?

—Lo mismo. En el caso de las civilizaciones o culturas distintas, cada uno de ellos manejan las relaciones sexuales a su leal saber y entender. Por ejemplo, una muchacha de la India sabe desde los trece años cómo está constituido un hombre, para qué sirve, cómo darle placer; una muchacha occidental, aunque haya tenido relaciones con muchos hombres probablemente no sabe, en realidad, cómo va a funcionar con ellos.

El problema es que, en sociedades como la india, la relación sexual es uno más de los entrenamientos que debe tener la mujer; en la sociedad mexicana, el elemento sexual es algo de lo más importante; tanto que llega a definir la relación con una persona del sexo opuesto o del mismo sexo. Cuando se sale con una muchacha se intercambian besos y abrazos, no es algo serio hasta el momento en que se da la relación sexual. Hombre y mujer en México tienen fija esa idea. No se piensa en otras posibilidades. En otros tiempos, el hombre se acercaba a la mujer para acariciarla, tocarla, simplemente, no para penetrarla. La diferencia estriba en los instrumentos que rodean el acto sexual. Hay culturas que van directo al sexo, inciden radicalmente en él; otras prefieren el rodeo, la espiral.

— Ubicaste al erotismo asociado a los mitos y la imaginación. Sin embargo, en algunos escritos predominan dos nociones: Eros y Tánatos…

—Eros y Tánatos encuentran su expresión escrita en Freud: el amor y la muerte. Se apoyan mucho en la concepción romántica de que todo amor verdadero debe ser trágico. En realidad, creo que sí están relacionadas porque el amor y la muerte son experiencias límite, que violentan nuestra manera de ser y rompen la inercia de nuestra vida. No es casual que los franceses le llamen al orgasmo: La petite mort, la pequeña muerte. No sé si la agonía y el éxtasis tienen puntos en común. He pensado que la muerte es como el último gran orgasmo. Eros y Tánatos nos hunden en un absoluto. En el momento intensísimo del orgasmo perdemos la conciencia del tiempo y de nosotros. Somos enteramente placer. Estamos enteramente vivos, como con la muerte estaremos enteramente muertos.

—¿Estas figuras no llegan a constituís esquemas?

—Sí, es un lugar común que, como todos, no es pensado y, por desgracia, es generador de muchos errores. Cuando se habla de Eros y Tánatos debería hacerse de las dos fuerzas principales de la vida. ¿A dónde nos dirigimos? ¿Cómo regresamos a ella?

            Efectivamente, se piensa en el amor y la muerte como dos caras de una misma moneda. Habría que reflexionar si es real o un esquema manejado para llenar cuartilla. Creo que amor y muerte dos formas de una pulsión: el deseo de permanecer, de dejar huella. Bien pensado, el hombre deja huella de dos maneras: el amor y la muerte.

—Y el hombre permanece a través del arte. Adolf Loos dice que todo arte es erótico…

—El arte es erótico en cuanto es una manifestación placentera. Pensemos que el erotismo es placer, expresado también por el arte tanto en formas como en contenidos. Pero, sobre todo, el arte es placer porque es un manejo de realidades observadas por todos pero que el artista toca de manera íntima. El poeta, por ejemplo, emplea las palabras que todos usan, pero sabe tocarlas de determinada manera. Les mete mano. En ese placer de crear radica el erotismo del arte, en la capacidad de engendrar. La creación es un acto sexual. Del arte al erotismo hay sólo un paso.

—¿Podrías particularizar sobre el mundo de los artistas?

—La mayoría de los pintores tienen dibujos eróticos que no son muy conocidos, pero aun las partes absolutamente famosas de un Caravaggio, un Miguel Ángel o un Rubens presentan ese gusto por las formas humanas en toda su voluptuosidad. No es necesaria la presencia de los genitales sino cómo un cuerpo puede tocarse o insinuar acercamientos. Todos los artistas tienen esa gran fuerza erótica, incluyendo quienes pertenecen a una corriente difícil de aprehender como el abstracto. Presentan un disfrute, un goce de colores.

            Por supuesto, hay artistas como Balthusque maneja plenamente el erotismo de las púberes que son espiadas; un trabajo que lleva al receptor a ser perverso junto con el autor. O bien, uno puede leer novelas que no son eróticas en sí, como en Madame Bovary o Ana Karenina, en las que se encuentran elementos de excitación muy claros cuando se hace una lectura sesgada.

            Existen artistas eróticos, pero más importante es que haya espectadores eróticos, quienes sepan captar el erotismo, que se puedan regodear lamiendo con la mirada el pie de una de las gordas matronas de Rubens o pueda tocar uno de los sexos de Francisco Toledo. Reitero, el erotismo no es sexualidad. Si la pornografía es sexualidad, genitalidad preferente, el erotismo es sexualidad, pero su campo se desborda, se acerca al placer de la sensualidad. Nos hace vibrar, sentir esa pasión amorosa por una forma, por un sonido.

—Ante esa magnitud para el ser humano ¿compartirías la afirmación que considera al erotismo como un eje de la historia de la humanidad?

—Es una exageración. Habrá que esperar un tiempo. No veo en el erotismo al eje de la historia; creo que está en el deseo del hombre por olvidar el abandono en que vive. El trauma de nacimiento continúa presente en cada individuo, por eso se busca regresar al líquido amniótico, a la protección, la serenidad, la tranquilidad y el cariño de los demás, que suele encontrarse en el erotismo por ser una forma de amor; en ocasiones, sin mayores compromisos. No creo que sea el eje de la vida en sí. Me gustaría saber cuál es…

*Publicada en Revista Sinapsis, No. 12. Julio de 1994.

x