DAVID SANTIAGO TOVILLA
Después de su segundo receso, la editorial Océano
resurgió en febrero de este año con el exitoso lanzamiento de Estos años,
de Julio Scherer, que a poco más de tres meses ha vendido más de cincuenta mil
ejemplares.
El segundo título fue Cuando pudimos no quisimos
del columnista Carlos Ramírez, y, en el mes de abril: ¡Vamos a ganar! La
pugna de Cuauhtémoc Cárdenas por el poder, de Adolfo Aguilar Zínser. En
fechas posteriores, publicaron un libro de Guillermo Samperio sobre el
asesinato de Luis Donaldo Colosio.
La perspectiva planteada por Océano le abrió canales
de comercialización masiva al tener escritores reconocidos y temas candentes
para la discusión pública, en una serie denominada "Con una cierta
mirada". La concepción de la colección queda delineada al observar los
tirajes iniciales de ocho mil ejemplares. cuando el promedio es de tres mil.
La prosa y las anécdotas de Scherer tienen público
cautivo; el texto de Ramírez ha seguido el proceso natural sin altibajos, de la
difusión y el consumo. En cambio, el libro de Aguilar Zínser, ¡Vamos a
ganar! La pugna de Cuauhtémoc Cárdenas por el poder tuvo reacciones que van
de la descalificación a la ponderación como "el documento político más
importante del año".
Ni lo uno o lo otro: sencillamente la reflexión
pública y testimoniales
a los cuales con dificultad se tiene acceso en otras circunstancias. Lo usual
es que, por preservar las relaciones políticas, no se divulguen puntos de vista
que disienten con figuras públicas; o bien, se usan tendenciosamente.
Una lectura desapasionada de ¡Vamos a ganar! no
encuentra las deslealtades de Adolfo Aguilar Zínser, como se ha
manejado. Si bien no existe una conclusión sistematizada y convincente en el
último capítulo "Hacia el futuro por ganar", a lo largo de las
anteriores cuatrocientas páginas va puntuando sus aportes principales. No es una
diatriba contra el Partido de la Revolución Democrática (PRD), tampoco contra
Cuauhtémoc Cárdenas, de quien Zínser fue vocero en la pasada campaña
presidencial, en una jornada electoral que llevó a Adolfo a la cámara de
diputados.
Es, en cambio, el establecimiento de distancias: hacia
los criterios aplicados en una campaña electoral, hacia las actitudes de
algunos protagonistas, como el mismo Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En mucho Aguilar Zínser logra condensar discusiones que se dan al interior del
PRD y no llegan a plasmarse siquiera en documentos internos pero están en el
ánimo y son visualizados por los cuadros con visión política y no por quienes
incurren todavía en el activismo en sí mismo. Todo lo contrario, ¡Vamos a
ganar! sin decirlo literalmente, subraya la impor1ancia de la tercera
fuerza política del país
según la versión oficial y la mayoría política en opinión de los perredistas.
Los ejes son claros: Cárdenas prefirió pueblear,
acercarse a sus
seguidores en las plazas públicas del país, y dedicó poca atención o no en su
magnitud exacta a las estrategias de comunicación. En una época en que la
imagen juega un factor fundamental para moldear conductas, en lugar de evadir o vetar
medios como Televisa, hay que aprender a moverse en su terreno y actuar en él.
Quiérase o no la campaña del sistema aplicada en 1994
para presentar al PRD como un partido dividido y promotor de la violencia permea
en el amplio sector que recibe acríticamente los mensajes de la comunicación
masiva.
Cárdenas no quiso ocupar los servicios profesionales y
la experiencia de Juan Forch,
quien diseñó la estrategia del No en el plebiscito que retiró a Pinochet
y a la dictadura en Chile. El PRD procuró el esfuerzo necesario para destinar
recursos para dejar en manos de profesionales esa área y no supeditarse a
iniciativas limitadas del recurso humano con que cuenta.
Otro elemento de importancia señalado por Zínser es la
no diferenciación entre una cruzada política y una lucha electoral, entre la
dinámica de un movimiento social y la de una campaña política: Cuauhtémoc transitó siempre por las primeras.
Con el PRD, ¡Vamos a ganar! no hace más que señalar
aspectos en pros y contras. ¿A
quién puede ofender? Este fragmento de Zínser es esencial: «La clave del PRD es
que es un partido donde todo se discute y se sujeta a debate. Esto, que no
ocurre en otros partidos —no con el vigor genuino y la intensidad con que se
presenta en el PRD—, le ha creado la imagen pública de ser una fuerza desunida, sujeta a incesantes
luchas y desavenencias que la fragmentan y desarticulan.
«Sus dirigentes se defienden de esta crítica diciendo,
con justeza, que el suyo no es un partido de decisiones verticales de amplio
criterio y libre al debate, como no se permiten los otros partidos.
«Esto es cierto. Sin embargo, el problema sustantivo
de esa modalidad de vida partidaria es que casi ningún debate concluye y muy
pocos llegan a feliz término, a un acuerdo de verdadero consenso.
«Ninguna resolución que se adopte en su seno con el
propósito de poner fin a un debate interno la acatan todas las partes,
ganadoras y perdedoras, y la asumen como posición unitaria del partido. Esto se
debe a que todas las resoluciones se toman por mayoría en el marco de asambleas
o consensos, cuyas votaciones son, con frecuencia, resultado de posturas de
bloque, de alianzas y contra alianzas. Los perdedores no consideran, por tanto,
que sus reclamos y posiciones hayan sido rechazados en genuina auscultación,
sino que se les abatió con la aplanadora de algún grupo o corriente
rival, y no se sienten obligados a someterse a la resolución.
«Para subsanar este problema se ha recurrido al
sistema de cuotas, conforme a las cuales se reparte candidaturas y posiciones
partidarias. En ocasiones ni siquiera los acuerdos de cuota se acatan íntegramente.
No es raro que los candidatos
tengan que hacer campaña sin el apoyo de los grupos internos rivales, o que,
incluso, sufran de hostigamiento y hasta el sabotaje en su propio partido. Esta
falta de disciplina, este afán inaudito de excepcionalidad es lo que caracteriza
la vida interna del PRD».
Se repite: Aguilar Zínser solamente consigna por
escrito mucho de lo que militantes perredistas han concluido sobre su partido.
En los detalles anecdóticos, ¡Vamos a ganar!
proporciona información sobre el debate de mayo de 1994; y contextúa la emboscada
política que le tendió el subcomandante Marcos a Cárdenas, posteriormente a
su fracasado juego con Manuel Camacho Solís al morir Luis Donaldo Colosio.
Adolfo Aguilar Zínser no se detiene —como dirigentes y
periodistas si lo hacen— ante los desaciertos del dirigente zapatista. Es
valiente al enfrentar a ortodoxos y seguidores ciegos a quienes Marcos da hasta
el nombre de lo que deben construir y son incapaces de modificar en grado
mínimo siquiera la sigla del membrete ordenado, sin caer en ningún momento en
la difamación o la confrontación por consigna.
Lo hace sobre una base de gran valor: «La
privatización de lo política, la confidencialidad mal entendida, han contribuido
en México a desacreditar la actividad pública». Lejos de ser nociva, la actitud
d Zínser sería la adecuada para marcar distancias y asumir los errores que
luego quiere facturarse a nombre de otros.
En esa medida podría hablarse de algunos temas tabúes
públicos pero que son la opinión generalizada en corto y no precisamente en las esferas de los
adversarios. Para esto faltan décadas...
*Publicado en Expreso Chiapas.
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