Fotografía: Janko Ferlic |
En el marco del pasado Festival de Escritores Chiapanecos, fuera de programa se desarrollaron actividades, las más de convivencia social, las menos de reflexión colectiva.
Gustavo Ruiz Paseado, Arturo Arredondo, Gabriela Balderas, Israel González, Gabriel Hernández y Javier Estrada participaron en una mesa redonda, transmitida en un programa radiofónico.
Aquí las ideas sobre la pregunta inicial y obligada: ¿Existe una literatura chiapaneca o bien se trata de una literatura escrita por chiapanecos?
Arturo Arredondo: «La pregunta merece una respuesta muy vasta. Se podría decir que existe y no una literatura chiapaneca. Hay una literatura escrita por chiapanecos. Es una literatura dispersa porque todos estamos en diferentes espacios y lugares. Todos tenemos preocupaciones muy diversas. Hay algunos que nos inclinamos por la prosa, otros por la poesía; otros por el ensayo.
»En mi caso, estoy ocupado en una literatura latinoamericana. Estoy tratando de rescatar mis raíces, pero no como una preocupación localista o regionalista sino insertado dentro de la literatura latinoamericana».
Israel González: «Pienso que la literatura chiapaneca, si no se le ve dentro del contexto de la literatura nacional corre el riesgo de ser una literatura que no trascienda sus propias limitaciones. Es la dificultad de los regionalismos: si no asumen perspectivas más amplias hay problemas.
»Somos chiapanecos, pero pertenecemos a una entidad más grande, con la que compartimos asuntos comunes, geografías afines. Existe una literatura hecha por chiapanecos, pero hay ese afán de hacer una literatura que supere lo local. Creo que esa lucha por hacer una literatura que sin dejar de ser chiapaneca sea nacional, se la han propuesto todos los escritores de hoy y hace tiempo».
Gabriel Hernández:«Contestaría desde la narrativa. Cuando hablamos de literatura chiapaneca hecha por chiapanecos, tomaríamos casos muy conocidos en el plano internacional: Rosario Castellanos y Eraclio Zepeda.
»En las obras de estos autores no puede sustraerse la esencia de lo chiapaneco, que a la vez está inmerso en los valores de la literatura universal. Desde ese punto de vista pienso que es literatura hecha por chiapanecos, en Chiapas, pero hay que tener en cuenta de dónde procede y cuál es la secuencia histórica de donde surge. No puede olvidarse que se empieza a realizar bajo la influencia de los religiosos, con la llegada de los españoles».
Gabriela Balderas: «Creo que existe una literatura chiapaneca en tanto existe una tradición que se inicia desde el Popol Vuh, la tradición oral, la espiga amotinada, Rosario Castellanos, Jaime Sabines: autores consabidos que además de chiapanecos son universales. Así debe ser la literatura: universal como cualquier arte u oficio del espíritu que trascienda geografías.
»En mi caso, soy del Soconusco, de Tapachula, y curiosamente, no me inicio con lecturas de escritores chiapanecos. Empecé a leer a Darío, a Sor Juana, después, con los estudios universitarios es cuando me entero de que existe una tradición literaria en Chiapas. Empiezo a estudiar a algunos autores, a reconocerlos y reconocerme en ellos: sus raíces que son las mías. Entonces me doy cuenta de que existe una literatura chiapaneca».
Javier Estrada: «La literatura en Chiapas es una simbiosis de chiapanecos radicados en la entidad y chiapanecos radicados en varias partes de la república. Hay elementos de la región que pueden rescatarse y están plasmados en parte de cada una de las obras de los escritores. No considero una separación en los dos hechos. Todos tenemos la influencia en las bases, al ir creciendo una toma otros elementos universales».
Israel González: «Quiero agregar que, para escribir una literatura nacional, que trascienda las limitantes locales no se necesita irse a París, como lo hicieron muchos escritores antes del boom. Sirvió mucho porque conocieron, pero nada escribieron sobre el país al que llegaron. No es condicionante salir. Desde Chiapas alguien puede escribir y superar las limitaciones de su temática.
»Actualmente se discute el tema del centralismo que es el elemento determinante. Hay escritores que pueden vivir en la ciudad de México, pero están en un localismo citadino y viceversa: escritores que viven en provincia y recurren a su entorno, tipo siglo XIX. Para mí, vivir en determinado lugar no condiciona si la pretensión es romper ciertas limitaciones para escribir una literatura que tenga valores de tipo nacional».
Gustavo Ruiz Pascacio: «Se puede decir todo ello, pero en Chiapas hay un cerco estético. Existe una visión generalizada de lo que es hacer literatura. Creo que el paisajismo, la denuncia social panfletaria ha hecho mucho daño a la literatura chiapaneca; y, también, un tanto la deificación de ciertas vacas sagradas. No se va más allá de cierto punto. Pata eso, habría que intentar otras constantes estéticas. Creo que esto incide y terriblemente en algunos que intentan vislumbrar su propio camino estético».
Arturo Arredondo: «Me parece que las constantes repetitivas en la literatura son muy marcadas para quienes se han quedado en Chiapas. Hay algunos poetas locales muy inclinados a describir cosas como la serpiente, hay una deificación por la ceiba, el río, la guacamaya, que son constantes en lo que pudiera llamar literatura lacandona; por otra parte, existe una preocupación un tanto panfletaria y por los localismos.
»Quienes nos hemos ido estamos en otra perspectiva. Nos preocupa crear una literatura más sólida. Inscritos en lo que Juan Rulfo proponía en su texto Pedro Páramo: no se trata de copiar la realidad sino de inventarla. El hecho literario no se reduce a enumerar guacamayas sino a crear un lenguaje que sirva para narrar o rescatar una realidad, ya hable de Chiapas, la ciudad de México o de experiencias personales.
»De eso se salvan, por ejemplo, Israel González, quien en ocasiones nos habla de los chamulas pero lo hace ya con una voz universal, no es la preocupación folklórica por esas etnias; Gabriel Hernández está tratando de rescatar cuestiones de su infancia, en las que se notan a veces las voces de su abuela: es otra visión; Gabriela Balderas, a su vez, nos habla de las prostitutas de Ámsterdam, no son ya las prostitutas marginales de Chiapas. Es otra voz. Es lo que cuesta y hay que trabajar».
Gustavo Ruiz Pascacio: «Ahora, aquí participan escritores emigrados¿Está condenado el escritor chiapaneco a emigrar en términos físicos?»
Israel González: «A lo que está condenado el escritor chiapaneco y de cualquier región de la provincia es a ponerse a estudiar en serio la literatura del país y universal. Hay autores, obras reconocidas. Estudiarlas es un deber del escritor si quiere aprender cómo esos escritores superaron sus limitaciones locales y los transformaron en una obra perdurable.
»Ejemplos de estos escritores son: Rosario Castellanos, Jaime Sabines, los poetas de la Espiga Amotinada. Claro que al estudiarlos debemos también observar los errores que cometieron para aprender de ellos y no cometerlos. Las obras están allí, hay que ir a ellas. Es sería la vía. De otro modo, seguiremos dando vueltas y topes contra la pared, sin entender. Repito, el deber de todo escritor es estudiar la historia de la literatura».
Gabriela Balderas: «Coincido con Arturo e Israel. Es importante todo lo que uno pueda buscar en las librerías. Abrir una antología, encontrar un autor y ahondar en él. Tratar de tener las mayores lecturas posibles y más vivencias.
»Debe vivirse mucho. Tocar un libro es tocar un alma, un hombre. Uno se queda ahí, a través de las lecturas, de la vida misma. No se puede seguir repitiendo las voces de otros escritores: la voz de Sabines, de Castellanos o del poeta Efraín Bartolomé. Uno no puede encasillarse en eso.
»Ahora, no es culpa sólo de la residencia del escritor ¿Qué pasa con las instituciones? ¿Qué llega? Hay gente que quiere salir del círculo, pero no puede hacerlo si no tiene posibilidades de ir a otro lado, o la capacidad económica para adquirir materiales bibliográficos».
Gustavo Ruiz Pascacio: «En efecto, ¿Qué se le da a quien pretende se creador en Chiapas: las mismas herramientas localistas, el mismo juego o sonsonete literario decadente?»
Gabriel Hernández: «Se dice con frecuencia esto de que en Chiapas se camina sobre las hojas y brotan poetas. A uno se lo preguntan cuando hay oportunidad de ir a otros lugares.
«Habría que cuestionarlo bajo otra luz y no a partir del elogio. ¿Por qué en otros estados no se dan tantos poetas y escritores como se da en Chiapas? Es maravilloso llegar a un festival y encontrar con cuarenta personas diferentes, todos con textos y muchos con obra publicada. Pero allí es en donde empieza la cuestión comparativa de cantidad y calidad.
»Irse por el lado fácil es uno de los errores constantes que hay dentro de la situación de la literatura que se hace acá. Hay, también, un descuido en las lecturas. Acrecentado por el problema para conseguir dichas lecturas y la duda ¿Qué leer para ayudar a encontrar la voz propia?
»A veces he escuchado barbaridades como no quiero leer a nadie porque no me quiero contaminar, de gente que está supuestamente en el nivel de uno. Eso eriza el pelo. Cómo puede empezarse a ser original si, al final, el escritor no es más que un alquimista que, ya con todos los elementos a su favor empieza a hacer los intercambios para sacar otros nuevos».
Expuestas ya las opiniones en tomo a la certidumbre o no de
una literatura chiapaneca, así como de la inserción de ésta en el contexto nacional,
la mesa redonda radiofónica entre cinco escritores chiapanecos asistentes
siguió líneas diversas, enriquecedoras.
Javier Estrada señaló el carácter extendido de la mentalidad
regionalista: "Hay un hecho importante que ya se ha señalado: el regionalismo.
Yo, soy chiapaneco pero vivo en Mérida. Allá también se da un regionalismo muy
fuerte. Cuando emigré de Chiapas salgo de uno para caer en otro, pero tuve la suerte
de encontrarme con amigos que lograron encauzarme. Es un fenómeno que se da en
toda la república. En cada estado se genera esta problemática y son pocos los
escritores que logran superarlo".
Mediante una llamada telefónica, un radioescucha dio
seguimiento a parte de la discusión anterior del facilismo imperante en la
literatura chiapaneca, aunque dijo: "el trabajo del escritor es escribir y
allí termina: quien hace la evaluación es el lector”. Dos elementos: lectores y
escritores.
Gustavo Ruiz Pascacio comentó: "A los escritores nos
corresponde escribir,
pero también somos lectores. Hay una situación recíproca de escritura y lectura
para una reescritura del mundo". En el mismo sentido, Israel González:
"Si uno no es autocrítico jamás nos daremos cuenta de nuestras
limitaciones y defectos. Uno es lector, crítico y autocrítico. Sin estas dos
facetas no puede haber retroalimentación o apropiación real de la cultura".
Gustavo Ruiz Pascacio recordó que, en esos momentos se desarrollaba
el IV Festival de Escritores Chiapanecos y preguntó en torno a los
aportes, beneficios, limitaciones, propuestas posibles.
Gabriela Balderas
salió de su momentáneo mutismo: "Los festivales se están volviendo una
tradición que debe continuarse. Uno de sus aportes inmediatos es la
retroalimentación mutua. Qué están haciendo los escritores chiapanecos desde
distintos lugares: la ciudad de México, Tuxtla Gutiérrez, Palenque u otros
estados. Puede darse este tipo de debate, en el que nos confrontamos,
intercambiamos puntos de vista, vemos qué debe corregirse".
Gabriel Hernández le sucedió: "Claro que tiene su importancia.
Este encuentro, por ejemplo, nos dio la oportunidad de conocer el trabajo de
Javier Estrada, nacido en Palenque y residente en Mérida. El encuentro lo trae.
Nos da la oportunidad de "repatriar" a personas como Marlene
Villatoro, quien no había regresado, en años a Chiapas; ella ha recibido
premios en Europa. Entonces, hay un acercamiento entre la gente que ha salido quienes
permanecen en Chiapas. El hacer ese tipo de intercambios y tener referencias
con respecto a lecturas es parte fundamental de lo que puede ser un
trabajo".
Gustavo: "El Festival ha generado interés creciente. El
público participa, se atreve a más preguntas. Hay más lectores
voluntarios". El tapachulteco Arturo Arredondo, habló entonces:
"Quiero apuntar un par de cosas. Primero, en cuanto a la lectura y la
escritura. Claro que la obligación es escribir, pero se debe saber en dónde se está
parado. Debe tener una autocrítica casi espartana para que "no la
riegue". La ausencia de una crítica rigurosa es lo que construye malos escritores.
El problema de éstos es que luego se sienten víctimas del destino porque no han
podido publicar, sin entender que no han podido hacerlo porque son malos
escritores.
“Entonces, un escritor, debe no sólo dedicarse a escribir
como "loquito", sino leer, analizar. Su obligación es estudiar y
crecer. Tener, también una vocación: un escritor debe tener un proyecto
literario y saber a dónde quiere llegar con él. Ahora, en cuanto a los Festivales,
creo que han motivado la escritura. Están dando resultado. Están despertando el
interés por la literatura. Están llevando a los jóvenes a leer poesía".
Gabriela Balderas tuvo una nueva intervención: "En vista
de esos resultados, los festivales de escritores chiapanecos no deberían
centralizarse en Tuxtla Gutiérrez. Es una propuesta desde el festival anterior,
que no se retomó este año. Si no se puede llevar todo el festival a otro lado,
por lo menos deberían hacerse algunas mesas paralelas en lugares del interior
de Chiapas.
“Por mencionar un caso, el Soconusco es una región árida en difusión
cultural. Esa gran labor del festival, de sembrar el gusto por la literatura,
debe hacerse en todo el estado. Lo reclamo porque cuando yo me inicié en la
escritura no tuve ningún taller. El seguir más se debió a mi empecina miento y
no lo hice en mi ciudad natal, Tapachula, sino en el Distrito Federal".
Surgido el tema de los talleres, alguien preguntó a dónde
podía existir en Tuxtla Gutiérrez: Gustavo informó de uno, con él, en la
preparatoria 2; y otro, con Alejandro Molinari, en el Tecnológico de Tuxtla.
La intervención de
Javier Estrada no pudo ser más certera: "Es importante que los talleres no
se vean como un fin sino como un medio para alcanzar cierta independencia. He
visto que hay aprehensión por pertenecer a un taller. No se salen. Quien dirige
el taller se torna en un Mesías. Les gusta que les aplaudan. Rechazan los
poemas y encasillan a la gente. No se permiten muchas libertades. Hay que tener
cuidado. No tardar mucho, no depender de un taller. Repito: es un medio, no el
fin mismo".
*Publicado en Expreso Chiapas, en tres partes.
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