DAVID SANTIAGO TOVILLA
Hay aspectos hacia los cuales difícilmente se orientan las
reflexiones en tomo a la cultura. No por incapacidad, más bien por inercias.
Siguen imperando concepciones parciales de la noción cultura y, por entendibles,
pero no justificadas intenciones se usan, para ella, el sinónimo de arte.
Con el agravante de que, se difunden como hechos artísticos
meritorios lo que son magnificaciones de pequeñeces. El apartarse de los lugares
comunes en el ámbito de la reflexión es algo que se agradece a Noam Chomsky en Política
y cultura a finales del siglo XX, de la editorial Ariel.
El libro de Chomsky no es, por decir algo, una bibliografía
fundamental. Son textos de conferencias que el intelectual norteamericano dio
en Europa. No contiene, por tanto, un carácter riguroso ni profundo que pudiera
existir en ensayos procesados y pensados como una contribución en otros
niveles. Eso no le quita seriedad ni demerita los ejes de los razonamientos del
lingüista.
En tres textos hay líneas cruzadas y constantes. Los textos
"Libertad y justicia", "Poder y democracia" y
"Creación y cultura" remiten al argumento principal de Noam Chomsky: el
señalamiento de la consolidación de un poder mundial cuya actuación limita las
capacidades humanas y niega aquellos aspectos que son inherentes a su
naturaleza como el pensar, investigar, sentir, decir, hacer.
Política y cultura a finales del siglo XX refrenda
ese permanente cuestionamiento de Chomsky a las perversiones del sistema internacional
que parten de una frase de Adam Smith: "para nosotros todo; para los demás
nada", cuya paráfrasis puso de moda el subcomandante Marcos y cuyos
seguidores acríticos y mecánicos repiten sin conocimiento de por medio.
El analista registra su desacuerdo con las pláticas de exclusión
y de exclusiva utilización de los individuos que hace el poder hegemónico
mundial. Presenta un panorama tanto de hechos como de mecanismos vigentes para
sostener una idea de democracia que sirve sólo a los grupos privilegiados que
coinciden con las élites.
La democracia no es que la gente pueda incidir en las
determinaciones colectivas, es, por contrario la libertad para que un grupo
"selecto" o "compacto" —como le llamarla Carlos Ramírez—-
pueda planificar, hacer, deshacer, sin molestias por parte ni de la opinión
pública, ni de los parlamentos.
El autor plantea comportamientos generales, pero es ilustrador
para comprender, de mejor manera, el proceder de los gobernantes mexicanos.
Allí están las claves de la imagen institucional: el manejo de los medios de
comunicación. La realidad sustituida por la propaganda. La televisión no como
instrumento tecnológico al servicio del progreso y el conocimiento sino para el
aislamiento y el adormecimiento de los potenciales racionales. Ideas que se
tienen claras, pero que Chomsky presenta en un contexto mayor y que genera
nuevas reflexiones.
Las repercusiones de un sistema internacional injusto
alcanzan a la cultura en tanto "información transmitida por aprendizaje
social" o cuerpo de ideas comulgadas por una comunidad. Hoy, prevalece una
cultura moral absurda. La moral nada tiene que ver con aspectos sexuales. La
inmoralidad está en esa noticia —que no lo es— de las ocho columnas de un
diario capitalino, el domingo pasado: "Tiene Raúl Salinas millones en
Europa", pero más inmoral es que la información se dé como parte de un
golpeteo en los grupos del poder y no como resultado de la actuación del poder
judicial supuestamente autónomo.
El sentido de los postulados de Chomsky puede ejemplificarse
en dos breves fragmentos: "No estamos mejor en un mundo social en el que
se niega a la gente el derecho a ejercitar su capacidad de pensamiento libre y
libre actuación, de controlar su propio trabajo en asociación voluntaria con
otros, y, por otra parte, se le priva de derechos que están justificados en su
naturaleza básica.
“( ... )La emoción y el reto de la investigación, el
descubrimiento y la creación pueden apreciarlos sólo aquellos que han tenido la
suerte de experimentarlos; demasiado pocos en sociedades en que la mayoría de
los seres humanos se ve obligada a trabajar bajo control externo, como
engranajes de una máquina. Pero para la gran mayoría de la población del mundo,
hasta ese destino queda más allá de sus esperanzas".
Caminar hacia la esencia de la especie es hacerlo en sentido
contrario de esas inercias, rutinas, engaños, apariencias impuestas. Así quiere
entenderse esa invitación de Noam Chomsky que constituye Política y cultura
a finales del siglo XX.
*Publicado en Expreso Chiapas.
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