DAVID SANTIAGO TOVILLA
Exitosa fue la inauguración de la instalación El pozo, de Masafumi Hosumi, escultor japonés radicado en Chiapas. El adjetivo utilizado para acompañar al acto no alude solamente a la capacidad de convocatoria que ha adquirido este artista si no a lo que interesa en mayor medida: el resultado, en términos de aportación a la cultura visual y plástica de la localidad que ha conseguido Hosumi.
La
presencia de Masafumi en la entidad ha motivado a otros creadores a hurgar en
esta rama de las artes plásticas y descubrir también allí sus capacidades no
explotadas, probablemente por la falta de estímulo intelectual que prevalece en
lugares como éste.
El
escultor japonés llegó y, en
relativamente poco tiempo, impulsó a otros artistas plásticos al trabajo de la
escultura, como bien pudo apreciarse en una exposición colectiva realizada en
las instalaciones del Teatro de la Ciudad. Motor y protagonista. Masafumi
no
es de quienes viven de un prestigio o de la fama de una obra que efectuaron en el
pasado.
Para
fortuna Masafumi, comulga con ese espíritu no mayoritario de quienes buscan ser
artistas vivos, plenos, en estado de creación permanente. En las artes no son
tan decisivos el talento o la gracilidad, como sí puede serlo la vocación y el
sentido de integridad.
Para
quienes consideren a las actividades artísticas como un instrumento de conocimiento
y no simple espacio de adulaciones, egolatrías y poses, tienen una oportunidad
de ampliar su educación estética con el trabajo de Masafumi Hosurni.
Y
qué bueno que sea nuevamente el céntrico Foro Cultural Universitario el lugar
sede de la exposición. Para continuar con la buena trayectoria, acrecentada en
los últimos tiempos, de mostrar trabajos de calidad y con pocas probabilidades
de observar por otras vías en la localidad.
La
exposición concebida por Masafumi Hosumi se inscribe en esa línea. Presenta a
uno de los géneros plásticos más recientes: la instalación. Una vertiente que
adquirió importancia en el mundo de la plástica en la década de los ochenta y
que antes también recibió la denominación de ambientación.
En
las instalaciones, como bien se aprecia en la exposición de Hosumi, se toman
objetos u obra plástica y
se distribuyen en un espacio bien delimitado para expresar una idea, un
concepto o una actitud.
La
diferencia se establece en el sentido de que por lo regular la solemnidad de
las galerías limita físicamente con la obra plástica. Lo frecuente es,
inclusive encontrar una franja en el piso que indica hasta donde puede
acercarse el receptor. En cambio, en las instalaciones el asistente tiene la
posibilidad de incorporarse al escenario imaginado por el creador. El público
descubre los detalles que quiere de la obra apreciada, porque de esta manera
participa activamente: ésta es, quizá, la palabra que engloba la gran
aportación de las instalaciones y por ende la exposición de Masafumi Hosumi.
En
la instalación de Masafumi hay una mezcla de objetos producidos por el artista
y otros recuperados por él de la realidad ordinaria e incorporados a un
discurso estético, particularmente fragmentos de columnas de cemento y maderas
cuya característica emblemática es el desgaste: la cotidianidad se diluye en sí
misma; nada permanece inalterable; el ciclo vital de los objetos inanimados no
es distinto al de los individuos.
En
la obra que da título a la exposición el efecto comunicativo es más mimético:
la asociación con una entidad real, visible, es evidente e inmediata. El
pozo en dos ciclos: vivo y en ruinas. Nuevamente la idea de ciclos vitales,
de oposiciones aquí ya resuelta para la posible decodificación del espectador.
Si
en el conjunto 16 oriente sur la parte viva es quien recorre las piezas
y se opone a su aura de fenecimiento. Aquí la valía de la creatividad está en
pleno porque se han usado recursos naturales.
El
trabajo reciente de Masafumi Hosumi es de visita obligada si quiere verse y
conocer una obra fuera de los lugares comunes. Cualquier ponderación a la
producción del japonés es menor a los efectos que los visitantes de la
exposición reciben del conjunto de componentes estéticos, temáticos y plásticos
de El pozo. Bien por Masafumi, pero más por aquellos quienes se premien
con dicha y auténtica aportación cultural.
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