“Manual de civismo” de Pierre Louÿs


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Expresiones de Benjamín Franklin: “En todos vuestros amores, debéis preferir a las mujeres mayores antes que a las jóvenes... porque poseen más conocimiento del mundo".

Una frase que sólo permiten el disenso. Peligrosas porque ayudan a construir estereotipos porque, así como la virtud no está en la conformación de los cuerpos sino en lo que se hace con ellos, la plenitud para el encuentro amoroso no depende de la edad.

Se sabe, la edad física no corresponde siempre a la edad mental. Puede haber mujeres maduras con mente de niñas y jovencitas con pensamiento maduro. No hay tablas ni esquemas, como aquel que también indica que los hombres mayores prefieren a las jóvenes, casi adolescentes.

No es tan cuadrado, aunque el factor que influye para gozar de esa opción son las propiedades de la piel: se siente y huele distinta. Pero no hay preferencias. Toda experiencia engrandece si coincide con el ejercicio de vivir.

No hay punto final. Siempre hay un afán de amar cuerpos diferentes, de ampliar tanto como sea posible el repertorio de nuestras emociones, de medir nuestras habilidades o de suplir nuestras carencias en la deleitosa confrontación con el sexo opuesto, con lo ignorado; como bien dice Vicente Muñoz Puelles: mujeres maduras o niñas, no hay dos actos carnales idénticos.

Dicho mundo, sirvió al francés Pierre Louys para elaborar un Manual de civismo, que ya no alcanzó a ver por publicarse póstumamente, un año después de su muerte en 1925.

A pesar de ser uno de los títulos recurrentes en lo que la Yourcenar llamaría -sin ánimos de descalificar­ "literatura obscena" y otros erótica, y de ser, en estos ámbitos, lo más conocido de este autor, el volumen no se incluye en las enciclopedias de literatura que contienen el nombre de Pierre Louys.

El libro semeja un poco ese ejercicio de Roland Barthes que no apuesta al discurso o la teoría sino a la exposición mediante figuras. Hay humor, irreverencia, parodia, para aconsejar a las jovencitas sobre comportamientos sexuales.

Prevalece el tono inconfundible y lo único que salva a aquellas exposiciones que abordan el erotismo y las difieren de la simple y común vulgaridad.

Vale la pena consignar algunas de sus recomendadas Reglas de urbanidad:

En casas: “No cuelgues el consolador en la cabecera de tu cama. Esos instrumentos se colocan debajo de la almohada”.

En la mesa: “Cuando te ofrezcan plátanos, no te metas el más grande en el bolsillo. Eso haría sonreír a los señores e incluso a las chiquillas”.

En clases: “No dibujes en la pizarra las partes sexuales de la maestra, sobre todo cuando te las enseñó confidencialmente”.  “Si te dicen que el hombre se distingue del mono porque no tiene cola, no protestes diciendo que tiene una”.

De visita: “Si el señor que está hablando con tu madre se pone en erección, no hagas la observación en voz alta”. “Hay que decir siempre la verdad; pero cuando tu madre recibe en el salón, te llama y te pregunta qué has estado haciendo, no contestes: Me estaba masturbando, mamá, aunque sea estrictamente la verdad”.

Regalos:” Si una amiga te da un anillo, póntelo en el dedo que más usas en tus horas de soledad voluptuosa. Es una atención delicada”. “Si ves una mancha en el vestido de una chica, no le preguntes, si es de esperma”.

En la calle: “No dibujes penes en las paredes, aunque tengas auténtico talento para esos dibujos”. “Si un viejo sátiro te enseña el miembro detrás de unos arbustos, no tienes ninguna obligación de enseñarle tus genitales en agradecimiento a tu cortesía”.

En el teatro: “No debes decir en voz alta: "¡Esa es la morenaza que se acuesta con papá! Sobre todo, si tu señora madre te acompaña”.

En el campo: “No hagas anunciar por el pre­gón del pueblo que has perdido tu virginidad. El tipo que la en­contró no te la devolverá”.

*Publicado en Expreso Chiapas.