Homenaje a Luis Alaminos Guerrero

DAVID SANTIAGO TOVILLA

Foro Cultural Universitario. Efectiva convocatoria extraña a la poca publicidad. Un recinto no rellenado con escolares o trabajadores. Calidad de público esa noche. Allí, quienes respetan a Luis Alaminos Guerrero, sobre la base de su permanente contribución: en la difusión cultural, en la pintura, en el teatro. No sexenal, regularmente no favorecido con la existencia de condiciones para hacer.

En el homenaje-iniciativa de la Universidad Autónoma de Chiapas participan: el pintor Manuel Velázquez, el poeta Enoch Cancino, el dramaturgo Carlos Olmos y el rector Pedro René Bodegas.

Abre Manuel, único participante con texto preparado. Reflexiones sobre el arte. Coincidencia, en el espíritu, con el homenajeado: «Siempre he conocido su exigencia para situar al arte en el lugar que le corresponde: al mismo nivel de la ciencia. El arte, como forma de conocimiento, llama al espectador no solamente a la contemplación pasiva sino también a pensar y actuar.

»No voy a narrar la vida del maestro. Su currículum da cuenta de lo que importa. Sólo quiero recordar que en la fecunda trayectoria del maestro Alaminos hay tres momentos en que convergen su capacidad creativa: la producción artística, la enseñanza plástica y la difusión de la cultura. Todos estos con distintos enfoques y conquistas».

El, en estos momentos, pintor joven de Chiapas más sobresaliente, dimensiona el homenaje: «para quienes hemos sido sus alumnos, sin duda alguna, ha significado un impulso inicial en nuestra vida como creadores; para quienes aprecian su obra, será un interesante creador plástico; y para quienes acuden a él en la difusión de la cultura, un honesto y abierto funcionario.

»Sin embargo, entre las omisiones más comunes cuando se trata de un homenaje está la de relegar a un segundo término la importancia de una obra y las aportaciones fundamentales de ésta por conceptos que no van más allá de su actitud amable, tiempo generoso y su franca y sencilla sonrisa».

Manuel quiere evitar el lugar común y puntualiza: «Luis Alaminos se distingue no sólo por tener temías sino por practicarlas e insistir en su aplicación. De sus más notables aciertos —que en mí causaron profunda impresión— es la constante afirmación de que el artista se hace con un 1 % de inspiración y un 99% de transpiración. Esto es, trabajando cuarenta y ocho horas diarias. En efecto, don Luis propone que, en el estudio, la. práctica y la maduración artística lo que hace al creador no es solamente su capacidad creativa sino su dedicación y disposición al trabajo».

Al joven Velázquez le sucede Enoch Cancino Casahonda. El Premio Chiapas improvisa. No le cuesta. Sabe qué decir y está en el sitio adecuado para hacerlo: «Luis Alaminos es un gran proyector de cultura, sin alardes, sin vanidad, sin efectos de lograr conquistas económicas o políticas. Es un hombre nacido y hecho para la cultura».

Recuerda que el homenajeado llegó a Chiapas, pequeño, como parte de aquel grupo de exiliados españoles acogidos por Lázaro Cárdenas. El autor del famoso Canto a Chiapas expresa verdades de esas que incomodan y más en suelos como éstos: «Alaminos tuvo siempre la pasión de servir a la cultura. La cultura no se grita, no se le expande en los periódicos: simple y sencillamente se le ejerce, con el ejemplo».

Continúa con una apreciación: «la época más brillante del maestro Alaminos fue su época teatral: una época que no se ha repetido en la historia de Chiapas, en que creó un ejemplo cultural teatral que iba desde representar a Rulfo hasta a Shakespeare».

Noquis abunda en un planteamiento anterior: «Luis Alaminos es parte estructural de la cultura verídica de la entidad, no de la que se estremece en publicidades, ni en gritos y exterioridades. Él es un hombre de realidad, de creaciones vivas... No sólo es digno de admiración, es digno, sobre todo, de un profundo agradecimiento de los chiapanecos». Enoch, en uno de sus apartados, alude a la compañía infaltable para Alaminos: Martha Arévalo.

Es el tumo para Carlos Olmos. Otra persona, como Velázquez que puede hablar de enseñanzas, del compartir no egoísta del espíritu. Confiesa, a la distancia, haber entendido la dimensión exacta de la palabra maestro para calificar a don Luis: «la exigencia, el rigor, el enojo, producto de una concepción de un profesional del arte y el amor a éste».

Dice, participar gustoso en el homenaje porque «la presencia de Luis vivo en Chiapas, es también la presencia del teatro vivo en la entidad, a pesar de lo que se diga, a pesar del teatro que pueda verse acá. El teatro chiapaneco no le debe mucho a Luis: le debe todo». En el mismo tono, dice: «a quienes estamos acá nos parece maravilloso que esté con nosotros el hombre que ha empujado ese carro de Tespis que ha recorrido toda la comarca chiapaneca buscando interlocutor; a ese público que a veces pierde y en ocasiones gana. Luis Alaminos ha formado y sigue formando gente».

El homenaje se cierra con la entrega de un reconocimiento y de los ejemplares de la edición de la obra teatral Los pequeños problemas particulares, de Luis Alaminos, por parte de Pedro René Bodegas, rector de la Universidad Autónoma de Chiapas.

*Publicado en Expreso Chiapas.