"La semilla de la iluminación": ambiente-escultura de Masafumi Hosumi

DAVID SANTIAGO TOVILLA

En poco tiempo, el artista Masafumi Hosumi ha proporcionado al público chiapaneco la oportunidad de apropiarse de elementos novedosos y de actualidad en la evolución de las artes plásticas.

Hace un mes, fue la instalación El pozo, en las instalaciones del Foro Cultural Universitario. Ahora, mantiene algo que ha denominado ambiente-escultura en una de las salas del exconvento de Santo Domingo en Chiapa de Corzo, con el título La semilla de la iluminación. El viaje, la visita, tiene sus recompensas. Sobre todo, para ponderar los elementos propios para la apreciación artística.

El ver esta exposición remite a la anterior. En El pozo, los efectos expresivos de la obra actuaban con mayor facilidad. Actuaba, en mayor medida, la percepción. En La semilla, en cambio, prevalecen los factores emblemáticos a partir de elementos ornamentales. En ese sentido el proceso de asimilación de la exposición es más lento.

Requiere de mayor tiempo para entender una propuesta que apela más al concepto. Una observación no basta y menos si ésta es superficial, presurosa. Se corre el riesgo de quedarse en el plano estético de la producción; y, es parcial limitarse a las consideraciones rasgos de belleza, fealdad, trivialidad, por ejemplo.

Pero el trabajo de Masafumi Hosumi llega más lejos, porque obedece al espíritu del arte con el sentido integral que ya otras veces hemos abordado: conmover, deleitar y educar. En La semilla de la iluminación está representada, con mayor evidencia la formación y la cultura del creador,

Masafumi lo menciona. En aquella amplia estancia se distribuyen tres nociones: el bosque, el río, el camino. En un extremo, el bosque recrea esa atmósfera que rodea a las personas conflictivas, las de "sangre pesada", o bien quienes viven de acuerdo con las circunstancias, que les van conduciendo de un tropiezo a otro, en el desgaste, hacia el cierre dé las puertas que en determinado momento estuvieron abiertas.

Es una senda con más que imperfecciones: ninguna continuidad, distorsiones de la realidad, desvíos hacia ninguna parte. En el otro lateral, el camino, construido de piedras. No es lineal, derecho, terso, aunque conduzca a pesar de ello hacia la iluminación, el saber, el conocimiento, la deidad o la verdad depende de los valores propios.

Así es la vida: la mesa no está dispuesta ya para sólo sentarse a consumir lo que hay en ella. Hay que conseguir la casa, la mesa y los alimentos. El camino representa a los egoístas consecuentes, en términos del filósofo español Femando Savater: quienes son y hacen algo porque así lo han decidido, realizan sus actos en función de un proyecto de vida y de las definiciones en cuanto al y no que obstaculizan o permiten alcanzarlos.

El futuro no llega solo, depende de crear las condiciones en el presente. Lo que se haga o deje de hacer hoy tendrá sus implicaciones mañana. Más importante que el pasado nefasto o glorioso y que los sueños plenos del futuro están las acciones del ahora. Desde luego, sustentadas en un sentido, con una orientación.

En medio de la ambiente-escultura de Masafumi, hay una tercera posibilidad, representado por el infaltable elemento vital en los trabajos de este artista: el agua. Encerrada en una larga bolsa, elaborada por Hosumi, el camino acuífero es el único que conduce directamente a la iluminación.

Dice el autor es la vía de la meditación. La metáfora visual de Masafumi coincide probablemente con una de las verdades del Tao Te King: Si hubiese sabiduría en mí/ Recorrería el Gran Camino/ pero evita­ría los senderos/ El Gran Camino es fácil de seguir/ Pero los hombres prefieren los senderos.

La semilla de la iluminación —es de allí su denominación compuesta de ambientación y escultura— una macro instalación, una escultura transitable. Parte de la idea surgida de permitir con mayor libertad el tránsito en los espacios de la propia escultura. Hecho cada vez más extendido y ya tendencia escultural pero que, en Chiapas, todavía es inconcebible, sobre todo por la falta de oportunidades de educación visual o por la autolimitación para no ver el universo, también frecuente.

El transitar en medio del bosque de Masafumi Hosumi genera reflexiones, aun sin ser muy puntuales para el sentido que pretende el artista, la disposición, el tamaño, induce a ellas. Una sensación personal: recorrer el camino de piedras da cierta certidumbre, una especie de confianza para acercarse con el resto de la exposición, se compenetra de otra manera con el trabajo y la energía que existe en él.

Algo favorable de las instalaciones de Chiapa de Corzo: los vigilantes no dirigen miradas incisivas, ni están por fortuna educados en la ortodoxia de la distancia hacia las obras de arte: con aquello de no tocar y ni siquiera acercarse demasiado. Por ello hay libertad para situarse en donde plazca: recorrer los caminos —menos el acuático porque podría romperse—, ubicarse en el punto inicial de los tres o subirse a la escalerilla donde descansa la iluminación y desde donde la perspectiva da la impresión real de confluencia de todo.

Un rasgo adicional de La semilla de la iluminación es una variante cinética: la observación del movimiento del agua dentro de su aposento. Puede moverse un extremo de la bolsa. El agua va hacia el lado opuesto y con mucha suavidad retoma al punto de partida.

Los elementos conceptuales y las técnicas actuales dentro de esta expresión artística, hacen de esta ambienté-escultura una propuesta muy completa, lejana a poses y apariencias que se priorizan en la localidad.

*Publicado en Expreso Chiapas.