DAVID SANTIAGO TOVILLA
Tres meses después que la película Carrington se ha retirado de la cartelera en la ciudad de México, llega a Chiapas. Su paso, es previsible, será fugaz a pesar de contar con el Premio al mejor actor para Jonathan Pryce en el Festival de Cannes y aun con el arreglo musical de Michael Nyman, quien eleva sus bonos consecutivamente.
Una valoración superficial de Carrington puede
reducirla a la recreación de hábitos libertinos entre los escritores en general,
y entre los creadores residentes en Europa a principios de siglo. Una interpretación
profunda conduce a la reflexión sobre los términos de una relación amorosa más
allá del vínculo sexual y de los ordenamientos habituales.
La cinta es realizada sobre el guion de Christopher
Hampton. Recupera parte de la atmósfera, el espíritu y la biografía del llamado
grupo de Bloomsbury al que perteneció Virginia Woolf y el personaje principal
de Carrington: el escritor Lytton Strachey. Famoso por sus apuntes Victorianos
eminentes es considerado uno de los máximos prosistas ingleses del siglo XX.
Se caracteriza por un estilo que mezcla la ironía, el sarcasmo, la erudición
que extraña no haya sido incluido en la antología de Ensayistas ingleses,
muy representativa, editada por el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes.
De Lytton puede conseguirse un pequeño volumen publicado
por la Universidad Autónoma de México, a la venta en el Foro Cultural
Universitario de Tuxtla Gutiérrez y, probablemente, en las mejor surtidas
librerías de San Cristóbal de Las Casas pueda hallarse su texto más conocido ya
mencionado.
En Carrington todo gira en torno a Lytton y la
pintora Dora Carrington, quienes realizan todo lo contrario a ese amarillista
subtítulo que le han colocado para comercializar este producto cinematográfico
en México: "un amor imposible".
No hay amores imposibles. El amor es o no. El carácter
imposible implica una negación de hecho y esencia, ni siquiera un intento de
realización, o por lo menos una equivocación temporal.
El amor tiene caminos no prescritos ni realizaciones
únicas; muchas vías son posibles y son incuantificables porque existen como
existe el conjunto de individualidades que pueblan el mundo.
De ello resulta que se busca esa noción denominada
amor y cuando la contraparte correspondiente para su realización llega, se
tiene, por lo general cierta incapacidad para verle.
El problema es que no abundan las oportunidades y
puede ser que, de acuerdo con la personalidad de cada uno, aquella llegue en
una sola ocasión y se le deje escapar. Suele suceder.
Dora y Lytton mantienen una relación que más que
imposible en esa insistencia por usar calificativos alguien señalaría como
"fuera de lo normal", pero se retornará al punto; hay amor o no, sin
aditamentos. Bien lo señaló Elías Nandino: el amor no tiene sexo, tiene amor.
Lytton tienen preferencias homosexuales. Confunde, en
su primera visión, a Carrington con un joven. Les presentan, pero no muestra
mayor interés. No obstante, en un paseo por el campo, Lytton besa a la muchacha
encamada por la actriz Emma Thompson. Ella decide vengarse y cortarle la barba al
escritor. Va a hacerlo cuando está dormido, pero él despierta.
Un acorde introducido por Nyman es revelador: ella ha tomado
la decisión de no hacerlo y percibe, en ese instante, su atracción por él. Le admira
y al margen de otros hechos anecdóticos que propician la cercanía entre ambos
personajes llega la oportunidad de volver a entablar un diálogo afectivo.
Él le dice que le gustaría volver a besarla; ella lo permite.
Con naturalidad, la relación afectiva se impone, más allá de otro elemento: la
edad: Lytton, de treinta y seis años duplica la edad de Dora.
En
Carrington hay hechos, detalles que hablan de una actitud. Quienes
pertenecieron al club de Bloomsbury se caracterizaron por el cuestionamiento a
la ortodoxia de la denominada "moral victoriana", aunque compartan
rasgo de exquisitez en el mundo de la creación; resulta extraño, por ejemplo,
que Lytton en el momento de su llegada a la casa de sus conocidos no cargue su
pesado equipaje y deba hacerlo su anfitriona; y que, con claridad y sin
inhibiciones o mesuras le explique a ésta su dieta.
La sucesión de personajes
en Carrington, por igual, puede llegar a extrañar. Pero hay una
definición, una diferenciación entre amor y pasión. Lytton y Dora se aman, pero
él tiene otra preferencia sexual y es consecuente con ella, inclusive Dora
llega a casarse con un exsoldado que ha seducido a Lytton.
Él
tiene una vida sexual activa; ella también y no precisamente con el escritor.
Existe una ingeniosa toma en donde la cámara recorre la residencia de Ham Spray
y se detiene en cada ventana para mostrar cómo se ha transformado y hasta dónde
los roles se han modificado: el esposo de Dora con otra mujer, un amante de
Dora con su pareja; Lytton con un joven también homosexual; ella fuera de la
casa. Observa todas las escenas. Es la vida en ese lugar.
Todo
termina con la muerte de Lytton. En el lecho de muerte, él refrenda su amor por
Carrington, que siempre existió más allá de las circunstancias que llegan a ser
confusas. Ella vacía la casa y se suicida con un escopetazo en el estómago.
Un final conmovedor donde la música es esencial. Carrington no es, por tanto, el amor imposible sino una de sus posibilidades, de realización.
*Publicado en Expreso Chiapas.
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