DAVID SANTIAGO TOVILLA
«El Pequeño paraíso perdido es un anuncio de que, si uno se va a morir, ya recordó que hubo, un paraíso aquí, en la tierra» dijo el poeta Joaquín Vásquez Aguilar. Se refirió al título de su libro en preparación. Hablaba en entrevista con la escritora Elva Macías. Ahora, existe la oportunidad de recordarlo a través de una publicación que reúne materiales de y en torno al fallecido autor.
Poco antes de la semana irregular por las vacaciones,
se inició la circulación del folleto de cuarenta páginas. El título es, tal y
como lo previó Joaquín: Pequeño paraíso perdido y es una coedición de la
Universidad Autónoma de Chiapas y el Colegio de Bachilleres de Chiapas.
Supimos de su preparación, en donde la participación
de Elva Macías y Luis Alaminos fue puntual. Da gusto, ver la realización
concreta en términos mejores a los esperados. Regularmente, por una u otra
razón los resultados editoriales de publicaciones modestas son malos.
Con Pequeño paraíso perdido no sucede eso. Está
confeccionado con buen gusto: fotografías de Rodrigo Núñez de un Quincho
no tan cercano a la fecha de su muerte; viñetas de Manuel Velázquez y un diseño
que obedece a una concepción. Es un material bibliográfico de excelente nivel en el
desierto de publicaciones locales.
En esa agradable edición, se congrega, en principio:
la ya aludida entrevista de Elva Macías. Allí, entre otros aspectos, Joaquín
responde a su compromiso con la creación: «Sería alta traición, al escribir no
ser fiel a lo que
quieres expresar, no hay que escribir como Pablo Neruda en sus últimos poemas:
Incitación al Nixonicidio, eso no era su poesía, era un hombre de
izquierda, pero hacer poesía es otra cosa para mí. Se me califica de poeta lírico.
Yo digo que soy poeta visceral. Yo me derramo, me desgarro, me desangro. Me
derramo ahí en mis textos; este soy yo. Si viniera un psicólogo a indagar como
soy, como es la personalidad de Joaquín Vásquez Aguilar, que lea mis textos,
allí me va a encontrar, por eso mi estructura es interior siempre, parte de lo
que me interesa, de lo que me penetra desde lo exterior hasta mi interior».
Enseguida, un texto de Enrique García Cuéllar: «Ha
pasado el tiempo y su poesía crece. ¿Será porque el mérito es el náufrago del
alma: vivo se hunde, pero muerto flota? Los ojos capulines de Joaquín le
revelaban mundos atroces, desgargantes, pero también abrían paso a la luz de la
belleza abrupta o serena. Quiso contarnos sus visiones y eligió las palabras
como instrumento. Y lo hizo de tal modo que unió fonemas para crear sinestesias
de sal, de humedad, de tiempo y de riqueza. El huidizo amor también le dejó su
oquedad de melancolía».
Le suceden los apuntes de José Martínez Torres: «La
poesía de Joaquín, sin embargo, podría clasificarse bajo dos grandes aspectos.
El primer grupo lo formarían páginas comprensibles, por decirles de
algún modo; textos como Otro poema a Isolda, o esa especie de parlamento de obra
teatral irónicamente amargo y punzante de la tercera estrofa de Desempleos,
para no referir el Poema de los abuelos que se fueron o El magresal
rulfiano, más apreciados y conocidos. Son líneas cuya finalidad es conmover al
lector, apelar a su comprensión y simpatía, corno quien dice mentiras con una
gran seguridad y también corno al descuido.
«El segundo grupo busca desorientar al lector, producir un efecto de
extrañeza, hacia el desasosiego, y llega a Joaquín desde el surrealismo a
través de César Vallejo».
Veinte páginas finales reúnen la producción de Joaquín
tanto en Poemas sueltos como en Pequeño paraíso perdido. Poemas
inéditos que fueron incluidos en publicaciones periódicas: las revistas Tierra
Adentro y Sinapsis, o bien las memorias del Festival de Escritores
Chiapanecos.
Pequeño paraíso perdido
es un volumen para promover la poesía de Quincho. Constituye un buen material
para el acercamiento con sus ideas, su persona, su trabajo poético. Es de esos,
volúmenes bien logrados, que bien valen la pena las reediciones, porque, con
seguridad, será agotado.
*Publicado en Expreso Chiapas.
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