DAVID SANTIAGO TOVILLA
Desde el viernes anterior, 3 de mayo, se puede apreciar una nueva exposición de Sebastián Sántiz: Seres imaginarios. EL lugar, marco propicio e imprescindible para testimoniar la actividad plástica en la entidad, es desde luego el Foro Cultural Universitario.
La
exposición de Sántiz se integra con pinturas en diferentes formatos y una
escultura. Como siempre no hay que asistir con las definiciones por delante y
en espera de encontrar sólo una recreación de una cosmovisión y dejar al margen
los factores plásticos que, en realidad, sostienen al trabajo de este autor
nativo de Oxchuc.
Sántiz
ha sabido distanciase de los encasillamientos a que inducen las formaciones culturales
y colocarse en la dimensión verdadera del arte.
Con
Sebastián no ocurre algo en boga por estos días: explotar la condición de
indígena para beneficiarse de alguna manera. No, Sántiz ha logrado situarse en la
dinámica seria y profesional en el estudio, procesamiento y realización de la
obra artística; aspira a ser un artista, a partid de lo que sea capaz de
aportar desde su creatividad y solamente.
En
su obra, es natural, aparecen motivos propios de la información que remite a
entorsnos indígenas, pero están depurados de su carga connotativa en esa
dirección e insertos en otro discurso con mayor universalidad.
Por
algo, lo que predomina en Seres imaginarios es la carga estética de
realidades posibles. En este aspecto., Sántiz tiene importantes logros. Quien asiste
a la exposición percibe dicha función y no encuentra componentes forzados. El
discurso de Sebastián es limpio, auténtico.
Esa
falta de concentración en el motivo puede apreciarse en los cuadros iniciales.
En uno de ellos, la figura de un can está señalada en el fondo, en el segundo
plano, porque la importancia, a primera vista, se le concede al color y la
textura trabajada en barro o su símil.
En
varios momentos puede hablarse de la preferencia del artista por acudir a los
efectos comunicativos en su trabajo. Lo hace desde el plano ornamental, para
dar contundencia a los colores, a su lograda y agradable presentación. Del mismo
modo se encuentran factores de invención que se le acercan a una idea abstracta
y desde la cual nuevamente recurre a su apuesta por el color y la composición,
allí está, por ejemplo, una figura que no lo es en la asociación habitual.
En
Seres imaginarios se registran no fantasías o referencias a un mundo
virtual. La vida es aludida al incluir perros, chapulines, máscaras, flores,
gente.
Mención
especial merece la actividad en el campo porque están en uno de los cuadros que
llaman más la atención y que ocupa un lugar central en una de las secciones del Foro Cultural Universitario: un primer plano
con las figuras de tres campesinos, pero no son esos hombres que dan la espalda
y realizan sus actividades lo primordial; ellos están atenuados por la
oscuridad de los colores en que fueron confeccionados; sobre sus sienes, al
fondo, destaca lo que vigoriza al cuadro: un cielo cuya expresividad también se
sustenta en el colorido.
La
parte emblemática es la única escultura: Serpiente, que remite a
símbolos, en este caso un tanto tradicionales. Su carácter ritual para una civilización,
pero no del todo extinto está afirmado por las velas que se han colocado en su
parte frontal. Una escultura con predominio de formas curvas, redondas y la
incorporación de otros materiales a la piedra: ojos de irresistible palpación
por el látex y el agua contenida.
Seres
imaginarios permanecerá hasta el 23 de mayo. Hay mucho que apreciar en este
recorrido de Sebastián Sántiz, quien confirma su condición de artista.
*Publicado
en Expreso Chiapas.
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