David
Santiago Tovilla
El elemento de la época es la imagen. El mundo se rige por ella. Tanto en términos ideológicos, como debido a discursos visuales. Toda conformación gráfica tiene una carga, una intención. Nada es ajeno o ingenuo.
La imagen gráfica, el icono, plantea una orientación,
remite a una asociación; aspira a conformar o representar una identidad. Su
definición tiene sustratos culturales que se buscan compartir. Por ello, las
frecuentes mascotas que acompañan a campañas publicitarias o propagandísticas
son algo más que simples referencias icónicas.
Estas líneas quieren llamar la atención para analizar
la imagen que pronto estará por doquier, con motivo de la versión número
veintiséis de los Juegos Olímpicos, cuya fiebre avasalladora inicia este viernes.
Por cierto, en un lugar que no debió ser pero que pudieron más los intereses de
la Coca-Cola para desplazar a una celebración simbólica en el lugar en donde se
iniciaron hace cien años:
Grecia.
Es notable el contraste entre las dos mascotas que han
acompañado las versiones recientes de los Juegos Olímpicos: Cobi, de Barcelona
92 e Izzy, de Atlanta 96. El primero, concebido por el prestigioso artista
español Javier Mariscal; el segundo, supuestamente elaborado tras una consulta
a niños de más de cuarenta países del mundo.
Si bien ambos son animales antropomorfos, Cobi se
percibe cercano, tiende más a considerarse un ser que puede llegar a convivir
con cualquiera; su inserción en una comunidad social es más posible y se
asumiría de manera natural porque sus rasgos son de sencillez humana y su comportamiento
natural.
Izzy, por el contrario, es a todas luces un personaje
de fantasía, de un mundo irreal, que aspira a tener un carácter efímero. Lo
dicen sus gestos, sus actos, sus expresiones, la abundancia de los detalles
decorativos que quieren dejar clara la procedencia del icono que de su cumplir
alguna función en relación con la actividad deportiva que congrega a decenas de
países.
Cobi tuvo una playera verde oscuro y un pantaloncillo
naranja, el color de su cara, piernas y brazos fueron el de la piel humana.
Hecho que genera sentimientos como la ternura, la confianza.
lzzy se atiborra de azul, y combina los colores que
recuerdan a Superman, azul, en su mayoría, con vivos en rojo intenso. Se
acompaña de estrellas que posee tanto en la suela de sus zapatos como las que
imprime donde pisa. Usa rayos como los de Flash tanto en sus zapatos tenis y
hasta son sustituto de sus orejas. Sus ojos brillan y también son una estrella
cada uno. Utiliza guantes al modo de los cómics estadunidenses. Es un punto más
en la constelación de personajes que tienen rasgos similares, comunes. No es
precisamente el enaltecimiento de la imaginación, de la creatividad. Es un
producto más de la industria de consumo.
Cobi e lzzy encarnan las expresiones particulares de
la cultura de donde provienen. nen. En España se tiene una preocupación por el
arte y existe una vigorosa actividad en todos los ejes de este; su trabajo es
la cultura, es uno de sus principales productos de exportación, véase si no
cómo el mercado nacional está dominado por publicaciones españolas de todos
los temas posibles: erotismo, pornografía, computación, sociales, música, literatura.
En Estados Unidos no ocurre eso. Lo que exportan es la
costumbre de consumir mecanismos de evasión. No existe un interés por los grandes
artistas norteamericanos: Whitman, Joyce, Miller, éste último que incluso llegó
a asegurar la inexistencia del ser norteamericano.
Eso, está reflejado en las mascotas visuales
elaboradas. En el español hay varios gestos: interrogación, comunicación con un
interlocutor. En el norteamericano existe arrogancia, autosuficiencia,
egocentrismo.
Cobi tiene una boca cuya conformación deja
indefiniciones positivas: es y no una sonrisa, al estilo —aunque sea una
desmesura— de La Gioconda de Da Vinci; lzzy presenta una risa
desparpajada, insincera, de una fe1icidad posada y homogénea con las estampas
masificadas. Cobi apela a la creación, Izzy a la estricta definición del plástico:
sustancia sintética moldeable. Está pensada para explotarse no para usarse. Es
figura no emblema. Las imágenes también hablan. Lo hacen desde los Juegos
Olímpicos...
*Publicado en Expreso Chiapas.
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