DAVID SANTIAGO TOVILLA
Hay propuestas concebidas desde diversos planos. Son trabajos que debido a su concepción total, en cada una de sus etapas dan qué decir y valorar. Por desgracia, en páramos como el nuestro, las realizaciones artísticas así ideadas son las menos.
Ocuparse nuevamente de
una exposición es, en esa misma magnitud, inusual. El 13 de agosto, en esta
columna, hablamos de la instalación Acerca de nuestro ser de Ryuichi
Yahagi. Expusimos las asociaciones con la mortandad. Comentamos el atractivo
hacia la obra por el sentido de inspeccionar el no ser o el ser aun en momentos
previos a la extinción física absoluta. Señalamos el interés de Yahagi por
presentar esa perspectiva que atemoriza al ser humano y que, sin embargo, es de
sus únicas certidumbres: la muerte. La instalación se constituyó por fardos que
semejaban envoltorios de cuerpos humanos suspendidos.
La muestra de Ryuichi
abrió con un performance y con otro se clausuró. Nos perdimos la inauguración,
pero asistimos, en su momento, al recorrido por el primer piso de la sala
superior del Exconvento de Santo Domingo. De igual modo, hubo oportunidad de
asistir, el domingo por la noche a la conclusión de Acerca de nuestro ser.
La iluminación de salas y
pasillos del recinto se apagaron. El conjunto de costales se apiló en el patio
central del edificio. Los artistas Masafumi Hosµmi y Vicente Díaz, a corta
distancia, se concentraron en un proceso de meditación. Tiempo después,
Masafumi entonó un canto japonés y cada protagonista tomó una antorcha y se
acercó a la base de la cúspide formada por 1os bultos. El fuego se extendió
hasta absorber todo. La pira se elevó, en el centro, a la altura del mismo
techo del edificio. El calor fue sentido por quienes veían en los pasillos
laterales.
Fuego verdadero, devorador, destructor, agresivo,
vigoroso. El concepto visual, en esa medida estuvo bien logrado: aquellos
bultos, émulos de muertos encostalados, también podían asociarse con los
cadáveres que no llegan a la fosa común y se consumen, amontonados, así, en
cualquier descampado.
El fuego consumió los
costales-cuerpos. El proceso de la lumbre fue completo, real: inicio, expansión,
disminución, brasas, cenizas. En medio: el concepto, la obra que ahora está
resguardada en testimonios audiovisuales y memorias individuales.
La instalación de Ryuichi Yahagi proporcionó elementos en todo momento: inauguración, exposición y clausura; además de ser muestra de la comunión de los géneros plásticos.
*Publicado en Expreso Chiapas.
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