Fotografía: Walter Corona Best |
—Arturo. Te hacen un homenaje en torno a tus veinticinco años como crítico cinematográfico ¿Qué representa para ti este hecho y que se haya realizado por parte de dos importantes instituciones del país?
—Es una reconsideración de lo hecho alrededor de la crítica cinematográfica. Al principio el trabajo de crítica fue una manera de obtener ingresos y que al mismo tiempo me permitiera tener tiempo libre para dedicarlo a la literatura, el ejercicio que más me importa.
En la medida en que crecí como crítico llegué a establecerme en los medios más importantes de la ciudad de México. Mi crecimiento profesional fuel al lado de mi trabajo como escritor. El que esta celebración se haya retomado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y por la Dirección de Literatura del Instituto Nacional de Bellas es como la coronación de mi trabajo.
Me siento muy satisfecho, muy contento. Ha sido algo hermoso. A raíz de esto se han generado muchas cosas. La propia Universidad Autónoma de Chiapas me ha propuesto la publicación de un libro como complemento o agregado a esta trayectoria de 25 años de crítico de cine.
—¿A qué espacios de comunicación te han conducido las más de dos décadas de actividad? ¿En qué medios has escrito?
—Empecé modestamente. Yo tenía pocos años. Apenas estaba en la escuela cuando empecé en el periódico El Día. No podría explicar empezar por qué pensé que era importante empezar a colaborar en un periódico incluso antes de salir de la escuela.
En la práctica, me di cuenta de que era muy flojo, que no estaba el mismo tenor de convertirme en un periodista dinámico que persigue la noticia como se dice en el medio a golpe de calcetín. Me di cuenta de que ya más bien era un escritor de gabinete, otro tipo de investigación; otro tipo de periodista más cerebral.
Entonces me fui inclinando por algo que me gustaba mucho, desde niño: el cine. Ser crítico de cine se lo propuse al periódico El Día y me mandaron la edición vespertina. En 1972 empecé a colaborar dos veces a la semana. Después fueron tres la y luego todos los días. Me pagaban muy poquito, pero eso me permitía comprar algunos libros de cine, entrar al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos para tomar un curso de posgrado en cine. Allí tomé "Historia del cine", “Guion de cine": todo lo que se relacionara con este arte.
Me quedé en el periódico El Día durante cinco años. Luego pasé al periódico Ovaciones donde escribí otros cinco años. Después me fui al periódico El Sol de México, en donde estuve muy poco tiempo, porque la retribución era muy poca.
Siempre uno de los grandes motores de mi trabajo fue que me daban unos salarios muy miserables, pues era desconocido, empezaba. Cuando yo veía que no iba a poder conseguir más salarios trataba de brincar a otro periódico en donde de entrada me dieron un poco más y así me fue llevando mi peregrinaje por casi muchos periódicos.
Después de estar un rato en El Sol de México, me invitaron a colaborar en La Jornada, diario que me proyectó mucho, me dio a conocer. Yo pensaba anteriormente que en Ovaciones podría llegar a ser un periodista popular, era medio marxista en ese tiempo y pensé que la cultura la debíamos de llevar al pueblo. Al entrar a La Jornada, me pude dar cuenta que el mensaje que yo daba era bien asimilado por el público que me leía. Me mandaban cartas, invitaciones a mesas redondas. Ahí fue donde me disparé: me convertí en Arturo Arredondo.
Todo iba bien, pero sucedió lo que había pasado con los otros periódicos que me pagaban muy poco y no veía la oportunidad de que me aumentaran el sueldo. Entonces me fui a El Universal. Estuve ahí un rato. Luego nació el periódico Reforma, en donde ya me ofrecieron un salario bastante atractivo, pero vino la crisis, la debacle económica.
Reforma cayó porque tenía deudas en dólares en el extranjero. Entonces me tuve que quedar un rato sin trabajo. Todos los medios estaban apachurrados, hasta que el Novedades me invitó. Curiosamente ha sido el único periódico en el que me ha ofrecido buenos salarios. Me tratan de maravilla. Siempre están pendientes de que mi nota llegue. Cuando no ha llegado me hablan por teléfono para pedirla. Tengo un lugar especial allí.
Por otra parte, he estado colaborando en otras revistas, en otros semanarios y ha crecido mi trabajo de tal modo que soy conocidísimo como crítico de cine. Como escritor apenas me estoy dando a conocer, pero la maravilla es que ya puedo vivir de lo que escribo como crítico de cine: el estar bien prestigiado permite que yo tenga los salarios suficientes como para vivir de mi trabajo, cosa que no todos los críticos de cine y periodistas pueden presumir.
—Hablaste de las frustraciones de no tener un salario digno en el periodismo mexicano. ¿Puedes recordar algún momento de una gran satisfacción como crítico?
—Como crítico cinematográfico una de las grandes satisfacciones que llegué a experimentar fueron las cartas que me empezaron a enviar mis lectores. Estas cartas empezaron desde el diario Ovaciones, allí fueron aisladas; Después, en La Jornada sí fue como una especie de diluvio. Llevaba mi nota a entregar y en la administración ya m estaban esperando.
Había una comunicación total. Me podía dar cuenta de que el mensaje que emitía era bien recibido el por mi público. Las cartas me demostraban que me leían, incluso había telefonemas, invitaciones, reproches por no ir a las universidades a dar conferencias, eso fue muy emotivo, estimulante.
—Arturo, parte del acto de tu homenaje fue una mesa de reflexión en torno al ·cine. ¿Qué aspectos pudiéramos retomar de la discusión? Por ejemplo, ¿Qué sucede con la crítica cinematográfica si ésta tiene lugar principalmente en la ciudad de México? ¿Qué pasa en los estados?
—Creo que la crítica en provincia es más bien de retache. Los grandes periódicos de la ciudad de México llegan a las entidades federativas y el público se entera como de trasmano, porque el tejemaneje cultural está aquí. Es una desgracia porque los lectores o los espectadores de cine, en las ciudades del interior, tienen poco acceso a esas críticas. Yo les hablo de las películas que va a pasar en televisión, o de la que se exhibirá en un cineclub aquí y ellos no tienen acceso a ello. Es una pena.
Afortunadamente, parece que la Cineteca Nacional ha recibido grandes estímulos económicos de parte del gobierno para organizar en cada uno de los estados, en las capitales, una especie de extensiones de la Cineteca. Ya habrá cine clubes para que se puedan ver las películas que no se han visto en provincia.
—No se cuenta con un cine de calidad, pero sí llegan las grandes superproducciones del cine norteamericano. En tu homenaje el maestro Francisco Sánchez cuestionó esta penetración cultural como parte de un complejo sistema económico ...
—Desgraciadamente el cine norteamericano se ha metido en un cliché de unas grandes superproducciones, de efectos especiales hiper violentas. Me parece que es un cine muy superficial, muy leve, que no enseña nada, que sólo entretiene al público.
Da al espectador una diversión, pero no le da una diversión a profundidad como le podrían dar las grandes obras de la cinematografía niundia1. Yo no me niego que el público vaya a ver Anaconda, y que acuda a ver las grandes películas de Spielberg, como Tiburón o Parque Jurásico.
Es bueno que las vean, pero también es importante. Que conozcan el buen cine: a Godard, la nueva ola francesa; quiénes son Bergman, Fellini, Scorsese, tantos grandes directores italianos, franceses. Que entiendan lo que es un claroscuro, un acercamiento, toda esa labor que nosotros desarrollamos como críticos.
Algunas veces he dado cursos de cine en algunas ciudades del interior de la república, incluso en Tuxtla Gutiérrez di un curso sobre los géneros cinematográficos. Creo que es un granito de arena que los críticos ponemos para que el público se vaya educando y aprenda a ver cine. Aprenda a discernir entre una chafaldranadadel cine norteamericano y una buena película italiana, francesa o inclusive norteamericana.
—Entonces ¿Es importante el ejercicio de la crítica en medida de que se da una formación?
—En medida en que se da esa formación que damos al público lector. No se trata nada más de ver una película. Verla y darle de palos al director. Eso sería absurdo. Sería una medida de descargar nuestra rabia o frustración.
Se nos dice que los críticos somos creadores frustrados. Yo no me siento frustrado. Yo soy un escritor que se dedica a crítico de cine para ganarse la vida. He trabajado en televisión, manejando una cámara, dirigiendo varias cámaras. Es decir, tengo un profundo conocimiento de lo que es el cine. He hecho documentales.
Entonces, si voy a cuestionar a un cineasta es porque vengo del profundo quehacer de la cinematografía, y trato de enseñarles a ver una película no a descargar mi bilis de manera frustrante sobre un director que no me gustó o que me cayó gorda su película.
—Para concluir, ¿Qué puedes decir en torno a que el homenaje haya sido organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional de Bellas Artes y no como se pudiera esperar de una institución de Chiapas, de la misma tierra de donde eres originario?
—Quisiera decir, en principio, que como mi labor como crítico de cine ha sido desarrollada aquí, en la ciudad de México y me he consolidado como uno de los grandes críticos capitalinos, pues es lógico que organicen un homenaje aquí en la ciudad de México. Aunque me hubiera gustado que las autoridades culturales de mi estado se ocuparan de eso, de reconocer mi trabajo.
Ha de ocurrir poco a poco, en la medida que en mi patria chica se enteren, y luego me inviten a algo importante para mí, algún día. No pierdo la esperanza de recibir alguna presea o reconocimiento de mi estado natal ya que siempre han sido muy generosos y se ocupan de sus creadores.
*Publicado en el Suplemento “El Arca de Manuel”, en Diario Expreso Chiapas.
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