Arturo Ripstein, Premio Nacional de Bellas Artes

DAVID SANTIAGO TOVILLA

El cineasta Arturo Ripstein tiene, en estos días, el momento que debió haber tenido desde hace tiempo. Los primeros días de noviembre se dio a conocer que, con probabilidad, su reciente película Profundo Carmesí sea de las candidatas al Oscar por la mejor película extranjera.

La mera posibilidad de que una producción de Ripstein alcance una de las estatuillas concedidas en el máximo certamen de la industria del cine norteamericano ha generado ya comentarios en torno de un respaldo al cine mexicano.

Días después, otra nota agradable se dio al conocerse la decisión de entregar a este director el Premio Nacional de Bellas Artes. Dentro de poco tiempo, el 3 de diciembre, por igual, se realizará la entrega del Ariel a lo mejor del cine nacional y, allí, el laureado personaje recibirá algunas de las preseas en cuestión.

Su película actual está nominada para recibir premios en las categorías: actriz de cuadro, mejor película, actor y actriz. Hoy, todo se congracia con Arturo Ripstein para quien no ha sido fácil sostenerse en su actividad con la misma o mejor calidad, en contra de la sistemática apatía y aversión de algunos de sus compatriotas mexicanos.

Nada ha sido fácil. Suela ocurrir que los propios coterráneos en lugar de impulsar a quien se abre el camino al éxito le lancen saetas verbales y dardos enconados por la envidia. En Chiapas tenemos un joven pintor que presenta similares circunstancias a las que han rodeado a Ripstein, a quien nada ha parado para que le organicen retrospectivas en Londres, Berlín, Nueva York, España, Francia y otros países.

Arturo Ripstein es un cineasta que no ha obtenido el favor de los críticos mexicanos. A su trabajo constante y cualitativo le han acompañado, en México, predominantes opiniones adversas. Incluso la obsesión que alguien expresaba en un medio en contra de este talentoso hombre de cine le obligó a ser de los pocos antecedentes de demandas a los periodistas.

Pero pese a todas las adversidades, hoy, Arturo Ripstein es un elemento imprescindible de la cinematografía nacional y gracias a él existen cuatro testimonios esenciales para el conocimiento de la idiosincrasia mexicana: El castillo de la pureza, El lugar sin límites, Mentiras piadosas y Principio y fin.

En sus producciones, Ripstein ha retratado a sus paisanos, los ha fustigado y mostrado inermes y en sus fracasos. No se interesa por los triunfadores, se inclina por los de abajo, aquellos que nunca tuvieron oportunidades en la vida o, simplemente, la perdieron sin darse cuenta.

El cineasta tiene la paciencia mirar los subterfugios, las veredas que marca una historia, y, con paciencia, sabe extenderlas al espectador, aunque logre películas extensas en tiempo. Los temas de sus filmes, se insiste, no son complacientes ni de evasión.

En El castillo de la pureza utiliza una nota policiaca para detallar: un padre que encerró a su familia durante 18 años por temor a que la realidad los contaminara. Es un excelente alegato en contra de la represión.

En El lugar sin límites, basado en la novela de José Donoso, se narran las aventuras tristes y jocosas de un travesti de origen humilde. Es una historia de final trágico que permite a Ripstein hacer un análisis de la homosexualidad latente en el macho latinoamericano.

En cuanto a Mentiras piadosas, cuenta las desgracias de un par de amantes límites: ella abandona esposo e hijos para irse con un curandero, quien la seducede manera total. Sin embargo, su mundo no se puede concretar porque el pasado pesa en ellos y les impide lograr sus anhelos; los celos y prejuicios eliminan el amor y la pasión.

Pero quizá el mayor acento logrado por el director, y por qué no decirlo: el estilo ripsteineiano está en Principio y fin, película donde se alude la desproporción de una familia pobre por hacer que uno de los hijos triunfe en una escuela de paga y se equipare a un nivel que no tiene. No existe un padre, madre y hermanos sacrifican todo por quien nunca se da cuenta y pierde valor a todo lo que dos valiosas mujeres son capaces de dar.

Una cinta amarga, cortante de 1as venas como sucede con uno de los propios personajes del final trágico. A su filmografía, ha agregado Profundo Carmesí, largometraje que recupera un asunto ya llevado al cine, en 1970, por el estadounidense Leonard Kastle. La historia no menos trágica y de humor negro de dos amantes que se convierten progresivamente en asesinos por sus disputas amorosas. La constante aquí es la preocupación de Arturo Ripstein por señalar las pasiones, debilidades y bajezas humanas.

El Premio Nacional de Bellas Artes para Arturo Ripstein es de las noticias que nunca fueron previsibles y que se convierten en un hecho de profunda satisfacción.

*Publicado en Diario Popular Es!