DAVID SANTIAGO TOVILLA
Las manos fuertes de Franco Bernini es la película que representa a Italia en la XXX Muestra Internacional de Cine. Una cinta que da un punto de vista sobre cómo el poder de la mafia se ha infiltrado en todo: instituciones familiares, autoridades, jueces y demás.
Un estadio en donde la razón del Estado en construir desde servicios secretos hasta paramilitares llega a desbordar todo control mínimo. Al mismo tiempo, la violencia generada por dichas agrupaciones resulta difícil de identificar de dónde provienen en función de la homogeneidad de los métodos utilizados con lo que dicen combatir.
Un aspecto de la cinta es el juego con la ambigüedad que obliga a un receptor atento, pendiente de los detalles y en su respectiva asociación para articular de manera adecuada el sentido, el rumbo de los acontecimientos.
Bernini juega, al modo que es típico en Roben Altman, con un acercamiento a la misma historia a través de trozos intercalados de la narración que, en el caso de Las manos fuertesllega a desesperar debido a la frialdad con que están concebidos los perfiles de los personajes. Por más que se quiera situarlos en la perspectiva individual.
Lo que pareciera ser un defecto, es uno de los objetivos del director: mostrar una realidad del mismo modo en que ésta se desarrolla. Como ya se decía al compartir los mismos procedimientos violentos, se confunden. No quedan precisas cuáles son las acciones del terrorismo y las del poder político y económico que controla todos los aspectos de la vida italiana.
La cinta, por momentos, se torna abstracta. Cerrada. En ese tono, el cineasta italiano intenta estructurar su historia a partir de las relaciones de una psicóloga llamada Claudia, quien en el pasado sufrió la pérdida de una hermana menor muy querida, en un lamentable acto terrorista.
Ahora, cuando sus heridas parecen haberse restañado, aparece en su consultorio un misterioso hombre que se hace llamar Tancredi y cuyas confesiones sacan a la luz el tema. La profesionista se desestabiliza emocionalmente y su vida personal es alterada.
Claudia atiende a un hombre relacionado con el servicio secreto o el terrorismo siniestro que ha causado innumerables muertes inocentes entre la población. La psicóloga se ve involucrada como testigo de los acontecimientos; empieza a tener información de cómo ocurrieron determinadas muertes.
Las sesiones de las terapias con su cliente son reveladoras porque constituyen fuertes dosis de violencia que son narradas por Tancredi. Claudia pretende tener calma, le plantea las dudas a su esposo, pero éste ignora muchos de los detalles expuestos en la consulta y no puede dar respuestas, pero tampoco comprende con suficiencia a su mujer.
Ante la angustia existencial que este descubrimiento le ocasiona, Claudia recurre a un psiquiatra de mayor edad que en d pasado fue su maestro. Este profesionista, sin consultarla, da parte a las autoridades. La trama, se enreda en todos los sentidos. Por una parte, entre la psicóloga y su paciente se generan lazos afectivos que llegan más allá al concebir un hijo, sin que el esposo se haya enterado.
Por otra parte, Claudia tiene que abandonar todo, cambiar cada poco de vivienda porque su integridad corre peligro. Es escondida para que no la maten: el servicio secreto, la mafia, el terrorismo o todos que juntos son Las manos fuertes. Ella es un testigo primordial en un juicio legal que está por darse. Aun en estas circunstancias en un instante en que Tancredi y Claudia se encuentran, pero sufren un atentado.
Algo que debe destacarse de la cinta es cómo recurre a la descripción en lugar de presentar los escenarios. La violencia está en el ambiente, se sabe de sus consecuencias, pero sólo hay un disparo en medio de toda la trama y las pistolas más que activarse solamente se observan portadas, en los instantes precisos.
Otro claro ejemplo de este manejo es una toma a la plaza mojada en donde fue ultimada la hermana de Claudia y mientras la cámara recorre parte del espacio se describen los acontecimientos. Una intención que coincide con aquellas escenas de la película mexicana Rojo amanecer en donde desde una habitación del edificio de la unidad Tlatelolco se perciben todos los acontecimientos del fatídico 2 de octubre de 1968, de la represión al movimiento estudiantil mexicano.
Al igual que esa cinta protagonizada por María Rojo y Héctor Bonilla no es necesario mostrar los cadáveres y los pedazos de cuerpo ensangrentados como se acostumbra en los medios electrónicos de hoy. Desde luego, este planteamiento se inscribe en la sobriedad y en las acotaciones hechas por el director a sus personajes.
Para finalizar, sólo hay que mencionar el grato reencuentro de una cara conocida en esta película: Francesca Neri, la actriz de la exitosa cinta Las edades de Lulú.
*Publicado en Expreso Chiapas.
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