Miró y Toulouse Lautrec

DAVID TOVILLA

Dedicas la jornada a la plástica. Te planteaste dos objetos: ver las exposiciones de Joan Miró y Henri de Toulouse Lautrec. No hay contratiempo, más que la adecuada organización para visitar los dos sitios distantes entre sí, en que se encuentra la obra del español y el francés.

En estos días, cuando muchas actividades culturales se han concentrado, te encuentras, además, que se realiza la Tercera Semana Internacional del Libro de Arte. Visita rutinaria. Más que por adquirir; los libros que con regularidad tienen una base de trescientos pesos, siempre te ha interesado informarte del entorno editorial en esta materia.

La dinámica que encuentras y has encontrado siempre es muy lejana a la que se desarrolla en una feria de libros. No observas a las andanadas de muchachos merodeando, ni a los tumultos en alguna librería en particular. No ves grandes extensiones para cientos de stands. Recorres una sala del Museo Nacional de Arte, precisamente enfrente del Palacio de Minería en donde se desarrolla la Feria Internacional del Libro.

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Las editoriales que puedes visitar no son muchas, apenas veinticinco. Dentro de ellas, te detienes en el espacio del Consejo Nacional de Cultura que, desde hace dos años, presenta en específico sus novedades editoriales sobre artes plásticas en este momento.

Reflexionas nuevamente cómo las intenciones y las visiones son evidentes: al menos en la federación existe una decisión de crear series, coediciones, que buscan difundir el trabajo de los creadores mexicanos con toda la calidad que se requiere: regularmente en el costoso papel cuché y en selección de color.

Otro de los sitios te sirve para ver, en los hechos, lo que semanas atrás leíste en los grandes diarios: el manejo de todo el catálogo de la casa editora Taschen por parte de la editorial Planeta.

 Recuerdas que Taschen de por sí había colocado en el mercado mexicano libros de arte de primera línea a precios más accesibles que el común de las ediciones: hoy, el convenio con la otra empresa le permite abaratar aún más los costos y comercializar verdaderas joyas editoriales a menos, de cien pesos.

Continúas. Te enteras de que hay caminos forzosos, ineludibles y, ahora, muchas casas utilizan la Semana Internacional del Libro de Arte como espacio de difusión para entregar las direcciones electrónicas en donde pueden adquirirse todos los productos vía Internet.

Te acercas a "Pinto mi raya'' donde, inclusive, el centro de la atención es una computadora con acceso a la red. Te proporcionan una dirección: www.mexicanart.com.mx, sitio del Mexican Art On-Line que visitas inmediatamente y te encuentras con "un foro que fomenta e impulsa la plástica joven alrededor del mundo. Un gran espacio de proyección para artistas, galeristas y coleccionistas".

El diseño te parece sobrio y atractivo, con los datos esenciales y presentación de la obra de escultores, pintores, perfomancistas, fotógrafos, ta­to en inglés como en español. Lees las visitas: veinte mil cuatrocientas noventa y cinco, sin precisarse en qué tiempo. Al finalizar tu recorrido también puedes destacar dos preciosos tomos que llamaron tu atención son aquellos dedicados a examinar el carácter estético de las alfombras y las bibliotecas.

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Te trasladas al Museo de Arte Contemporáneo. La exposición de loan Miró te era prioritaria: 36 óleos, 3 arte-objeto, 60 dibujos a tu disposición. Tu acercamiento es con la impresión plástica. Evitas mirar nombres de los cuadros que te puedan inducir a una idea preconcebida.

No teorizas con los trazos geométricos, los asteriscos que plagan los cuadros de pequeño y gran formato. No te quedas por mucho tiempo en cuadros que nada te digan, aunque sean de firma. En especial, estudias minuciosamente las composiciones de una serie de goauches. Aprecias cómo el artista acudió a la intensidad de los colores para crear sus combinaciones. Sobre todo: blanco, negro, azul y rojo.

Encuentras expuesto uno de los cuadros más famosos de Miró: aquel fondo azul, con un pequeño trazo rojo en el costado izquierdo. Ninguna de las reproducciones que has conocido hasta el momento, por más que han incluido la textura te había proporcionado el efecto real de la obra. La intensidad de los colores te impacta. Haces mínimos experimentos visuales: puedes cerrar los ojos y conservar la presencia fulgurante de la composición por unos instantes.

 En esas circunstancias te llega a la mente una expresión del poeta Cesare Pavese: es necesario saber que no alcanzamos nunca a ver las cosas la primera vez, sino sólo en la segunda. Entonces las descubrimos y las recordamos.

En verdad has salido estimulado, todo lo contrario de cuando visitaste la exposición de Art Deccó, hace meses, en el Museo Nacional de Arte.

Tus siguientes pasos te conducen al céntrico museo Franz Mayer. Deseas conocer las litografías de Henri de Toulouse Lautrec, trabajos de hace un siglo. En efecto, logras distinguir los trazos, los dibujos, las atmósferas sugerentes de uno de los mejores cronistas de la sociedad francesa de finales de 1800, el gran maestro del cartel y cuyas gráficas de las más conocidas en la historia del arte.

Tienes accesos a los personajes de Lautrec como la famosa representación de la distinguida Jane Avril, lugares como el Moulin Rougeo el Divan japonais en perfecta recreación de la aparición de los Café Concert. Conoces de su amistad con Degas y Van Gogh basta anécdotas como su temprana muerte a los 36 años y su presencia en descubrimientos sencillos: hasta 1892, el confeti no era de papel sino de yeso coloreado; en esa fecha, en un desfile la gente había sido lastimada. Son los hermanos Bella, fabricantes de papel quienes inventan el confeti de papel y le piden a Toulouse que haga un cartel para anunciarlo.

Además, el Museo Franz Mayer te aproxima a la tecnología usada en los grandes museos del mundo: puedes rentar un aditamento, parecido a un teléfono, que dice, en cada cuadro, lo que debes apreciar. Una excitada jornada de arte.

*Publicado en Expreso Chiapas.