DAVID TOVILLA
Hoy, el nombre no es tan conocido por las masas. No importa. No hubo la mínima vacilación para estar en la primera visita a México del senegalés Yousson N'Dour.
Dentro de algunos meses, su nombre sí será una referencia porque estará en millones de televisores cuando interprete el himno de la copa mundial de futbol Francia 1998.
Entonces, esa plataforma mundial se engalanará con una atinadísima decisión que en pocas ocasiones se toma. La voz de N'Dour llegará a todos los rincones del mundo y quienes no habían tenido oportunidad de escucharle podrán entender que se perdieron durante años de unas de las voces más virtuosas del orbe.
Esta columna se musicaliza…
No decidiste el orden, pero las circunstancias te lo proporcionan. Debiste viajar el viernes para llegar al primer concierto de N'Dour. No se pudo, un accidente casero te impidió realizar el traslado, pero tampoco estabas en condiciones de ir a la presentación de Don Camilo, la presentación de la persistente Lola Montoya.
De cualquier manera, eran vanos empeños y esfuerzos para estar en la gran urbe el día 13: te enteraste, después: las localidades del Teatro Metropolitan estaban agotadas.
La presencia del vocalista del grupo Super étoile fue un verdadero suceso desde su anuncio como parte de las actividades del XIV Festival del Centro Histórico de la Ciudad de México. Durante los días previos observaste los espacios centrales dedicados al artista, de manera unánime, en las secciones culturales de los grandes diarios de circulación nacional. Nadie se quedó atrás. Todos· convirtieron a Yousson N'Dour en el centro de la atención del pasado fin de semana.
Por fin viajaste. Apenas te normalizaste en la ciudad y acudiste al más cercano sitio de venta de los boletos para el segundo concierto. De nueva cuenta, a un día de realizarse, pediste lo que quedara. No había más: el segundo pisco, la parte central, pero en lo más alto. No te importó. Sabías que lo esencial era testimoniar el momento, aunque no tuvieras el primer plano para observar las particularidades. Estarías, por el contrario, en una visión de conjunto.
Te convocaron para las siete. Acostumbrado a la puntualidad, te programas para estar en la butaca número nueve del palco once de la sección D4, diez minutos antes de la hora. No te entretuviste para pensar en la adquisición de los clásicos souvenirs: playeras, vasos tequileros, casetes piratas, principalmente. Después entendiste que la mecánica no fue tan estricta y, en los hechos, los organizadores esperaron a que todos se acomodaran para empezar el concierto treinta minutos más tarde.
Desde su aparición. Youssou N 'Dour arrancó una ovación del teatro abarrotado. Escuchaste la primera melodía y aunque conoces a la perfección el volumen H 'ommat the Guide percibiste que no se trataba de una ejecución más de la misma rola. Notaste cómo cada pieza tuvo alteraciones, un verdadero concierto acústico vivido con una fuerza implantada por el cantante.
Viste: no llegó a interpretar, vino a cantaren la acepción más profunda del término que asocia el canto con una expresión poética. Escuchaste canciones modificadas en su extensión, en la riqueza de la exaltación de uno de los nueve instrumentos, aceleración del ritmo que convirtió a cada obra en una nueva composición.
Confirmaste, también, que no te equivocaste al aceptar el lugar que fuese, porque N'Dour vale por su música. No hubo escenografía especial, tampoco bailarinas o cantantes medio encuerados que suelen aparecer en este tipo de tocadas. Gozaste satisfecho el momento musical. En ningún instante, ni bajo la mínima sombra el concierto se convirtió en un espectáculo, sino que conservó su factura de calidad y de soporte en la combinación de sonidos y en la voz del cantante que podía alcanzar notas altísimas, casi gritos para continuar casi en un susurro sensual.
No puedes precisar si esa hora y media con Youssou N'Dour salió del centro de la tierra o del universo hacia esa congregación humana alterada por lo que Pablo Espinosa definió bien como una melopoesía.
Ery Cámara te ilustró de qué se trataba. La música de Youssou N'Dour es conocida como m 'balax en donde el juego del conjunto de sus precauciones se combina magistralmente con cuerdas, teclados, vientos y voces para desatar una polirritmia compleja acompañada por melodías polifónicas.
Las armonías rítmicas que surgen de estos nuevos arreglos sostienen entre sí réplicas provocativas que inducen una atmósfera motivadora de danzas extraordinariamente ejecutadas. La energía desencadena, en su clímax, una oleada humana que encarna el ritmo con cuerpos y sonidos afinados. Inspirados por el estímulo de la interacción constante, músicos, danzantes y cantantes se incitan mutuamente en el arle de la improvisación.
Así observaste a N'Dour como heredero de la tradición africana combinada con una tradición clásica que apuesta a la pureza de instrumentos, sólo que utiliza elementos contemporáneos como bajo, requinto, batería, guitarra a la vez de percusiones senegalesas y un tamborcillo parlante llamado tama que es el alma de muchos instantes musicales.
Preparas mentalmente los apuntes No tienen muchos elementos para describir esa conjunción de música, ritmo y la conmoción causante en la totalidad del auditorio que es atrapado por las vibraciones, por la fuerza de N'Dour.
Calificas la audición como memorable sustentada en el hecho de que la música es el corazón del alma africana y la expresión artística más íntimamente ligada a sus relaciones con las fuerzas cósmicas y la vida cotidiana. La vitalidad del m'balax se impuso aun en momentos cuando perdías visibilidad por quien se ponía de pie para contonearse valiéndole madre tú y todos los demás.
Nada modificó tu estado de ánimo, tu gratitud a todos los dioses por permitirte haber estado en el concierto de Yousson N'Dour, en el segundo país de Latinoamérica que tiene la oportunidad de su visita: veinte horas de vuelo a Senegal no son sencillas.
*Publicado en Diario Popular Es!
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