"La voluntad y la fortuna" de Carlos Fuentes


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Para finalizar el año 2008, Carlos Fuentes estuvo en el mercado editorial con dos nuevos materiales bibliográficos.

En agosto, la editorial Alfaguara puso en circulación su más reciente novela: La voluntad y la fortuna. En noviembre, se lanzó la edición conmemorativa de La región más transparente. Ambos, en el marco de la celebración de los ochenta años de vida del escritor.

La región más transparente es la tercera novela que se publica en las ediciones especiales de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Primero fue, en junio de 2005, Don Quijote de la Mancha; después, en marzo de 2007, Cien años de soledad; y ahora, el trabajo más decisivo de Fuentes en la literatura mexicana, publicado hace cincuenta años. Estas ediciones tienen como característica: una hermosa pasta dura, ensayos críticos, un glosario, un índice onomástico. Estos detalles los hacen imprescindibles en las bibliotecas particulares.

Por otra parte, el lanzamiento de la novela La voluntad y la fortuna tuvo una adecuada campaña y, sobre todo, un golpe al talón de Aquiles de todo producto editorial: la distribución. La novedad de Carlos Fuentes llegó hasta a las grandes cadenas de tiendas de autoservicio.

Fuentes tiene una obra monumental. El conjunto de sus treinta y un novelas se inscribe en un proyecto mayor que el autor denomina “La edad del tiempo”. Fuentes, desde una visión moderna, cosmopolita, recupera momentos de la vida nacional. Es, en esa medida, también indispensable en toda formación literaria.

Sin embargo, la lectura de La voluntad y la fortuna deja una sensación diferente y hasta de insatisfacción. La solidez de Carlos Fuentes como escritor que ha estado en el umbral del Premio Nobel no necesita de artilugios o trucos para atraer la atención de sus lectores. Ahora, ha ocurrido.

Desde su portada, La voluntad y la fortuna muestra una ilustración de una cabeza degollada. La contraportada señala: “Lamida por mansas olas nocturnas en una playa del Pacífico, la cabeza cortada de Josué Nadal cuenta, recuerda, divaga. Sabe que es la número mil en lo que va del año y que gobierna la delincuencia, con tal cinismo que incluso se celebra el mal como si fuera el gran bien de la voluntad y la fortuna”. 

Todo indica que se recrea la coyuntura actual. Sin embargo, La voluntad y la fortuna es una novela políticamente correcta. No aborda los temas del momento. Y la cabeza degollada de Josué nada tiene que ver con la enumeración diaria que hacen los medios sino con un asunto de disputa por una herencia familiar.

Como siempre, Fuentes es un maestro en la construcción de los personajes, su caracterización y atributos: Miguel Aparecido, Max Monroy, Asunta Jordán, Antonio Sanginés. También está ese gran autor que se regodea con el lenguaje, como cuando apunta: “El océano es imbebible pero nos bebe. Su suavidad es mil veces mayor que la de la tierra. Pero sólo escuchamos el eco, no la voz del mar. Si el mar gritase, todos estaríamos sordos”.

No se entiende por qué la necesidad de introducir chistes. Hay un pasaje en donde ironiza con la frase “gober precioso”. ¿Cuántos lectores del extranjero saben a qué se refiere? En unos años más, cuando otras generaciones lean su texto, del mismo modo ¿sabrán a qué aludía? Claro que no.

La voluntad y la fortuna es voluminosa pero dejan una mejor experiencia literaria hasta trabajos suyos de menos páginas: Aura, La muerte de Artemio Cruz, La frontera de cristal o Diana o la cazadora solitaria.