Mario Benedetti



DAVID SANTIAGO TOVILLA

El domingo 17 de mayo, aproximadamente a las cinco de la tarde en hora de México, el portal del El País subió un flash urgente, con sólo una oración: “Fallece el poeta Mario Benedetti, a los 88 años”. Conforme pasó el tiempo, la noticia se regó. Para las 20:00 horas, era la noticia central de los espacios noticiosos en la web.

Aunque el antecedente era su ingreso al hospital, ahora queda claro que Benedetti regresó a casa para morir en ella, en paz y con la mística que perfiló en su trabajo literario.

Para quienes tuvimos en Benedetti parte de nuestra formación, la noticia del deceso se tradujo en una especie de recapitulación de pasajes, temas, personajes. Así que la nota me encerró en casa. Busqué un libro del poeta uruguayo que conservo como un tesoro emotivo: Inventario, en una edición de Nueva Imagen. 

Leí la fecha, como acostumbro anotada en la primera página de cada libro leído: 18 de enero de 1988. 

En esas hojas desgastadas por dos décadas de andanzas, están ya sus poemas clásicos: “no te salves”, “corazón coraza”, “táctica y estrategia”, “hagamos un trato”. Como un modesto homenaje al poeta decidí no hacer otra cosa y busqué en la videoteca la película El lado oscuro del corazón (The dark side of the heart), de 1992, cuyos diálogos se centra en poemas de Oliverio Girondo, Juan Gelman y Benedetti. 

Este último, realiza dos apariciones para leer sus textos, en alemán, en un burdel, sabiamente a una puta. Ahí está el rostro, la figura de siempre, que perdurará como su obra en muchas generaciones.

Benedetti estará más allá de las descalificaciones que las hubo a partir de su militancia política y de su empeño de llevar su compromiso político con la izquierda a su trabajo literario. 

Pero no fue el único, al propio Octavio Paz se le ha estigmatizó en México y llegué a escuchar comentarios adversos para el nobel de militantes que nunca le había leído y se limitaba a repetir lo que habían escuchado “un poeta de derecha”. Ese prejuicio llevó, el año pasado, a hacer que en la Cámara de Diputados se rechazara colocar su nombre. Cuando su contribución a la cultura hispanoamericana es poco comparable. 

Menciono a Paz, porque con la misma actitud también he encontrado a quienes pretendieron catalogar a la literatura de Benedetti como “política”. La diferencia de Paz y Benedetti está en que no fueron creadores que se limitaron a hacer un trabajo con el lenguaje y se encerraron en ese mundo. 

Ser literato es lo común, lo usual. Dieron el paso para hacer un trabajo intelectual que implica: posiciones, opiniones, señalamientos, debate, arriesgue. Benedetti desde una posición de izquierda; Paz desde las ideas democráticas y la libertad.

Benedetti habló de los hechos cotidianos, la soledad, el amor fiel a su convencimiento de que “cuando parece que la vida imita al arte, es porque el arte ha logrado anunciar la vida”. Pero no sólo eso: construyó personajes en una circunstancia adversa, en la de las feroces dictaduras que marcaron la vida y la historia de los países del cono sur. 

Son testimonios y referencias literarias vitales, perdurables, ahora cuando ser de izquierda –por lo menos en México- sólo se refiere a participar en una agencia de colocaciones, sin memoria histórica, sin formación, sin ideología, sin bagaje cultural de la lucha política e ideológica.

Mario Benedetti nos ha dejado pero sus personajes de aguda mirada social, de terca solidaridad y de conmovedora sensibilidad nos acompañarán siempre.