Jesús Francisco Félix Durán
En el mes de mayo, empezó a circular el libro
La vida es la suma de los instantes, de David Tovilla, bajo el sello Arte & Parte Ediciones. Un trabajo de narrativa erótica que, a través de veinticinco capítulos, describe el universo femenino, aborda la sexualidad como eje rector de la condición humana y propone una mirada libertaria. Aquí, una conversación con el autor:
-A principios de año, publicaste el libro de ensayos
Vislumbres libertinos. Con una diferencia de meses publicas uno de narrativa ¿Hay alguna intención en ello?
-No, en absoluto. En realidad el libro de narraciones estuvo listo desde el 2008, sólo que la editorial se llevó casi dos años en la publicación. Así que, de haberse seguido los tiempos de producción, en 2009 se hubiera conocido
La vida es la suma de los instantes y en 2010 Vislumbres libertinos. Sin embargo, son producciones diferentes. Uno, como su nombre lo indica son acercamientos, atisbos, a autores y obras de literatura erótica. El más reciente es un planteamiento narrativo.
-En una época en la que la sexualidad ya es un tema normal y no escabroso, ¿aún hay posibilidades de indagar sobre la temática erótica?
-Qué bueno que el erotismo hubiera tomado ya carta de naturalidad. No ocurre eso. Lo que ha ocurrido es la explotación de la sexualidad para comercializar todo. Es una situación en la que el sexo es un recurso no algo natural de la vida humana. Se utiliza para todo. Se puede comprobar al poner cualquier canal de música en los sistemas de cable, sea banda o pop. Pavorosas canciones, sin riqueza musical alguna, se ilustran con cuerpos y más cuerpos. Por eso, recordar que el mundo del erotismo es lo que llega a diferenciarnos de las demás especies, me parece, siempre tendrá una aportación. En esa ruta, como se dice en el capítulo introductorio de La vida… ¿acaso hay otra motivación mayor en los seres humanos que la sexualidad? No, es el vértice de todo. La mayor prueba está en la literatura: Aristófanes, en la comedia
Lisístrata, del año 400 antes de Cristo, habla de un complot de las mujeres para no satisfacer a sus maridos en tanto no dejen de dedicar sus vidas a la guerra y no firmen la paz. ¿No acaso un hecho amoroso, el enamoramiento de Paris que le lleva a raptar a Helena, es la base del conjunto de mayores narraciones clásicas griegas? La humanidad sustenta acciones y decisiones en el entorno de la sexualidad.
-El erotismo es un concepto muy subjetivo. En ¿dónde sitúas su frontera con la pornografía y porque crees que escribes erotismo y no ésta?
-La clasificación de erótico o pornográfico está asociada a momentos de las sociedades. Es, como bien dices, un punto de vista, una opinión. Hubo un tiempo en que la simple desnudez era considerada obscena. El erotismo es una capacidad humana para vivir la sexualidad con plenitud, a través de todos los sentidos. La pornografía es la genitalidad. Pero ésta no es mala; es, por el contrario, una variante en el erotismo. ¿Por qué en los moteles existen siempre canales con películas hardcore? Porque puede ser parte del juego del momento sexual. El consenso apunta, según detallan Andrés Barba y Javier Montes en el libro que ganó el Premio Anagrama de ensayo 2007:
La ceremonia del porno, a que la pornografía está concebida para excitar a su receptor. Pero que ¿acaso no hay quienes se excitan con las prendas, los zapatos, los disfraces? ¿Vamos a condenar también al fetichismo? La pornografía no está peleada con el mundo del erotismo: forma parte de él. Juzgar un hecho sexual de erótico o pornográfico tiene que ver con quien emita la sentencia. Con ver la sexualidad con naturalidad es suficiente para comprender en su dimensión el erotismo y la pornografía. Volvemos al tema de la pregunta inicial: el problema no es el hecho pornográfico sino el lucro y las dinámicas hasta ilícitas que se han llegado a hacer en torno a éste. Como se apunta en el último ensayo de
Vislumbres libertinos: el comercio ha suplantado a la filosofía libertina y el placer se ha transformado en un tornillo de la industria. En el pasado, la pornografía y la prostitución eran actividades artesanales, hoy, son parte esencial de la economía de consumo.
-La vida es la suma de los instantes ¿es sólo un título o en verdad lo crees así?
-No es una creencia: es una certeza. Es un aprendizaje. Uno aprende en cada instante con el entorno, con las personas. A veces te va muy bien, en ocasiones no. No hay experiencias malas porque al final constituyen eso: experiencia. Y he aprendido a vivir con intensidad cada momento. Hoy estamos acá, vamos a vivirlo a plenitud, sin saber qué pasará la tarde siguiente, el día después, la semana posterior, los meses o los años venideros. Los seres humanos somos información. Nos queda la que vivimos cada momento. Nos quedamos con algo de las personas con las que estamos y algo de nosotros queda en ellas, porque no nos pertenecen: son nuestros sólo esos instantes. Ocurre que alguien llega a tu vida y está una tarde y no la vuelves a ver; también quien se queda un mes o quienes permanecen años, lustros y décadas. Eso no depende de ti sino de las circunstancias que rodean a todos. Por eso, el instante en que estamos con alguien hay que vivirlo sin pensar de dónde vienes o a dónde vas, si habrá después. Octavio Paz dijo en una entrevista que la historia de un hombre no es el catálogo de los libros que ha leído sino la suma de sus experiencias: lo que ha vivido, pensado, creído, querido.
-Cada capítulo del libro tiene el nombre de una mujer y el total de mujeres mencionadas alcanzan cerca de cien ¿Qué tan reales o imaginarias son?
-Pretender encontrar respuestas en un libro de narrativa no es lo más adecuado. Evidentemente retomas aspectos de la realidad porque, por lo general, quien escribe es un observador; del mismo modo que es natural que reflejes aspectos de tu experiencia de vida en lo que conversas o escribes. En sus apuntes sobre la novela
Los Miserables, de Víctor Hugo, Mario Vargas Llosa es muy preciso al respecto. Él dice que el narrador no es nunca el autor, aunque tome su nombre y use su biografía. El autor es un hombre libre; el narrador se mueve dentro las reglas y los límites que éste le fija. La realidad de autor es el infinito dominio de la experiencia humana, la de los sentidos, los actos, los sueños, el conocimiento, las pasiones. La del narrador se halla delimitada por las dos únicas herramientas de que dispone para dar una apariencia de realidad a la ficción: las palabras y el orden de lo narrado.
-Cuando tuve la oportunidad de leer el libro hubieron dos historias que me llamaron mucho la atención: Amanda y Olimpia. ¿Tienes alguna historia favorita y por qué?
-Cometería un gran error hablar de historias favoritas. Todas tienen su peso, dicen o aportan algo. Cada lector, al recrearlas en su mente al momento de la lectura, les encontrará un gusto, generará una empatía o aversión. También inciden otros factores. Recuerda que hablamos de sexo y habrá quienes consideren algunos pasajes subidos de tono. Precisamente, el de Olimpia que mencionas tiene unas líneas que algunas personas pueden calificar como “fuertes”.
-Ya comentaba que en tu libro cada mujer es un episodio. El personaje va de una a otra. Describe la circunstancia, las reacciones humanas, las vivencias sexuales. Sin embargo todas las historias tienen principio, desarrollo y fin. ¿Y el amor? ¿Acaso suscribes lo que dijo Altamirano: “El amor es como el Diablo, sólo existe en las leyendas”?
-Claro que no lo suscribo. El amor existe pero lo que no se entiende es que hay tantas maneras de amar como circunstancias hay en la vida. En 2004, la editorial Taurus publicó un estudio de la antropóloga Hellen Fisher:
Por qué amamos: naturaleza y química del amor romántico. Es una investigación que demuestra que el amor más que un asunto del corazón o una emoción tiene que ver con un flujo químico en el cerebro. Fisher señala que hay tres sistemas cerebrales que no necesariamente están conectados sino que actúan de manera diferente sobre tres conductas: lujuria, amor romántico y apego. Eso es lo que hace posible sentir, al mismo tiempo: un profundo apego por una pareja con la que uno lleva mucho tiempo, estar apasionado por un amor romántico hacia otra persona y sentirse atraído sexualmente por otras personas más. Todo eso al mismo tiempo. Por eso los caminos de la vida no son lineales y hay muchos senderos paralelos. A veces efímeros, fugaces, como un instante, como un suspiro.
-Para quienes se interesen en la literatura erótica ¿cómo pueden distinguir a autores de calidad que, en verdad contribuyan a asumir esta perspectiva?
-Para fortuna de esos erotómanos hay una colección rigurosa y exhaustiva: se llama “la sonrisa vertical” de la Editorial Tusquets. En su catálogo hay autores contemporáneos y clásicos. Es una maravilla. No son libros muy económicos pero son una garantía de literatura erótica. Otro detalle está en leer a las fuentes originales. Por ejemplo, hay un autor del que todo el mundo habla porque ha escuchado el término “sadismo” o “sádico”, pero muy pocos lo leen. Donatien Francois Alphonse de Sade es un pilar para construir una visión amplia, diferente, libre, de la sexualidad. Quienes lean a Sade entenderán que no sólo elabora un catálogo de perversiones sino que plantea conceptos sobre la libertad personal que comprende la libertad sexual. Su obra está salpicada de opiniones sobre la justicia y la realidad política de Francia, en ese momento. Hay un capítulo de
Filosofía en la alcoba que termina con una verdadera arenga sobre la república. “
Justine” y
“Juliete” están en esa colección que he mencionado, aunque lo ideal es conseguir los dos volúmenes de Marqués de Sade, Obras Completas, en la traducción de Paul Gillette.
-Decidiste incluir una serie de citas eróticas para cerrar La vida es la suma de los instantes.
-Es congruente con todo. Esas ideas de varios autores son como destellos, instantes de luz que me dijeron algo en algún momento. Por ejemplo, ahí está esa magistral elaboración de Jorge Luis Borges: “Yo he amado, como todos los hombres, muchas veces, porque todos los hombres amamos muchas veces, y a lo largo de la vida hay mujeres únicas, pero que no son la misma”. Consideré pertinente compartirlas.
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