¡Luz, siempre luz!


ALEJANDRO MOLINARI

Carta a Mariana, donde se cuenta cómo un cerillo prende flama...

Querida Mariana: ¿Vivimos como podemos o porque podemos vivimos?

Hace dos días recibí un paquete en mensajería. ¿Recordás a David Tovilla? Él me envió su libro Destellos, David ya acostumbró a sus lectores a ediciones muy bellas. Este libro es un libro de bolsillo (un cuarto de carta) con impresión muy pulcra, editado por Sinapsis Ediciones.

Cuando vos y yo leímos el libro Imágenes voluptuosas, también de la autoría de David, y que nos motivó a ver, cuando menos, dos de las películas que ahí vienen reseñadas y sugeridas, te conté que a él lo conocí cuando yo estudiaba en la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Chiapas. Desde entonces supe que David es un creador exigente: se exige calidad en su proceso creativo y exige calidad en los productos culturales que impulsa. En es tiempo (años 90) exigía que Sinapsis, la revista que dirigía en Chiapas tuviese una calidad que le permitiera circular por toda la república con una gran dignidad, tanto en forma como en contenido. Te conté que tuve el privilegio de colaborar en dicha revista. Sinapsis, ahora, está considerada como una de las revistas más importantes que se han editado en Chiapas, en todos los tiempos.

Destellos llegó a casa con su flama, ¡ah, qué título más bonito! ¿Qué o quién provoca destellos? Aquello que tiene la capacidad de generar luz: una fuente de energía, una mente brillante, un cerillo…

Este libro que me envió, pequeño en formato, pero grande en contenido, es una cajita que despliega cien destellos, que dan cuenta de la vida. Se sabe, querida mía, se sabe que la vida no tiene recetas, que no existen caminos únicos. Toda vida es un intento de hallar una senda novedosa. Basta pensar que de los millones y millones de seres que en toda la humanidad han sido ninguna vida ha sido tan siquiera semejante a la otra. Pero una cosa sí es cierta: hay vidas que pueden alumbrar las nuevas sendas que abrirán otros. El libro de David va por esta senda. El autor, siguiendo la brecha que han abierto grandes autores literarios, abre su mano, su corazón y su mente y nos entrega cien pequeñas flores que constituyen el árbol de su vida. Que cada lector sopese la veracidad de cada uno de sus asertos.

Cien destellos, a manera de síntesis de siglo. En las páginas de Destellos el lector encontrará una reflexión llevada a la mínima expresión, para que, en caso de estar de acuerdo con ella, se potencie la vida a la máxima expresión.

Acá está el siglo de las luces y de las sombras; acá está la vida con su cara de perversión y de inocencia; la vida con su rostro de experiencia y abismo.

David se atreve (su nombre así se lo impone) a prender cien piedras sobre el cielo.

Los profetas, desde siempre, se han parado frente a la vida y han reflexionado sobre esa raya que las garzas del tiempo pintan sobre el cielo. David, se ha parado en la orilla del río y, desafiando la corriente, ha pepenado las piedras bolas que dormían en el lecho. Son como pildoritas lo que nos entrega David; los pensamientos como renuevos del árbol. Cien cerillos, no más, que sirven para iluminar todas las tardes de la humanidad. En los pensamientos de David están sintetizadas todas las esquinas del hombre: el erotismo, el amor, la muerte… y más, mucho más.

En cuanto termine de leerlo y de reflexionarlo, te invitaré para que lo leás y luego, en nuestra banca del parque central, lo comentemos y lo gocemos, de la misma manera que gozamos el libro que leímos juntos y que, como ya sabemos, nos motivó a ver, juntos, dos de las películas eróticas más hermosas que el cine ha producido.

En este libro, David siegue poniendo calidad en lo que hace y en lo que dice. Así será ya para siempre.

*Publicado en Revista 10,número 114.