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Juguetes y ocasiones es la reciente producción narrativa de David Tovilla. Como es usual en su trabajo, presenta historias en las que el vínculo entre los personajes es sexual. Comparte personajes femeninos fulgurantes, llenos de vida y libertad. Mujeres cuyo resplandor permanece aún cuando se marchan. Nos muestra a la fotógrafa siempre vestida como modelo; la tardía pero eficaz exploradora de su cuerpo; la impetuosa novia que decide darse una genuina despedida de soltera; la joven que se da permiso para ser; la recién casada que busca crecer sexualmente para sorprender a su marido; la estudiante que llega para hablar de la teoría y se queda a ejercer la práctica. Historias vibrantes.
-Después de algunos libros de ensayo y reflexión, llega uno de narraciones: Juguetes y ocasiones. ¿El nombre es literal?
-Sí. Todas las historias contenidas en él tienen como característica común el uso de artefactos eróticos. La práctica sexual evoluciona y lo hace todo su entorno. Las muñecas ya no son aquellas espantosas inflables de hace años, ahora existen majestuosas semejanzas al cuerpo, la textura y la funcionalidad femenina. También hay artículos cuyo uso se inició para las aficiones sado y masoquistas, pero ahora tienen un consumo general. Las relaciones sexuales sin juguetería es impensable en el siglo XXI.
-Quienes leímos su anterior libro de narraciones encontramos muchas historias, ahora sólo siete… ¿Por qué?
El volumen de 2009 se llama: La vida es la suma de los instantes. Ahí era plantear cómo todos esos momentos por ínfimos que sean contribuyen a la totalidad. No se puede fragmentar. Somos lo de ayer, más lo de hoy, más lo de mañana. Esa idea se exponía a partir de pequeños relatos y, en efectos, muchos nombres. Se priorizaba la anécdota por encima del quién y para qué. En Juguetes y ocasiones, son siete narraciones que buscan dar un perfil de los personajes femeninos incluidos. Ellas se confesarán, sorprenderán, se descubrirán.
-Como siempre, describe comportamientos inesperados de algunas protagonistas…
Un capítulo abre con un epígrafe de Anaïs Nin: “No vemos jamás las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos”. Se juzga todo desde un punto de vista, una perspectiva. Así que ¿inesperados para quien? ¿qué espera una persona de otra? Ocurre, más bien, que la vida privada lo es porque se mantiene en reserva. Caras vemos, genitales no sabemos. Desconocemos el potencial, la realidad erótica de quienes nos rodean. Vemos un rostro, una apariencia pero eso no proporciona elementos para conocer las limitaciones o capacidades de una persona. Juguetes y ocasiones muestra, entonces, lo que ocurre en la privacidad. Cuando hay transparencia en deseos, decisiones, acciones y no hay nadie que califique o prejuzgue. Al existir condiciones e interlocutores adecuados, las personas pueden transparentarse, ser y hacer. Eso no es literatura: es la vida.
-¿El erotismo es un tema inacabado?
-Lo es. Mientras existan hombres y mujeres habrá una permanente creación. En el erotismo no hay fórmulas porque perdería una de sus características definitorias: la invención. Cada encuentro sexual es una posibilidad de crear. Desde luego, ésta es proporcional al desarrollo personal. Bien lo ha explicado Mario Vargas Llosa: “El erotismo requiere una evolución en las formas y una adquisición de grandes espacios de libertad para el individuo. Sólo así, la relación sexual se convierte en juego, teatro, ceremonia, ritos y adquiere una connotación artística”. Si a la sensibilidad y la inventiva humana se le agrega la actual variedad de juguetería erótica se tendrán, ahora, relaciones delirantes, extraordinarias, novedosas.
-Me llamó la atención que el libro cierre con una carta de amor…
-No sé si de amor. Sí, es una confidencia pasional. Es un ejercicio. Aspira a ser un texto que algunas mujeres desearían recibir tras entregarse; y, algunos hombres, han imaginado enviar a sus parejas. Busca ser un material que, con una forma un poco diferente, haga explícita la intensidad sexual. Cierra con esta historia porque en ella el juguete sexual femenino es el hombre en sí.
-Sin embargo, no es usual usar términos llanos aunque exista confianza en la pareja…
-Es lo que debe resarcirse. Es incongruente que se toque, se viva y se goce pero no se nombre o describa. Pero suele ocurrir y hasta tener indebida normalidad. Lo expresa la bellísima e incomparable actriz española de cine para adultos Rebeca Linares, en el documental Vente a Las Vegas, nena que le hizo Canal+. Hasta los veintidós años se comportó de manera ordinaria, sin iniciativa, imaginación, actitud ni conocimiento. Cambió eso y, hoy, es la mujer extraordinaria que el mundo conoce. Hay mujeres extraordinarias, cercanas a nosotros, sólo tienen que darse cuenta ellas mismas y asumirse que lo son.
-Usted hace ¿literatura erótica o pornográfica?
-La evaluación sólo debe ser: es literatura o no. El límite entre erótico y porno está donde uno quiera situarlo. Pornografía es uno de los adjetivos más imprecisos que existen porque su uso depende de quien lo utiliza. Para unos puede resultar pornográfico lo que para otros no. Cuando uno se encuentra frente a un texto lo que debe evaluarse es si su escritura es meritoria o no. Independiente de la temática que aborde. La sexualidad no debe estar asociada con calificativos. Por ejemplo, la editorial Taschen tiene una serie de libros de fotografía sobre partes del cuerpo: The Big Book of Breasts, The Big Book of Penis, The Big Butt Book, The Big Book of Legs, The Big Book of Pussy. Esto es: el gran libro de los senos, penes, traseros grandes, piernas y coños. ¿Erotismo o pornografía? Es un simple punto de vista que a veces dice mucho, califica, no a la obra que pretende calificar sino a la persona que emite la calificación.
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