Camino de tiempos

ALEJANDRO MOLINARI

Tiempo de caminar es el título del libro más reciente de David Tovilla. El autor menciona que este libro es testimonio de “una etapa de resistencia, clandestinidad y ausencia”.

Abro el libro, comienzo a leerlo, me pregunto: ¿Cómo se escribe desde la clandestinidad? ¿Se escribe como se escribe todos los días, frente al sol? ¿Y digo que sí, porque todos, de una o de otra manera, vivimos en la clandestinidad, vivimos en el secreto, en el desasosiego del túnel? Pero David no escribió desde la clandestinidad de todos los días, sino en el territorio donde el venado bebe el agua del lago con el apremio del lobo que acecha.

David escribe una bitácora que da cuenta de esos territorios donde la luz en la línea que, también clandestina, entra por la rendija de la puerta. David escribe el amparo del quinqué, sólo con los pertrechos de un barco en zozobra.

David escribe un testimonio que da cuenta de cómo el camino puede ser la máxima experiencia interior. Desde la oscuridad imagina la luz, la recrea.

Una bitácora, un recuento de lo sucedido, de lo que mientras el mundo, continuaba con su aparente marcha, él recorría los caminos de la memora, caminos llenos de lodo, de árboles de espino, de pájaros que no cantan, de piedras que no sirven para hacer maceteros con rosas.

David escribe desde y para la ausencia. Escribe como para decirnos que desde la ausencia puede tenerse más presencia que el agua diaria del río. ¿Cuánto tiempo anduvo ausente? Al más puro estilo de la canción, siempre, a través de sus libros, gritó “Ya llegó el que andaba ausente”, y era la palabra la que signaba tal oración. Desde las hojas de los libros, él diseñó el árbol. El árbol donde el ausente prende las veladoras que servirán como guía a la hora del regreso. Al más puro estilo del cuento infantil, David regó granos de maíz, como hilo de Ariadna, para no confundir la vuelta. Porque quienes son hijos de la Resistencia siempre tienen en su mente el camino de regreso. Quien no regresa es como si fuese un hijo del olvido y de la muerte.

David volvió y lo hizo con las manos llenas, con una bitácora donde da cuenta de los días después de la siembra; de los terrones sobre piedra; de las nubes que no alcanzaron a soltar la lluvia. Volvió como vuelven los hombres que regresan de la guerra; como los hombres que dejaron la inmovilidad y regresaron a la avenida del sueño.

Se camina desde los brazos acodados en la ventana; se camina desde le hueco donde la presa se esconde; desde la vía láctea ¡se camina!

Abro el libro y me pregunto: ¿Cómo se escribe desde la ausencia? ¿Desde el lápiz sin punta, desde el filamento fundido, desde el hilo roto? ¿Cómo se escribe cuando hay que pararse y tentaleamos el viento en intento de hallar una pared y sólo encontramos huecos?

Acá, en este libro, está el recuento de las horas como grietas, los minutos como estalactitas, los instantes como agua inerte. Todo es como una brasa apagada. ¿Cuándo volverá a calentar el fogón?, parece preguntar el autor. ¿Cuándo fuego, cuándo agua tibia para la tina?

Acá, en este libro, el afán de lo recuperado y la certeza de lo perdido. ¿El insomnio del canario adentro de la jaula?

Mientras anduvo en la resistencia, la clandestinidad y la ausencia, David nunca estuvo ausente, resistió la clandestinidad, porque este es el fin supremo del hombre. Siempre, como si fuesen botellas lanzadas al mar, lanzó sus libros en las alas de un ave y sus libros nos llegaron, durante las mañanas frescas y fueron como una mano que saludara desde la ventana. Supo interrogar al silencio y dejó que éste rebosara y se convirtiera en alud de piedras para construir el muro de la resistencia.

Acá otro libro desde la ausencia, pero ya en la presencia. Que los caminos de ese tiempo sirvan ahora para seguir caminando los otros tiempos, tiempos de alas sin desinencias.

Este libro es un recuento de los tiempos, hoy ausentes, pero siempre presentes. Es el testimonio de un hombre que debió elegir la Resistencia ante el embate. Este libro es un recuento de un cueto que comenzó con Hubo una vez que no hubo una vez.

*Publicado en Revista 10, número 158.