"El heredero y el miedo" de Alfredo Palacios


DAVID SANTIAGO TOVILLA


El 2 de marzo llegó a las librerías el volumen El heredero y el miedo. Novela visionaria, acuciosa. Es memoria novelada, ficción, documento. Alfredo Palacios ha escrito un texto que puede inscribirse en los denominados necesarios: aquellos que son útiles para ilustrar un tema, preservar una información, poner una reflexión en la agenda, mover al pensamiento. El heredero y el miedo satisface cualquiera de esas rutas.
Alfredo Palacios Espinosa es un Premio Nacional de Teatro Histórico que padeció persecución y cárcel. Utilizó ese tiempo para elaborar un trabajo de grandes proporciones. Lo más importante es que no se trata de un mero fruto testimonial del episodio vivido por un escritor. 

La narración logra desasirse de la circunstancia en que fue construida para erigirse como literatura. El heredero y el miedo se erige en su capacidad de transmitir una verdad literaria, en la integral concepción de todos los participantes, en lo condición exhaustiva de cada personaje,  en su sólida construcción narrativa. Cualquier valoración seria deberá centrarse en esos y otros elementos endógenos de la obra.

La novela genera y mantiene el interés de principio a fin. La expresión de que se trata de un "retrato" del poder se cincela, en cada una de sus seiscientas páginas,  con refinamiento artístico. En la primera parte, al colocar las bases de toda la historia, no puede dejar de experimentarse un placer lector semejante al que genera El señor presidente de Miguel Ángel Asturias. 

No es que remita a una idea de aquel texto: hace experimentar esa tradición literaria de la narrativa latinoamericana con la temática del tirano o el dictador. La confección del personaje central a partir de una revisión pormenorizada y desde múltiples perspectivas logra que éste se quede grabado con contundencia.

El heredero y el miedo tiene el mérito de inaugurar otra etapa de la novela política chiapaneca. Establece un parámetro para lo que se escriba con esta temática, en lo sucesivo. 

Eso, sin embargo, no la hace una obra localista. Sitúa, en lo geográfico, al gobernante que retrata pero ni el lenguaje, el tratamiento y todo el desarrollo se quedan en Chiapas. Su camino en el país y el extranjero será exitoso por su aptitud para dialogar con su vigor literario con cualquier lector, sin importar el contexto o el dominio de un vocabulario regional.

El heredero y el miedo deleita con su mordacidad y su despiadada exhibición de una estirpe asida al poder con la plenitud del término "patrimonialismo"; conmueve desde las angustias de hombres y mujeres lacerados por el autoritarismo, vulnerables y reducidos por el imperio de la injusticia: “La imparcialidad de la justicia es una escultura que únicamente la vemos en los parques, representada por una hermosa mujer con los ojos vendados con la balanza en la mano”; instruye sobre la verdad, inercias, dinámicas detrás de la careta pública y el derroche de recursos públicos.

El heredero y el miedo penetra hasta en las alcobas para documentar las pasiones que mueven la vida; y, la raíz de las decisiones cuando existen traumas, debilidades, síndromes. Siempre va al fondo, al sustrato de lo que se cree o quieren se crea. Denuncia, expone, dice.

Alfredo Palacios Espinosa ha escrito una novela sobre el poder local que prevalecerá muchos años en la cima.