Amina Tyler y Alicia Young


David Santiago Tovilla


Ninguna duda cabe que una descalificación califica al calificador. El prejuicio está vinculado a una evolución personal. En muchas ocasiones, el fundamento de los descalificadores es un interés. 
No siempre económico: quedar bien, ganar una preferencia, envidia, infelicidad, frustración. Los no felices procuran extender su condición a donde se puede o les incomoda la diferencia con ellos. La ira habita y motiva a las almas castradas. Hay temas de hoy con actitudes de ayer. Hechos naturalizados convertidos en escándalo por una mirada intolerante.

En días pasados, dos jóvenes fueron noticia: Amina Tyler y Alicia Young. La primera, por generar una solidaridad mundial ante la supuesta condena a muerte por mostrar sus pechos en Facebook. La segunda, al encabezar una enjundiosa celebración por los diez millones de visitas en su blog bien llamado y mejor visto: Los escotes de Alicia.

Amina, una chica de Túnez, dijo ser parte del grupo FEMEN, un grupo nacido en Ucrania con cinco años de activismo. Su método es el uso del topless o los pechos al aire. Tyler escribió en el suyo: “Mi cuerpo me pertenece y no es la fuente de honor de nadie más”. Le siguió la difusión de la noticia que se le había condenado a muerte por un devoto islamista. Con los días, Red Musulmanas aclaró la inexistencia de la medida como un hecho concreto. 

Sólo se documentó una expresión de un erudito: “Amina debe ser azotada 100 veces y, debido a la gravedad de su pecado, la joven merece ser lapidada hasta la muerte”. De lo contrario, ese la exhibición de ese torso hubiera quedado como los miles que se exhiben en la red. Claro, aquí había una intención política y FEMEN logró su objetivo, como lo dice su lema: “Llegó, se desnudó y ganó”. 

Dio un buen motivo para que aflorara eso señalado por Félix Rodríguez González en el Diccionario del sexo y el erotismo: “En épocas pasadas el pecho fue condenado como incitador del pecado y su simple visión fue castigada. En tiempos de la Inquisición incluso se recurrió a la práctica de amputárselos a mujeres condenadas a muerte por adulterio u otros delitos, antes de ejecutarlas”.

Frente a ese caso, sin estridencia pero con mayor entusiasmo, la española Alicia alcanzó la impresionante cifra de diez millones de accesos a su sitio. Young se divierte y emociona a sus cientos de fans. 

Todos los días coloca una foto de sus escotes y un texto para iniciar el día. Transmite una actitud apasionada. Comparte su dicha de existir cada mañana. 

Ha hecho infinidad de partidarios. Hasta se da el lujo de dedicar las fotografías de sus atractivos senos a sus seguidores. Alicia no irradia morbo. Su actitud desparpajada, fresca, natural, sincera, hace que, en verdad, se perciba como una amiga extrovertida y cercana. La celebración de la decena de millones fue un suceso en la comunidad alicista, con cuenta regresiva incluida. 

Ella, escribió ese día: “Los inicios del blog (como sabéis), no fueron nada fáciles…, todavía me pregunto porque tomé la decisión de no MODERAR (que es muy diferente a censurar) los comentarios. Me habría ahorrado muchísimos disgustos y malos tragos…

“Lamentablemente, aunque no estés haciendo daño a nadie existen personas que viven por y para hacer daño. Cada vez menos, pero me siguen llegando correos con amenazas, insultos y demás cosas ‘bonitas’…, pero los leo (todos) y me río. Cuanta energía se pierde haciendo el mal y tratando de hacer daño a las personas…, en realidad me da pena y me gustaría acabar con ello, pero sé que es imposible…, no se puede conversar con ciertas personas.

“Después, con el paso del tiempo y tras dos o tres incidentes que no me apetece recordar, decidí moderar los comentarios. El cambio fue importante. Empezaron a surgir ‘personitas’ maravillosas que me hacían reír, que se estaba a gusto conversando con ellos”. 

Hoy, son cientos los conversadores positivos y públicos con ella. La verdad es que frente a una chica como la Young, sólo queda agradecer la gota de plenitud entregada cada día. Gracias Alicia.



*Publicado en la Revista 10, No. 172.