Paralelismos plásticos en México

David Santiago Tovilla

En días pasados, subrayamos en el Centro Comiteco de Creación Literaria la necesidad de realizar una apreciación estética real. La tecnología blu ray permite ver películas más aproximadas a su filmación.

Los modernos equipos de sonidos de alta fidelidad acercan a la emisión de la música sin distorsiones para apreciar la pureza de cada instrumento. Sólo el arte pictórico no hay manera de encapsularlo en su intensidad y plenitud en este siglo XXI.

Por eso, continúa la necesidad de acudir a observar la obra plástica en vivo. Sí, necesario, sobre todo por la generación que se forma con una cultura audiovisual sustentada en un monitor. Pero ni el más sofisticado equipo con pantalla retina proporciona la visualización de las texturas que surgen en la combinación de materiales.

Con esta perspectiva, una exposición como Paralelismos plásticos en México, instalada en la galería de arte del Centro Cultural Jaime Sabines, de Tuxtla Gutiérrez, merece muchas visitas. Es una oportunidad para acercarse a trabajos que tienen un lugar en la memoria visual de este país. 

La muestra indica muy bien que se trata de aquellos cuadros que constituyen el patrimonio de una institución bancaria privada. No pretende ser un exhaustivo recorrido por el arte contemporáneo mexicano. Es un encuentro con la producción de quienes han inscrito su nombre en la evolución del arte plástico en México. Ahí, es donde hay que concentrarse.

Recorrer Paralelismos plásticos… es reencontrarse con particularidades y etapas. Traer a este momento y lugar: dinámicas, entornos, momentos. Subrayar el carácter transformador y reconstituyente del arte. 

Considerar que el único vencedor del tiempo es la obra, el trabajo, la aportación lograda. Percibir que la originalidad envuelve, en especial, a algunos creadores. Ahí está Gunther Gerzso en un pequeño cuadro con sus bloques abstractos característicos; la tradicional composición de cuadros, triángulos y curvas de Carlos Mérida; el desnudo en la penumbra de Ricardo Martínez; la fuerza del óleo sobre masonite de Rafael Coronel; la interlocución con la naturaleza en la propuesta de Francisco Toledo.

Hay obras que siempre dicen algo. Un día dijeron. Vueltas a observar vuelven a decir más. ¿Es la obra o la actitud de quien observa? Ambos. Multicolores de Leonardo Nierman cautiva después de medio siglo. 

Trazos suspendidos en la turbulenta inmensidad grisácea. En Luz de la mañana, Perla Krauze reivindica que el blanco es un color. Su resplandor permite cubrir la blancura misma del lienzo. La semilla de Luca Bray conjuga escritura, indagaciones, afirmaciones. 

No hay espacio del gran formato sin dejar de sembrar señales. En Elipsis 1 gran paisaje, Víctor Guadalajara plantea la integralidad de fondo y forma. Movimiento, concentración, asociaciones. Yolanda Paulsen, en El cielo que llevamos dentro tiene la capacidad para traducir el equilibrio espiritual el uso de acrílico y silicón. 

El diálogo en términos de humanidad entre creadora y espectador.

Aún queda el mes de mayo para visitar Paralelismos plásticos en México. Unas semanas más para recordar, aprender, confirmar.

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