El candigato Morris


David Tovilla

Un verdadero fenómeno social se desarrolla en el municipio de Xalapa, en el estado mexicano de Veracruz. Una iniciativa orientada a ironizar el proceso electoral para la elección del candidato a presidente municipal, en pocos días, se convirtió en una exitosa campaña ciudadana. Cada día la efervescencia y el entusiasmo por El candigato Morris se incrementa. Es incontenible. Aleccionador.

Es una divertida manera de plantear una inconformidad ante partidos políticos desgastados y figuras políticas que sólo saben usufructuar los espacios para beneficios personales. Morris es un gato que se presenta a un electorado “cansado de ratas” en los puestos públicos. El contexto es más que oportuno para oponer una representación caza ratones: los escándalos presentes de pillaje del patrimonio público alcanza a todos los partidos sin excepción. 

En Tabasco, han empezado las aprehensiones en contra de políticos del Partido Revolucionario Institucional; en Aguascalientes, el exgobernador surgido del Partido Acción Nacional se encuentra en libertad con un amparo; en Chiapas, la sociedad reclama el más despiadado latrocinio de su historia perpetrado por un gobierno emanado de las siglas del Partido de la Revolución Democrática. Esas son las noticias cotidianas en medios tradicionales y redes sociales, junto a las que surge una carismática figura: El candigato.

En Chiapas, en las elecciones locales de 2010, se desarrolló un movimiento ciudadano que convocó al voto blanco. Al igual que los xalapeños de hoy, entonces un grupo de chiapanecos llamó a expresarse en las urnas aunque no hubiera opciones. No promovieron el abstencionismo como no lo promueve Morris. Todo lo contrario, como lo ha declarado el equipo de campaña de El candigato: hay que votar en masa para alcanzar el porcentaje de anulación de la elección. 

No es ya una mera diversión. Es el encauzamiento de un hartazgo social. Por eso ha trascendido a su expresión inicial de Facebook para trasladarse a las calles. Como siempre, son predecibles quiénes condenan y desestiman esta fuerza emergente. Ve quien desea ver. Aprende quien aspira a hacerlo. El primer signo que observó Cuauhtémoc Cárdenas, en 1988, en su primera candidatura, fue el desbordamiento de la creatividad y que la gente aportaba en lugar de pedir. 

Hoy, con Morris, los xalapeños compran los gallardetes para colocar en sus autos, inventan botones para portar, elaboran videos para compartir, imprimen carteles con entusiasmo para formar parte de este episodio. Eso hace la diferencia con las campañas partidistas tradicionales. 

Además, la interacción entre seguidores y El candigato nadie puede igualarla. Ningún adversario ha ocupado espacios noticiosos en el extranjero como Morris, con el punto a su favor de que los medios internacionales hacen la lectura correcta: una expresión ciudadana que no se ve representada en ninguna candidatura.

Hoy, en Xalapa, se desarrolla una lucha desigual en términos económicos, pero virtuosa en tanto se realiza en el mismo terreno que el erosionado sistema de partidos ha instituido. Es por ganar la simpatía popular, por obtener votos hacia una causa; con las mismas instituciones electorales establecidas. 

El fenómeno de El candigato Morris es, sin preconcebirlo, el ejercicio más consolidado de expresión ciudadana emanada de las redes sociales. Una irreverencia permutada en militancia. El mundo que, en 2010, supo de una revolución democrática en la denominada Primavera árabe, nunca esperó que llegara un Verano xalapeño en 2013.