David Santiago Tovilla
Inusitado. Estamos en la segunda década del siglo veintiuno. Cuando una tendencia hegemónica es la consolidación de una prensa “braguetera” porque sólo está pendiente de las braguetas y las bragas de los famosos. Quién se acuesta con quién. Quién mostró qué.
Todo gira en torno al morbo. Los videos de encuentros sexuales de las estrellas, lejos de terminar sus carreras, las impulsan. En las redes sociales, se suben miles de fotos con igual cantidad de cuerpos, tangas, senos, poses sugestivas. La aspiración es “verse sexy”. Es la época de la sexualización como instrumento de la mercadotecnia.
En este mundo en que nada debiera escandalizar, el Grupo Gin Media Business denunció que su esfuerzo por aportar víveres a los damnificados de las lluvias en México fue rechazado.
En este mundo en que nada debiera escandalizar, el Grupo Gin Media Business denunció que su esfuerzo por aportar víveres a los damnificados de las lluvias en México fue rechazado.
El “pecado”: ser los editores de la legendaria revista Playboy. ¿Miedo, ignorancia, hipocresía? Ningún calificativo alcanza para tamaña desproporción. La revista tiene su lugar en la historia de la humanidad. Es un referente en cualquier país y época. Sin embargo, un tema es la publicación del conejito y otro es que unos empresarios hayan respondido con diligencia a la convocatoria de ayuda humanitaria.
Los editores no siempre están vinculados con los contenidos de los textos que editan. Es una labor como cualquier otra en el proceso de producción de un producto comercial. Descalificar dos tráileres porque su procedencia tiene que ver con la exhibición sexual es inconcebible. Una razón, como muchas, tomada en una mesa burocrática por acomplejados que, con seguridad, se solazan con porno duro por internet.
Los más intolerantes demuestran un problema de fondo con el tema de que se trate. La reacción es proporcional a sus motivaciones recónditas. Lo que dicen, califican, señalan, habla por ellos no por los aludidos.
Los más intolerantes demuestran un problema de fondo con el tema de que se trate. La reacción es proporcional a sus motivaciones recónditas. Lo que dicen, califican, señalan, habla por ellos no por los aludidos.
Tachar una ayuda urgente por la relación empresarial con Playboy es lo de verdad vergonzoso. Aún de ser el caso, el proceder es inconcebible. Un grupo de cantantes se organizó para actuar y destinar todas las entradas para los necesitados. Es lo que saben hacer.
En caso de que las conejitas hubieran dado besos, autógrafos o lo que pudieran y quisieran a cambio de una despensa no debiera haber problema alguno. No hay diferencia entre uno y otro espectáculo cuando de contribuir se trata. La inmoralidad está en querer encontrar vellos púbicos en la ayuda cuyo único origen es la generosidad.
El episodio sólo beneficia a Playboy que está por encima de cualquier mediocridad. Recuérdense algunas de los señalamientos hechos por Beatriz Preciado en su trabajo finalista del Premio Anagrama de Ensayo, Pornotopía: “Playboy no es simplemente una revista de contenido más o menos erótico, sino que forma parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX”.
El episodio sólo beneficia a Playboy que está por encima de cualquier mediocridad. Recuérdense algunas de los señalamientos hechos por Beatriz Preciado en su trabajo finalista del Premio Anagrama de Ensayo, Pornotopía: “Playboy no es simplemente una revista de contenido más o menos erótico, sino que forma parte del imaginario arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX”.
“Playboy inventó nuevos modos de producción de sentido y subjetividad que iban a caracterizar la cultura americana de finales del siglo pasado”. “Playboy no sólo construía un nuevo consumidor masculino urbano, sino que diseñaba un nuevo tipo de afecto, de deseo y práctica sexual”. Nada que ver con la visión anacrónica y prejuiciada de algunos decisores. Lamentable.
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