Foto de Luiz Rogério Nunes |
David Santiago Tovilla
Ahora presenta otra serie de ensayos en las que recupera anécdotas, historias, situaciones. Andrés de Luna se caracteriza por una indagación acuciosa hacia personajes, etapas históricas, temas. Siempre sorprende con la información detrás de lo público. Suele encontrar lo menos imaginado sobre la principal motivación humana: la sexualidad.
Andrés de Luna se ocupa hasta del escenario para el sexo: “la playa todavía es territorio del deseo. Hace tiempo fue la moda topless, mujeres sin la parte superior del bikini, que exhibían sus pechos aún sin las alteraciones de los implantes. La variedad era curiosa, desde las protuberancias nacientes de muchachas apenas púberes hasta la vastedad de damas entradas en edades cercanas a la vejez. Eso nada importaba, lo principal era la libertad, aparente o sugerida, que atraía por unos instantes ese entorno que de forma acelerada terminaba por neutralizarse”.
Como bien señala Andrés de Luna el deseo tiene sus rituales. Su realidad se circunscribe al cuerpo, pero su universo es el de toda la imaginación. Entregarse, en verdad, a su torbellino es borrar toda contención. El libro Rituales del deseo es una invitación a entender que la plenitud reside en vivir con todos los sentidos humanos sin excepción ni ataduras a esquemas o prejuicios.
Su reciente producción, Rituales del deseo es presentado por Ediciones B. Ha vencido el gran problema de las publicaciones alternativas: la circulación. El volumen se consigue con facilidad en las mesas de novedades. Magnífico porque se puede completar la intención de Andrés De Luna: convertirnos en cómplices, confidentes, voyeurs.
Leer es abrir la puerta de la intimidad. Por ejemplo en “La invención de Marilyn”: “La mentira actúa a contracorriente de la temporalidad. El pubis de Marilyn Monroe fue parte de la mendacidad de una joven castaña de pronto convertida en rubia fulgurante”. Cuenta que el tratamiento del color en los genitales de la legendaria actriz derivó en infecciones periódicas y, a largo plazo, a su renuncia a usar calzones.
Es decir una es la razón para una decisión y otra el aura erótica o sexual que supo explotarse en cada detalle de su personalidad. Recuerda que la muerte de la rubia está asociada con la relación pasional dual con unos hermanos poderosos: John y Bobby Kennedy, el presidente y el fiscal de los Estados Unidos.
Andrés de Luna se ocupa hasta del escenario para el sexo: “la playa todavía es territorio del deseo. Hace tiempo fue la moda topless, mujeres sin la parte superior del bikini, que exhibían sus pechos aún sin las alteraciones de los implantes. La variedad era curiosa, desde las protuberancias nacientes de muchachas apenas púberes hasta la vastedad de damas entradas en edades cercanas a la vejez. Eso nada importaba, lo principal era la libertad, aparente o sugerida, que atraía por unos instantes ese entorno que de forma acelerada terminaba por neutralizarse”.
O bien las tendencias del mundo del entretenimiento: “Una de las modificaciones actuales es la persistencia de las mujeres del espectáculo a mostrar su sexo. Las comparaciones posibles las han hecho a un lado, lo que ha importado es la actividad erótica que muestren, su desparpajo y su interés por la noción de totalidad. Nunca antes la vida privada de un actor o de un cantante estaba tan cercana”.
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