Lovelace


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Lovelace, la película sobre la más famosa actriz de cine porno se estrenó en México en septiembre. Por estos días se exhibe ya en el interior del país y en particular en Chiapas. Pocas salas y horarios. 

Poca asistencia, en consecuencia. La cinta es la recreación exacta del libro Ordeal, escrito por Linda Boreman en 1980. Ocho años después de filmar la película Garganta Profunda (Deep Throat) que la hizo inmortal.

La cinta, por lo tanto, es la versión parcial, acomodada, de Linda. Lovelace, apellido artístico de la chica, se reduce a reproducir la justificación en torno a su paso por el cine porno. Es una salida fácil y maniquea. Al concluir los noventa y tres minutos de proyección la autora no asume ninguna responsabilidad de sus actos. 

La manera en que expone los sucesos llevan a decir: todo fue culpa de su madre, Dorothy Boreman, por cierto encarnada nada menos que por Sharon Stone. Desde la confesión inicial que a los veinte años Linda tuvo un hijo pero que le fue retirado por su progenitora para darlo en adopción y nunca más lo volvió a ver, hasta el hecho de negarle una noche de posada y exigirle que obedeciera en todo a su marido como era la educación que le había inculcado. 

Y la autobiografía oficial de Boreman, al fin de cuentas, está orientada a buscar el perdón del hogar de los padres. Exculpa un poco al padre y carga todo hacia la mamá. La cinta, como es natural, presenta como escenas finales ese ansiado regreso al hogar como una “nueva” mujer.

Los directores de Lovelace, Rob Einstein y Jeffrey Friedman, decidieron asumir este material de dudosa veracidad aún cuando Linda Lovelace declaró años más tarde que los grupos antiporno en los que participó sólo la habían utilizado y manipulado. De manera que la película es honesta cuando, desde su título, revela que sus alcances son reducidos a una perspectiva: la del personaje central protagonizado por Amanda Seyfried. 

Así que no es una cinta sobre la industria porno, tampoco sobre la revolución sexual de los setenta. No constituye siquiera un remoto acercamiento a el paneo que realiza el largometraje Boogie Night, de 1997, de Paul Thomas Anderson. Si quiere verse algo sobre los inicios del cine para adultos habrá que recurrir a la videoteca porque esta película del 2013, por parcial e inverosímil, es omisible.

Del mismo modo, para tener una perspectiva completa y entender que la versión de Linda Boreman ahora llevada al cine es inexacta hay que ir a dos fuentes básicas. En primer lugar, la propia película Garganta profunda. La participación de la actriz dista mucho de una actuación forzada como pretendió decir con posterioridad. 

Todo lo contrario: es la constatación de porqué Linda Lovelace se convirtió en una leyenda vigente hasta la fecha. A tal grado que aún es tema de un nuevo filme. El otro material, hasta el momento tampoco superado, es el documental de 2005: Inside Deep Throat.

Ya se dijo lo que Lovelace no es. Sí es: la victimización, la pretendida exculpación, la historia del matrimonio entre Linda Boreman y el pornógrafo Chuck Traynor. Episodios de golpes, drogas y sexo servicio. Nada aporta. Nada se pierde. 

Veremos cómo queda otra cinta que se ha anunciado, pero no avanzó: Inferno: A Linda Lovelace Story, que llevaría en el papel central a Lindsay Lohan, a quien por sus problemas legales y adictivos le fue cancelado el contrato. Decisión que ha mantenido inconcluso el filme.