Hoffman-Capote


David  Santiago Tovilla



En agosto de 1984, como consecuencia de sus adicciones al alcohol y las drogas, muere el legendario Truman Streckfus Persons mejor conocido como Truman Capote. En sus últimos años, el escritor entró y salió a clínicas de rehabilitación. 
Estaba consciente de sus excesos que ante una pregunta directa del periodista Stanley Siegal, Truman dijo: “La respuesta obvia es que con el tiempo, quiero decir, me mataré… sin querer”. 

El pasado domingo, 2 de febrero, falleció el actor Philip Seymour Hoffman. Ocho años después de recibir el óscar por su actuación como personaje central de la película Capote. Seymour fallece de una súper dosis. 

Un año antes, intentó rehabilitarse también con internamiento. Sin citarse nombre, las notas de seguimiento del caso indican que declaró poco tiempo atrás: "Si no me detengo, voy a morir". Extraña coincidencia o construcción del mito pero ocurre una similitud entre el fallecimiento del personaje del siglo XX y el actor de nuestros días.

No sería necesario inventar una circunstancia semejante, pues Hoffman se convirtió en el Capote del siglo XXI. Del mismo modo que, cuando en junio de 2013, murió James Gandolfini en realidad el luto era casi por su personaje Tony Soprano, el deceso de Seymour es de la encarnación mas exacta del gran escritor de The New Yorker

En la película de 2005: Capote, es magistral su desdoblamiento para convertirse en una persona con un particular timbre de voz, amaneramiento y actitud. A partir de esa fecha, fue imposible disociar la forma de ser de Truman Capote del nombre Philip Seymour Hoffman. De hecho el cartel de la cinta es así: el simple nombre del actor en letra Courier pequeña, abajo, con la misma tipografía las seis letras del apellido del escritor y un plano medio de Hoffman-Capote, de lentes y vestido con extrema elegancia. Esa imagen, hoy, se crece e inmortaliza.

Capote, la película, por fortuna, se encuentra hasta en los supermercados a precio de oferta. Hay que verla para dimensionar la magnitud de la pérdida de Hoffman-Capote. La cinta refleja cinco años en la vida de Truman Capote tomados de la reconocida biografía de Gerald Clarke. Es la primera de dos producciones cinematográficas sobre la investigación que hizo el escritor en torno a un multihomicidio en Kansas que derivó en su más aclamado y último libro A sangre fría

El texto que le encumbró como creador de un género narrativo: la novela-documento, la non fiction novel, en sus palabras: “mi método novelístico es igualmente objetivo: la actitud emocional me hacer perder el control literario. Tengo que agotar la emoción antes de sentirme lo suficientemente clínico para analizarla y proyectarla, y por lo que a mí se refiere ésa es una de las leyes de la adquisición de una verdadera técnica. Si mi literatura novelística parece más personal es porque ella depende del área más personal y reveladora del artista: su imaginación”.

Las notas amarillistas sobre la circunstancias de la muerte de Seymour Hoffman continuarán unos días más. Pero su gran aporte a mantener la leyenda de Truman Capote está por encima de dichos sucesos. Bien vale la pena recordarlo por ese gran trabajo que por las banalidades informativas. Cuando estuvo hizo, creó, dio. Las personas se valoran por su trabajo, lo que aportan y construyen. Lo demás es siempre anécdota.