12 años de esclavitud


David Santiago Tovilla

Permanece en salas la película condecorada como la mejor por los Óscares 2014: 12 años de esclavitud. Con su certificado en la bolsa, se le ha colocado como es inusual en la entidad: en todas las plazas, de todas las ciudades donde hay complejos cinematográficos. Hay que verla porque su triunfo la convierte en un referente. 

Sin embargo, dista mucho de ser una película contundente, sin detalles sueltos, con plena armonía entre el qué y cómo. Es una cinta histórica que laceró la conciencia de quienes otorgan los premios en Hollywood pero nada más. Una vez pasada la ceremonia, un cable reveló: “En declaraciones a Los Angeles Times dos miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas se sinceraron y reconocieron que votaron a favor de 12 años de esclavitud sin haber visto la película.

 En sus declaraciones, ambos afirman que actuaron así porque se sentían obligados a hacerlo dada la enorme relevancia social de la película”. El asunto es que eso resulta evidente al ver el largometraje.

Es una historia sustentada en un hecho real: en la biografía de Solomon Northup. Un negro libre secuestrado para ser vendido como esclavo. A partir de ahí, el filme quiere demostrar todo lo que se sabe: la tortura, la condición inhumana, la justificación en el discurso religioso, el abuso sexual, el sentido de “propiedad” de las personas por su color, la condición de “mejor” negro si no sabe leer. 

¿Cuál es la aportación? Un poco la novedad es lo enfático en la documentación de la crueldad. Las espaldas lastimadas, los rostros incrédulos y transformados por el dolor. Pero eso tampoco la levanta como una película memorable.

Por el contrario, 12 años de esclavitud es predecible. Por las alusiones sensibleras a la familia, desde el principio se advierte que Solomon triunfará. Cómo ocurrirá también es fácil de adivinar. Sin tener información previa, el espectador puede leer que esa historia será de final feliz. También peca de esquemática: los buenos y los malos. 

Algunos blancos tienen un rasgo de humanidad pero la generalidad se caracteriza por su ruindad y eso incluye a sus esposas. Las únicas mujeres buenas son las de color: la chica que recoge más algodón, aquella que se acerca con miedo a mojar los labios de Solomon cuando está colgado. Todas las blancas son arrogantes, celosas, insensibles, tiránicas. Eso funciona para un golpe moralista. Parece que lo logró.

12 años de esclavitud estuvo en la competencia final con Gravity. No hay comparación. Si hay que elegir, la segunda, a pesar de la opinión de la Academia norteamericana es mejor película. Es sencillo, la cinta de Steve McQueen será una anécdota en algunos años. En cambio, el trabajo de Cuarón tendrá que ser estudiado por quienes deseen realizar algo similar en el futuro. 

Gravity ha elevado el piso de las películas de ciencia ficción. Tal como ocurrió con 2001: Odisea del espacio de Stanley Kubrick. Ya se dijo en un apunte anterior: Kubrick tiene el mérito en el qué; Cuarón en el cómo. Y Gravity debió erigirse, también, con la presea a la mejor cinta. Eso puede afirmarse, sin la menor consideración, al acudir a ver 12 años de esclavitud. El tiempo pondrá a cada una en su lugar.