En octubre de 1960, Marilyn Monroe dio su última entrevista a Georges Belmont. En ella, alude a la inversión de su tiempo en su vida privada. Nada menos que a realizar vida académica. En el volumen Las grandes entrevistas de la historia, pueden leerse las declaraciones de la rubia inmortal: “Llegó un momento en que empecé a ser, por así decirlo, conocida.
Y todo el mundo se preguntaba a qué me dedicaría cuando no estaba rodando (películas) porque no aparecía por los estrenos y premieres, ni por las fiestas. Muy sencillo: iba a la escuela. Nunca terminé el colegio, así que asistía a cursos nocturnos en la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) porque durante el día interpretaba pequeños papeles en películas. Seguí cursos de historia de la literatura y de la historia de este país (Estados Unidos). Empecé a leer un montón: cosas de escritores maravillosos.
“Me resultaba difícil llegar a tiempo a las clases porque trabajaba en el estudio hasta las seis y media. Como además tenía que levantarme temprano y estar preparada para rodar a las nueve en punto, siempre estaba cansada y a veces me quedaba dormida en el aula. Pero me obligaba a mí misma a incorporarme y a atender.
“Mi profesora, la señora Seay, no me conocía y le parecía extraño que los chicos de otros cursos se asomasen con frecuencia por la ventana en plena clase y murmurasen entre ellos. Un día les preguntó que a qué venía su actitud y ellos le dijeron que yo era una actriz de cine. Ella respondió: ‘Bueno, debo decir que estoy sorprendida. Pensaba que era una jovencita recién salida de un convento’. Es una de las cosas más amables que jamás me hayan dicho”.
Es evidente que Marilyn acudía a la universidad con su verdadero nombre: Norma Jean Baker. Es algo que ocurrió hace medio siglo: una actriz símbolo sexual que decide matricularse para incorporar instrucción formal a su vida. Cincuenta y cuatro años después, otra actriz de diecinueve años, decide hacer lo mismo pero el resultado es diferente: se convierte en un infierno por agresiones y hasta amenazas de muerte.
“Me resultaba difícil llegar a tiempo a las clases porque trabajaba en el estudio hasta las seis y media. Como además tenía que levantarme temprano y estar preparada para rodar a las nueve en punto, siempre estaba cansada y a veces me quedaba dormida en el aula. Pero me obligaba a mí misma a incorporarme y a atender.
“Mi profesora, la señora Seay, no me conocía y le parecía extraño que los chicos de otros cursos se asomasen con frecuencia por la ventana en plena clase y murmurasen entre ellos. Un día les preguntó que a qué venía su actitud y ellos le dijeron que yo era una actriz de cine. Ella respondió: ‘Bueno, debo decir que estoy sorprendida. Pensaba que era una jovencita recién salida de un convento’. Es una de las cosas más amables que jamás me hayan dicho”.
Es evidente que Marilyn acudía a la universidad con su verdadero nombre: Norma Jean Baker. Es algo que ocurrió hace medio siglo: una actriz símbolo sexual que decide matricularse para incorporar instrucción formal a su vida. Cincuenta y cuatro años después, otra actriz de diecinueve años, decide hacer lo mismo pero el resultado es diferente: se convierte en un infierno por agresiones y hasta amenazas de muerte.
La diferencia es que se trata de una jovencita de cine para adultos. Una actriz de la industria pornográfica estadounidense: Belle Knox. La chica se inscribió en la Universidad de Duke. Todo iba bien, en este su primer grado, hasta que un compañero suyo -con seguridad consumidor clandestino de porno si no ¿cómo?- vio su material en un sitio de internet y propició el escándalo.
Aun cuando Knox también se registró en sus estudios universitarios con su verdadero nombre: Miriam Weeks. Ella no se ha amilanado y ha salido a enfrentar la situación. A decir su perspectiva: que el trabajo como actriz le permitió poder pagar la colegiatura de sesenta mil dólares o casi ochocientos mil pesos mexicanos. Que tiene derecho a la educación al margen de su trabajo profesional. Que le apasiona su empleo y tampoco va a renunciar a él por la animadversión promovida.
El morbo siempre mueve a la gente. Lo más grave es que las principales agresoras y perseguidoras de Miriam sean las mujeres. Es curioso porque, en febrero de 2014, la edición estadounidense de Cosmopolitan difundió la mayor encuesta sobre los hábitos en el consumo del porno: una de cada cuatro de las mujeres entrevistadas ve porno todas las semanas. Alegatos hipócritas. ¿Qué de malo puede tener que Miriam Weeks, al igual que Norma Jean Baker, decida ir a la universidad?
Ellas, en tanto seres humanos, están primero que sus circunstancias. La educación se proporciona como en las tortillerías: no se pregunta religión, partido político, empleo, preferencia sexual, para proveerlas. Otros no tienen por qué hacerlo. Por lo menos la actividad profesional de Belle Knox es pública. Muchos rostros se ven y la actividad que realizan con sus genitales no se sabe.
Por todos lados, en cualquier área de la vida. Bien subrayó Octavio Paz: “el escándalo es el disfraz del pregonero de la hipocresía”. Lo positivo para la chica es que de ser una más en la categoría “colegialas”, de 18 a 22 años en la clasificación formal, ahora es una de los nombres más buscados en la red. Eso, sin duda, se traducirá en mayor consumo de sus materiales. Favor le han hecho porque, en el rango de su edad, no tiene los atributos de la rusa Marina Visconti. Así que Belle Knox debe aprovechar su momento de fama que le regaló la intolerancia.
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