David Santiago Tovilla
El fútbol empieza a ser el centro de la vida social. Conforme avanza la cuenta regresiva el tema está en todos lados. Los negocios amplían sus promociones para que nadie se quede sin oportunidad de participar.
Las salas de cine venden con suficiente anticipación los boletos para ver el partido final en inmensas pantallas. Iconos, colores, sonidos del “Mundial 2014” se reiteran con cualquier pretexto. Su estruendo alcanza todos los rincones.
El interés por el “Mundial” no está vinculado con la presencia de una selección en específico. La sola congregación de los mejores jugadores constituye una convocatoria. Destinar tiempo para algunos partido es inevitable en cualquier sitio del planeta. No se diga para quienes siguen con especial entrega toda actividad futbolera. El gran espectáculo y sus pasiones revive fiel a su tradición cuatrienal.
El sentido de pertenencia para la afición se estimula con materiales audiovisuales. Se desarrolla una competencia creatividad. Este año, destaca el promocional “Jogo bendito” emitido por “TyC Sports”. Es la transposición de las palabras emitidas por el Papa Francisco, en Julio de 2013, durante su visita a Brasil. La edición cuidada e ingeniosa hace de un discurso religioso una arenga futbolística, con una frase de cierre contundente: “Si un argentino hizo esto en Brasil, imagínate a 23”. Bien resuelto. La publicidad de Sudamérica, por lo general, siempre tiene algo que enseñar al continente.
La selección mexicana lanzó la campaña “Quiero creer”. Se acompaña de un spot con algunos de los jugadores que pretenden hacer un mea culpa que exorcice la manera casual y no por esfuerzo propio con que México calificó. Un producto tan malo que lejos de ganar la simpatía genera rechazo por recurrir a la burda apelación a la lástima. Ese video sólo puede transmitir medianía, no emoción, ni instigación.
El mundial es una fiesta y todos lo entienden así. Es el tono, por ejemplo, del promocional de la cerveza Corona: sólo deja correr la canción “Cielito lindo”: “canta y no llores”. Identidad, cambio de actitud, vivir con enjundia el momento.
El promo de la selección es pésimo en todo. Miguel Herrera dice “Hoy, quiero comprometerme contigo”. Es un deseo. Es diferente a decir “Me comprometo contigo”. Rafael Márquez dice “Quiero hacerte una promesa”. Querer es diferente a hacer. Luego otros dicen “Te decepcionamos. Te hicimos sufrir… Pero llegamos”.
¿Qué necesidad hay de reiterar lo negativo? Una solución equivocada de utilizar la sinceridad en publicidad. Más de la mitad del spot es negativo. Para cerrar con jugadores a cuadro que piden “cree en nosotros”. El problema es que es una súplica, sin convicción ni gallardía; no llega a erigirse en un exhorto, un estímulo.
Se cierra con unas letras que llenan el cuadro visual: #QuieroCreer. No es una afirmación, sólo se aspira a algo. Tampoco hay concordancia entre toda la estructura discursiva que va del emisor hacia el receptor: “cree en nosotros”, para dislocarse y ser lo opuesto en el plano lingüístico en “Quiero creer”.
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