Venezuela: tres meses al descubierto

David Santiago Tovilla

Cada día transcurrido de la crisis venezolana sólo ha servido para dejar al descubierto la naturaleza autoritaria, dictatorial, pintada de “República bolivariana”. 

Quince años de experimentos copiados al fracasado modelo cubano sólo han servido para colocar a Venezuela en los peores números del continente. La exasperación social por el ahogo económico es acicateada por la nulidad política. Nicolás Maduro se limita a obedecer las soluciones represivas de los asesores cubanos. La represión en Cuba es uno de los mecanismos que han permitido la supervivencia del gobierno personal de los Castro. 

Se pueden exportar los criterios, los consejeros, las fobias, el discurso totalitario, pero cada país tiene condiciones propias. En tres meses, lejos de intimidar a una sociedad movilizada, se le han proporcionado los argumentos para mantenerse sin retroceso en la movilización.

La encuesta difundida por EFE/AFP, el pasado 5 de mayo, consigna que un 59.2% de los venezolanos reprueba la gestión de Nicolás Maduro. Un porcentaje similar: 59.1%, estima que debe dejar el cargo antes del fin de su mandato en 2019. El discurso del fantoche de acusar a otros de su desastre no tiene credibilidad. 

Los cuentos del imperialismo norteamericano, el complot, la confabulación, caen en el vacío: “A la hora de identificar a los responsables de los problemas, la encuesta dijo que un 31.8% señala a Maduro, un 17.2% a la misma ciudadanía, un 13.8% a los ministros, un 5% a los partidos de la oposición y un 1.3% a Estados Unidos.”

No han sido suficientes cerca de tres mil detenidos y más de cuarenta muertos. La mayoría son caídos en la lucha por un país diferente. Conforme han pasado las semanas, Maduro ha acumulado sólo actos negativos. 

La participación de representantes de países vecinos, asociados en UNASUR, sólo fue un montaje. Nada hay concreto como la liberación de Leopoldo López y los estudiantes detenidos en estos tres meses. Ese es el primer paso que la tiranía no ha dado fiel a emular al régimen castrista. Nelson Mandela aseguraba que la única posibilidad de negociar es con un hombre libre. Por eso él no negoció en su prolongado encierro.

Esperar algo diferente del gobierno de Maduro es una ilusión. Su lenguaje es la violencia propia de una mente obnubilada. Represión a las manifestaciones, impunidad para sus bandas de motociclistas paramilitares, allanamientos domiciliarios sin órdenes judiciales, despojo de un cargo de representación popular a María Corina Machado sin un procedimiento de por medio, incendio de universidades al no poder contener a los estudiantes, conculcar el derecho a la manifestación por decreto, barrer los plantones con hordas de policías. Todo son acciones violentas.

Frente al silencio de gobiernos y partidos políticos convenencieros de América Latina, el informe Castigados por protestar de Human Rights Watch documenta los abusos comprobados del dictador procastrista Nicolás Maduro. Véase cualquiera de los casos relatados. 

Por ejemplo, la página 10 del documento disponible en línea, ilustra el heroísmo de las fuerzas maduristas: “Cuando el restorán donde trabajaba en un centro comercial en El Carrizal cerró el 5 de marzo debido a las protestas en la zona, Moisés Guánchez, de 19 años, decidió regresar a su casa. Pero, junto con otras 40 personas, se vio atrapado en una playa de estacionamiento cerrada, ubicada al lado del centro comercial, mientras miembros de la Guardia Nacional disparaban cartuchos de gases lacrimógenos y perdigones en dirección
a donde estaban. 

Cuando Guánchez intentó escapar, un guardia nacional le impidió el paso y le disparó en dirección a su cabeza con perdigones. Guánchez recibió el impacto en el brazo, que había levantado para protegerse el rostro, y cayó al suelo. Si bien Guánchez no ofreció resistencia, dos guardias nacionales lo levantaron y se turnaron para golpearlo, hasta que un tercero se acercó y le disparó a quemarropa en la entrepierna con perdigones. Tuvo que recibir tres transfusiones de sangre y someterse a operaciones en el brazo, la pierna y uno de sus testículos.”

Unos días después, Amnistía Internacional ha puesto a Venezuela como ejemplo continental en su informe “Tortura en 2014: 30 años de promesas rotas”. En la página 33 de la versión en español, apunta: “Juan Manuel Carrasco, de 21 años, fue sometido a abusos brutales nada más ser detenido por la policía durante una protesta en la ciudad venezolana de Valencia el 13 de febrero de 2014. 

Según dijo a Amnistía Internacional, los policías obligaron a los detenidos a ponerse en posición fetal sobre las rodillas y luego los golpearon. Uno de los guardias les dijo que no rezaran, porque ni siquiera Dios iba a salvarlos. Les dijeron que aquel era el último día de su vida. Luego, a Juan Manuel le bajaron la ropa interior y le introdujeron algo por detrás. Fue puesto en libertad tras permanecer recluido tres días. Su caso está siendo investigado por la Fiscalía General. 

Desde que, en febrero, comenzaron las protestas en Venezuela, Amnistía Internacional ha recibido decenas de denuncias de abusos cometidos por las fuerzas de seguridad en el momento de la detención, durante los traslados y durante el periodo de reclusión.”

Nicolás Maduro demuestra, con cada atropello, que su lugar debió ser el jefe de un cuerpo de policía no el de Presidente de la República. Su sitio en la historia será, más temprano que tarde, el de los dictadores defenestrados de Latinoamérica.