60 años de “Historia de O”


David Santiago Tovilla

En el verano de 1954, se publicó Historia de O. La novela de Pauline Réage, con los años, se consolida como una de los trabajos más representativos de la literatura erótica. Frente a la diversidad de títulos que han surgido con un supuesto bum a partir del exitoso fenómeno de ventas de la horrenda Cincuenta sombras de Grey, su relectura es obligatoria y esclarecedora. A partir de ella puede establecerse qué es y no la narrativa de la pasión. 

Hace sesenta años, Anne Desclos con el seudónimo de Réage, elaboró un perfil de personaje caracterizado por el ejercicio de la libertad. La entrega y la participación en cada una de las pruebas sexuales es voluntaria. Cada paso, práctica, implica una decisión o la ratificación de la misma. Es la sagacidad para estar en el juego de la sumisión-dominación. No siempre el sometedor es quien detenta el poder porque depende de la voluntad del otro. El poder de decir: “sí”, “más”, “todo” y otras definiciones entrega el control a quien lo realiza. Es la transgresión de toda linealidad, orden, modelo.

Pauline Réage realizó un impecable trabajo de aproximación al mundo que ahora se conoce como BDSM: “Práctica sexual o relación de poder interpersonal no habitual en la que intervienen elementos relacionados con los ámbitos englobados en tres siglas encadenadas: (BD ‘bondage y disciplina’, DS ‘dominación-sumisión’ y SM ‘sadomasoquismo’)” según el Diccionario del sexo y el erotismo de Félix Rodríguez González. 

En Historia de O no hay exageraciones, fantasías. Lo que Réage ha escrito puede tocarse, vivirse, porque conjuga veracidad e imaginación. Todo genera elementos para atraparnos en una atmósfera exclusiva, reservada, íntima, selecta. Es una característica hasta de la denominación del principal personaje. Nadie sabrá nunca el nombre real de una joven a quien se nombra sólo con una vocal: O. Una inicial que puede completarse con la connotación erótica que se desee: obsceno, odalisca, orificio, orgasmo. Es círculo, sociedad secreta, encierro, argolla. 

Es una letra pero encierra a todos los nombres que empiezan con ella. Es una oquedad, una cavidad para llenarse, asomarse, introducirse, acomodarse. Lo que se decida, al final “O” es una referencia universal.

La Historia de O es el reconocimiento de los límites del propio cuerpo y de la construcción de una nueva perspectiva, diferente, alterna, de dignidad y conciencia: “A fuerza de ser ultrajada, podía parecer que había de acostumbrarse a los ultrajes; a fuerza de ser acariciada, a las caricias, y a los latigazos, a fuerza de ser azotada. 

Una horrible saciedad de dolor y de voluptuosidad hubiera debido empujarla poco a poco hacia las riberas de la insensibilidad, próximas al sueño o al sonambulismo. Todo lo contrario. El corsé que la mantenía erguida, las cadenas que la sometían el silencio, su refugio, seguramente contribuían a ello, como también el constante espectáculo de las jóvenes entregadas como ella, e incluso cuando no se entregaban, de su cuerpo constantemente accesible. 

El espectáculo, pero también la conciencia de su propio cuerpo. Todos los días mancillada por así decirlo ritualmente de saliva y esperma, de sudor mezclado con su propio sudor (…) Y no obstante, las partes de su cuerpo más ofendidas, dotadas ahora de mayor sensibilidad, le parecían embellecidas y hasta ennoblecidas”.

Historia de O tiene un complemento llamado Retorno a Roissy que es, en realidad, el capítulo final. Ésta sí es una literatura erótica que hace revisar los términos de las relaciones; obliga a pensar; educa y plantea una filosofía libertaria. 

Nada que ver con los cuentos cursis con utilería fetichista. Distante de varios volúmenes llenos de palabrería y vacíos de contenido. Ante la abundancia de la mediocridad, a sus sesenta años, las letras de Pauline Réage crecen hasta la monumentalidad.