60 años de “Historia de O” (Segunda parte)


David Santiago Tovilla

Revista 10. Número 239

De Historia de O es más conocida la película, realizada en 1975, por Just Jaeckin. Lo ideal es no quedarse sólo con el planteamiento cinematográfico y acudir a la fuente original: el libro de Pauline Réage que este verano cumple seis décadas. Narrativas diferentes, complementarias. 
Lo mejor es que el largometraje es fácil de conseguir hasta en Blu-Ray. Aún más: se le encuentra completa en YouTube. Ahí se sacrifica la calidad pero satisface la necesidad de conocimiento. Sobre todo, cuando se trata de la más erótica de todas las películas en la medida que mantiene el lenguaje del erotismo casi durante la totalidad de sus noventa y siete minutos. 

De hecho, no existe otra cinta parecida en la que el cuerpo desnudo de la actriz principal, Corinne Clery, sea expuesto ante la cámara la mayor parte de la duración del filme.

Historia de O es pionera en la recreación de la dinámica de la dominación-sumisión. ¿Quién lo ejerce en realidad? ¿Quién manda y cree tener un cuerpo a disposición o los actos libertarios, soberanos, valientes del ejecutante? ¿En dónde está el verdadero poder? Es probable que en el hacer. La máxima expresión de voluntad, disposición propia, entrega. La cúspide de las decisiones y determinaciones.

Robert Fraisse realizó un especial trabajo fotográfico para que la progresiva transformación de “O” se mantuvieran como un espectáculo de placer. 

De cada escena no se rememora la acción sino el perfecto cuerpo de Corinne Clery en dicha situación: “O” a gatas con una correa al cuello; se despoja de las bragas porque ya nunca llevará ropa interior; peinada y maquillada con paciencia para volverla voluptuosa y con un collar de piel como única vestimenta; hincada para sodomizarla; agitada y estremecida en el aprendizaje de la resistencia al fuete; resignada en el adiestramiento de la renuncia a la motivación propia; vendada para acostumbrarse a ser poseída por quien así lo decida; sentada a la mesa, siempre con los senos al aire; atada para acostumbrarse a la resistencia; perforada en los labios vaginales para colocarle unas argollas; marcada con hierro candente en sus extraordinarias nalgas con las iniciales de su dueño. 

Siempre dispuesta, voluntaria, para demostrar su capacidad. Hay una toma inolvidable: “O” totalmente sudada y excitada porque acaba de ser fueteada, con los brazos extendidos amarrados de lo alto y con las piernas abiertas. Es una imagen poderosa por su expresión placentera, por el brillo de su piel proporcionado por la sudoración, por la visión de su admirable y abundante vellosidad en el monte de Venus, por las argollas que le cuelgan de la vulva.

La versión cinematográfica de Historia de O es una excelente opción para esas semanas áridas de buen cine, cuando la cartelera se llena con banalidades hollywoodenses. Es una pieza audaz, con gran respeto al espíritu de la letra de Pauline Réage y de cuidada fotografía y musicalización. Y, cada verano, vence al tiempo para que las nuevas generaciones le conozcan.