Foto de Kenny Eliason |
David Santiago Tovilla
El consumo se ha transformado a partir de la consolidación del Internet como principal herramienta de la época. La cultura digital ya no es una elección: se asume, ahora, con naturalidad. Los proveedores de celulares han informado que ya no son las llamadas telefónicas la principal demanda sino los datos.
El teléfono celular cambió de ser un medio de comunicación a un instrumento de diversión: una distracción permanente. Aunque se disponga de una computadora, se acude al móvil aún cuando la pequeña pantalla implique dificultad para ver.
La revolución digital, a esta altura, ya transformó la vida y es parte de ella. Hasta los “botaneros” deben tener servicio wi-fi para que las tabletas se conecten y distraigan al acompañante o bien pueda utilizarse para corroborar un dato en el debate circunstancial.
En la misma tendencia de naturalización de aplicaciones, artefactos, recursos, programas y demás, lo que prevalece es la utilidad concreta. La preferencia del usuario está asociada al beneficio tangible que recibe: qué le proporciona, resuelve, facilita es la llave para mantener su lealtad y la extienda a recomendación. Disposición permanente y contribución a hacer son dos requerimientos del consumidor actual.
Vivir, escuchar y ver en 2014 es muy diferente a como ocurría apenas el año anterior. La revista Letras libres dedicó su número 182, de este año, a reflexionar sobre el futuro de la televisión. Sí, porque aquellos tiempos en que debía esperarse una semana para ver el capítulo de una serie; dejar la grabadora de video puesta; o pedir a un conocido que lo grabara, son anécdotas pasadas.
Hoy existe la televisión a la carta: a la hora que el consumidor pueda, quiera y decida ve lo que desee. Esto es: la agenda no está en manos de los emisores. Ya no es la dinámica unilateral de los medios de diversión quienes determinen cuándo y cómo. Ahora, el receptor elige las circunstancias y procede a disfrutar lo que más le apetece cuando así lo prefiere. De nueva cuenta aparece ese rasgo del beneficio buscado: moverse a sus anchas en la televisión por demanda; o ser rehén de los tiempos, modos y contenidos de la antigua televisión.
La oferta musical también tiene otros caminos. Las novedades de todos los géneros musicales están, ahora, en línea. Los descubrimientos se realizan en sitios en donde se crean listas de reproducción que pueden escucharse con gratuidad en alguna proporción. Desde hace varios años existían las radios digitales con una infinidad de opciones en contenido.
La radio satelital sólo resultó funcional en aquellas entidades, en lo geográfico, cercanas a los centros emisores como Estados Unidos y, además, de forzoso pago. Todo esto confirma que la verdadera guía musical está en Internet. Esto no riñe con la compra, puesto que una vez descubierto un tema puede buscarse cómo adquirirse todo el volumen o la canción en específico.
Las pautas y el consumo mismo cambiaron con el Internet. Con ello se modifica la cultura en general, es decir, la vida.
Las pautas y el consumo mismo cambiaron con el Internet. Con ello se modifica la cultura en general, es decir, la vida.
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