Cantinflas o el exclusivo mérito de Óscar Jaenada


David Santiago Tovilla

Acompañada de una intensa campaña, se ha estrenado el filme Cantinflas. El éxito está asegurado: una apabullante presencia en medios, muchas copias para estar en infinidad de salas. Pero, sobre todo, es la estima que los mexicanos tienen de un gran personaje como “El peladito” y su autor Mario Moreno. Elementos que serán decisivos para hacer esta cinta del 2014 un triunfo en la taquilla.

Sin embargo, como película no va hacia ningún lado. Se limita a presentar una cronología esencial de Moreno. Superficial, apresurada. No aporta nada a lo que se conoce con popularidad. Cuando mucho, rescata el modo accidentado en que se concibió la gran película internacional de Cantinflas: La vuelta al mundo en 80 días. Sí: la intervención casual, reconocimiento e impulso por parte de Charles Chaplin para participar en un trabajo que lo llevó al Globo de Oro.

Fuera de ello más pareciera que el filme es un pretexto para explotar de manera comercial el nombre y la historia que aún dan para eso. Lejos está por lo menos de un homenaje digno, sólido, equilibrado. El estreno de estos días, en México, es un producto para sacar rentabilidad de la nostalgia. 

No hay creatividad, exploración de las emociones, interrogación o proposición. Es algo mecanizado, plano y previsible en la ruta: pobreza-oportunidad-éxito/fortuna. La vida no es un esquema y los seres humanos tienen mucha riqueza de perspectivas, experiencias, motivaciones. Eso no se encuentra en Cantinflas de Sebastián del Amo.

Lo relevante de la película, su único soporte, está en la actuación de Óscar Jaenada. Eso es lo que impide que Cantinflas sea una decepción total. Hay que ir a ver, en efecto, cómo un actor cuya formación cultural es diferente puede encarnar una personalidad tan peculiar como la de Mario Moreno.

El verdadero reto fue equiparar el tono, los énfasis, la gesticulación, los modos que conforman una identidad que vive en la mente de varias generaciones de mexicanos. El riesgo al fracaso era enorme porque la aspiración a igualarlo estaba muy alta. Sin embargo, el actor barcelonés no sólo sale ileso en su película número veinticuatro: se percibe que creció en la complejidad y hasta en el rechazo por un nacionalismo inexplicable para el arte.

Óscar Jaenada carga sobre sus hombros una película mucho menos que mediana y la levanta. Al ser Cantinflas en verdad, su trabajo de personificación es lo único admirable en los ciento dos minutos que dura el largometraje. Los méritos de lo que alcance esta visión insípida de Mario Moreno son de Jaenada.

Mención aparte merece también la banda sonora. Es uno de esos esfuerzos por combinar melodías clásicas o tradicionales con cantantes actuales. El tema oficial es de Aleks Syntek: una excelente pieza llamada "Ríete de amor hasta que mueras".

Ahí aparece esa cautivadora voz de Denise Gutiérrez, aquella chica que impulsó el éxito de la canción “Luna" de Zoé en su Mtv Unplugged, en 2011. Enrique Bunbury interpreta “Vete de mí” con una magnífica instrumentación de piano que destaca por encima del cantante. También participan: La Santa Cecilia, grupo ganador del grammy 2014 como mejor álbum alternativo por sus mezclas de cadencias. Cómo dejar de lado el ritmo incitante de Paté de Fuá. Una banda sonora que también corre por su propio camino. 

Así, la gran película sobre Cantinflas, como producto integral, aún queda pendiente. El mayor homenaje que se le ha hecho a Mario Moreno se lo hizo la Real Academia de la Lengua Española, en 1992, al incorporar una creación suya como verbo: “cantinflear: 1. Hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada; 2. Actuar de la misma manera”. Eso es imperecedero y ajeno al lucro.